Es verdad que no fueron
todos los judíos igualmente culpables. Fueron sus dirigentes, fue la Sinagoga,
la secta soberbia de los fariseos la que en su odio implacable contra
Jesucristo agotó la intriga y la calumnia para crucificar a su Mesías. Pero la
solidaridad humana hace que muchas veces paguen los justos por los pecadores,
En el diluvio, los niños que perecieron ciertamente no eran personalmente
responsables de “la corrupción de la
carne” que atrajo ese universal castigo. El pecado de Adán fue un pecado
personal, pero Adán, cabeza física era
también cabeza moral, representante jurídico de todos sus descendientes; por eso dice San Pablo que en él todos
pecamos y todos incurrimos en la común condenación. ¿Es acaso una injusta
condenación; es un absurdo divino?
¿Quién, por ignorante que sea, va a negar ahora la especialísima solidaridad que existe en el pueblo de Israel? La sangre judía es inconfundible y por muy mezclada que se halle no deja de mostrar los caracteres buenos y malos de la raza que un día fue el pueblo predilecto del Señor.
— EI
reportaje de la Prensa Asociada nos dice que el celo de su Eminencia el
Cardenal Bea, de su Excelencia el Obispo de Cuernavaca — ellos parecen ser
los principales promotores del proyecto contra el antisemitismo — espera que dicho decreto conciliar “ayude
a poner fin al uso de referencias de las Escrituras sobre la crucifixión por
parte de organizaciones antisemitas, como bases de panfletos para difundir el
odio contra los judíos”. ¡Cuántos sofismas en tan
pocas palabras! Que demuestran que el uso de esas “referencias” es
incorrecto, es arbitrario, es falso, es calumnioso. Sería
necesario suprimir toda la tradición cristiana de veinte siglos que
unánimemente ha usado el mismo lenguaje, ha tenido las mismas creencias y ha
meditado y vivido las palabras del Antiguo y Nuevo Testamento. No son solamente
las organizaciones antisemitas, ni son tan sólo libelos o panfletos los que han
hecho uso de esas referencias; son los Santos Padres, son los Papas, los
Concilios, es la liturgia de la Iglesia, es la misma Biblia que indeleblemente
condena la perfidia del pueblo de Israel. El silencio que piden los promotores
del proyecto en defensa del judaismo internacional implica en cierto modo una
condenación intolerable de la Sagrada Escritura. Para acabar con las referencias
escriturísticas sería menester acabar con el valor histórico y con la
inspiración divina, de la Biblia. ¿Por qué hacer
callar a la Escritura, porque miente o porque dice la verdad? La Escritura no
miente, ni puede mentir, porque es la palabra de Dios, luego la razón verdadera
del silencio que quieren imponernos, es la verdad, la verdad indeleble,
consignada en el texto Sagrado y que en boca divina condena la perfidia, la
ingratitud y las maldades del “pueblo de dura cerviz”.
Dios había prometido a su pueblo sus
bendiciones, si guardaba sus mandamientos, “Si
de verdad escuchas la voz de Yavé, tu Dios, guardando diligentemente todos sus
mandamientos, que hoy te prescribo, poniéndolos por obra, Yavé, tu Dios, te
pondrá en alto sobre todos los pueblos de la tierra”... Pero esas
bendiciones divinas eran condicionadas; exigían la observancia fiel de la ley
divina. Si
el pueblo de Israel no aceptaba prácticamente los preceptos de Dios, si quería
sacudir el yugo de su ley divina, el Señor también lanzaría sobre él el furor y
los castigos de su justicia infinita: “Pero, si no obedecen la voz de
Yavé, tu Dios, guardando todos sus mandamientos y todas sus leyes que yo te
prescribo hoy, he aquí las maldiciones que vendrán sobre ti y te alcanzarán:
Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo. “Maldita tu canasta y maldita
tu artesa. Maldito será el fruto de tus entrañas, el fruto de tu suelo y las crías
de tus vacas y de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar y en salir. Y Yavé
mandará contra ti la maldición, la turbación y la amenaza en todo cuanto
emprendas hasta que seas destruido y perezcas bien pronto, por la perversidad
de tus obras, con que te apartaste de Mi... (Deuteronomio
XXVII).
La
palabra de Dios escrita está. Los cielos y la tierra pasarán, pero esa palabra
no pasará.
No solamente quebrantaron los Mandamientos
de Dios y todo aquello que EI había establecido como condición absoluta, para
perpetuar sus bendiciones y hacer de Israel el Pueblo Elegido; sino que tos
hebreos, violando el pacto con Dios, quebrantando, la ley divina y rechazando
blasfema y sangrientamente al Cristo prometido, se hicieron reos del deicidio y
con ese crimen inauguraron una serie horrenda de crímenes que en, dos mil años
han cometido en contra de la humanidad regenerada y santificada por Cristo.
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