No faltan quienes piensan —aun entre los mismos católicos— que la
Masonería no tiene hoy día la importancia que quizás ha tenido en otros
tiempos, y que ha perdido la influencia que quizás ha ejercido en los siglos
pasados; y que por lo tanto no constituye más un peligro para la Iglesia y para
la sociedad.
Basándose aun en sus pretendidos orígenes
cristianos, no faltan quienes pretenden que la incompatibilidad que hasta ahora
la Iglesia ha declarado entre el Catolicismo y la Masonería debe ser revisada,
y debe dar lugar a una mejor mutua comprensión.
Y sin embargo puede afirmarse que la
Masonería sigue siendo la “SINAGOGA DE
SATANAS”, como la llamaba el Papa Pío IX,
y que ha llegado a constituir hoy día una de las principales causas de las
dificultades que sufren muchos países del mundo.
Suele darse como fecha del nacimiento oficial
de la Masonería el día 24 de junio de 1717, cuando quedó fundada la Gran Logia
de Inglaterra por la reunión de 4 logias.
Pues bien ya en 1738, el Papa Clemente XII condenaba y
prohibía para siempre a las sociedades masónicas como ‘‘perniciosas para la seguridad de los Estados y la salvación de las
almas”. Y en el curso de los años, muchos Papas han renovado y confirmado
la condenación: Benedicto XIV. Pío VII.
León XII. Pío VIII, Gregorio XVI, Pío IX. León XIII, Pío X, Pío XI, Pío XII.
Desde la aparición de la Masonería
especulativa moderna (1717), van más de 200 intervenciones de la Santa Sede
contra ella.
A pesar de ello, la Masonería no ha dejado
de extenderse a través del mundo, y de esforzarse en realizar sus funestos designios.
Lo notaba el Papa León XIII en la famosa encíclica Humanum Genus: “En el
espacio de siglo y medio la secta de
los masones se ha apresurado a lograr aumentos mayores de cuanto podía
esperarse, y entrometiéndose por la audacia y el dolo en todos los órdenes de la república, ha comenzado a
tener tanto poder que parece haberse hecho casi dueña de los Estados. De tan
rápido y terrible progreso se ha seguido en la Iglesia, en la potestad de los Príncipes
y en la salud pública la ruina prevista muy atrás por nuestros Antecesores”.
“PARECE HABERSE HECHO DUEÑA DE LOS ESTADOS”
escribía León XIII en 1884. Lo han reconocido muchos hombres políticos.
Disraelí,
que era judío, Primer Ministro de Inglaterra en 1844, ya decía: “EI mundo está conducido por personajes muy
diferentes de los que imaginan aquellos cuyos ojos no penetran en los
entretelones...”
Y en 1935, decía Rathenau, que dirigía la República Alemana después de la
primera Guerra Mundial: “Los Estados,
aun la Corona misma de Inglaterra no son más dueños de sus destinos. Poderes
que nos escapan maniobran, en mi país como en otras partes, intereses particulares
y un ideal espantoso…”
Y lo han reconocido los mismos Masones. Sin
acudir a sus Directivas secretas donde se ven sus pretensiones y sus esfuerzos
para intervenir en los asuntos políticos, valga el testimonio de Papus, en abril de 1914: “Al lado de la política nacional de cada Estado, existen organismos,
poco conocidos, de política internacional... Son Consejos internacionales en
que toman parte, no hombres cuya carrera es la política o embajadores experimentados,
sino algunos hombres modestos, desconocidos, algunos financieros, superiores
por su concepción amplia de las acciones sociales, a los políticos orgullosos
que se figuran, cuando llegan a ministros, gobernar al mundo”.
Y Pío XII más
recientemente recordaba esta misma infiltración del espíritu del mal en la
Sociedad. “En las asambleas humanas, se
infiltra, desapercibido, el espíritu del mal el ángel del abismo (Apoc. IX,
11), enemigo de la verdad, fomentador del odio, negador, destructor de todo
sentimiento fraterno. Creyendo su hora próxima, pone todo en obra para
adelantarla…” (Pío XII, Navidad 1947).
No en balde pues, de vez en cuando, los
Papas y los Obispos dan un grito de alarma para recordamos las actividades
nefastas de la Masonería y prevenirnos contra sus ataques.
No se equivocaba el Cardenal Feltin, cuando decía a sus sacerdotes, en 1953:
“Necesitamos sacerdotes que no olviden
que los enemigos de la iglesia están siempre de pie, aun cuando, de momento,
callan; que la Masonería trabaja y se prepara para lanzar contra la Iglesia
nuevas y violentas ofensivas... Se proponen nada menos que consagrar todas sus
fuerzas... para obtener la expulsión total de los religiosos, no solamente del
terreno de la enseñanza, sino también de la caridad, y la supresión de toda
forma de enseñanza libre. Idénticas declaraciones se encuentran en los relatos
de los Congresos masónicos de Italia, España, y de AMERICA DEL SUR”.
No se equivocan tampoco los Obispos
argentinos, cuando escriben en una reciente pastoral:
“Lo
que mueve toda la acción de la Masonería es, en última instancia, el odio a
Cristo y a todo lo que lleva su nombre en las almas y en las instituciones. Su
objetivo final es la destrucción de lo católico y de todo lo que se fundamenta
o inspira en su doctrina... A cuantos sienten en su pecho el amor a la patria,
les señalamos, como enemigos de nuestras tradiciones y de nuestra futura
grandeza, a la Masonería y el Comunismo…”
No dudemos pues de ello: cuando se habla de la Masonería, no se
trata de un enemigo imaginario, o de un enemigo anticuado, que ha perdido su
virulencia de otros tiempos. Se trata de un enemigo particularmente activo, y
que actúa en nuestro siglo más que nunca.
“COLECCIÓN
FE INTEGRA”
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