Una mujer en Ferrara (ciudad Italiana), fue salvada de una terrible sospecha. El santo reconcilió a la esposa con el marido, un personaje ilustre, una persona importante de la ciudad. Hizo un verdadero milagro, al hacer hablar a un recién nacido, que tenía pocos días de vida, y que contestó a la pregunta que le había hecho el hombre de Dios.
Aquel
hombre estaba tan furioso a causa de los infundados celos hacia su mujer, que
ni siquiera quiso tocar al niño que acababa de nacer algunos días antes,
convencidos de que era fruto de un adulterio de la mujer.
San
Antonio cogió el recién nacido en brazos y le habló: “Te
suplico en nombre de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nacido de
María Virgen, que me digas en voz clara, para que todos puedan oírlo, quién es
tu padre”. Y el niño, sin balbucear como hacen los niños pequeños, sino
con una voz clara y comprensible como si fuera un chiquillo de diez años,
fijando los ojos en su padre, ya que no podía mover las manos, ligadas al
cuerpo con las fajas, dijo: “éste es mi padre”.
San
Antonio se giró hacia el hombre y le dijo: “Toma a
tu hijo y ama a tu mujer que está atemorizada y se merece toda tu admiración”.
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