I.
Dios manda a los justos que se alegren: hay placeres inocentes que les permite;
pero hay que buscar a Dios en estas diversiones y encontrarlo en ellas, como
encontró San Eustaquio en la caza a Jesucristo. En medio de la alegría,
acuérdate de la tristeza de Nuestro Señor, y no renueves los dolores de su
Pasión con tus placeres criminales. ¿No podemos
acaso reír y darnos a la alegría sin que nuestras diversiones sean un crimen
ante Dios? (Salviano).
II.
Alégrate en medio de tus más crueles aflicciones, según el ejemplo de San
Eustaquio, que soportó con paciencia la pérdida de su mujer, de sus hijos y de
todos sus bienes, porque la voluntad de Dios se cumplía en él. ¡Oh! Qué consolador es este pensamiento para un corazón
afligido: Dios quiere que esté en la aflicción. Él halla gloria en eso y es mi
mayor bien. Dios mío, hágase vuestra voluntad; me alegraré de ello y
siempre me alegraré. Si mi cuerpo gime porque
sufre, mi alma se alegrará porque os obedece.
III.
Si Dios te retira los consuelos espirituales que te daba en la oración,
humíllate; pero ponte contento y gozoso por cumplir la voluntad de Dios. No te
dejes arrastrar al relajamiento, no abandones ninguno de tus ejercicios de
devoción: Dios no se retira sino para probarte y humillarte. Dios mío, a Vos os
busco en mis oraciones, y no vuestros consuelos. ¿Por
qué volvéis de mí vuestro rostro, Vos que sois mi alegría? ¿Dónde estáis
escondida, belleza por la cual suspiro? (San Agustín).
La
alegría espiritual. Orad por los afligidos.
ORACIÓN:
Oh Dios, que nos concedéis la gracia de celebrar el nacimiento al cielo de
vuestros mártires San Eustaquio y sus compañeros, hacednos gozar con ellos de
la felicidad eterna. Por J.C.N.S.
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