sábado, 10 de febrero de 2024

El Milagro de la lluvia: Santa Escolástica (hermana de San Benito).

 




   GREGORIO. – ¿Quién habrá, Pedro, en esta vida más grande que San Pablo? Y sin embargo tres veces rogó al Señor que le librara del aguijón de la carne (2Co 12,8) y no pudo alcanzar lo que deseaba. Por eso, es preciso que te cuente del venerable abad Benito cómo deseó algo y no pudo obtenerlo. En efecto, una hermana suya, llamada Escolástica, consagrada a Dios todopoderoso desde su infancia, acostumbraba a visitarle una vez al año. Para verla, el hombre de Dios descendía a una posesión del monasterio, situada no lejos de la puerta del mismo. Un día vino como de costumbre y su venerable hermano bajó donde ella, acompañado de algunos de sus discípulos. Pasaron todo el día ocupados en la alabanza divina y en santos coloquios, y al acercarse las tinieblas de la noche tomaron juntos la refección. Estando aún sentados a la mesa entretenidos en santos coloquios, y siendo ya la hora muy avanzada, dicha religiosa hermana suya le rogó: “Te suplico que no me dejes esta noche, para que podamos hablar hasta mañana de los goces de la vida celestial”. A lo que él respondió: “¡Qué es lo que dices, hermana! En modo alguno puedo permanecer fuera del monasterio”.

   Estaba entonces el cielo tan despejado que no se veía en él ni una sola nube. Pero la religiosa mujer, al oír la negativa de su hermano, juntó las manos sobre la mesa con los dedos entrelazados y apoyó en ellas la cabeza para orar a Dios todopoderoso. Cuando levantó la cabeza de la mesa, era tanta la violencia de los relámpagos y truenos y la inundación de la lluvia, que ni el venerable Benito ni los monjes que con él estaban pudieron trasponer el umbral del lugar donde estaban sentados.  En efecto, la religiosa mujer, mientras tenía la cabeza apoyada en las manos había derramado sobre la mesa tal río de lágrimas, que trocaron en lluvia la serenidad del cielo. Y no tardó en seguir a la oración la inundación del agua, sino que de tal manera fueron simultáneas la oración y la copiosa lluvia, que cuando fue a levantar la cabeza de la mesa se oyó el estallido del trueno y lo mismo fue levantarla que caer al momento la lluvia. Entonces, viendo el hombre de Dios, que en medio de tantos relámpagos y truenos y de aquella lluvia torrencial no le era posible regresar al monasterio, entristecido, empezó a quejarse diciendo: “¡Que Dios todopoderoso te perdone, hermana! ¿Qué es lo que has hecho?”. A lo que Santa Escolástica respondió: “Te lo supliqué y no quisiste escucharme; rogué a mi Señor y él me ha oído. Ahora, sal si puedes. Déjame y regresa al monasterio”. Pero no pudiendo salir fuera de la estancia, hubo de quedarse a la fuerza, ya que no había querido permanecer con ella de buena gana. Y así fue cómo pasaron toda la noche en vela, saciándose mutuamente con coloquios sobre la vida espiritual.

   Por eso te dije, que quiso algo que no pudo alcanzar. Porque si bien nos fijamos en el pensamiento del venerable varón, no hay duda que deseaba se mantuviera el cielo despejado como cuando había bajado del monasterio, pero contra lo que deseaba se hizo el milagro, por el poder de Dios todopoderoso y gracias al corazón de aquella santa mujer. Y no es de maravillar que, en esta ocasión, aquella mujer que deseaba ver a su hermano pudiese más que él, porque según la sentencia de San Juan: Dios es amor (1Jn 4,16), y con razón pudo más la que amó más (Lc 7,47) 53.

   PEDRO.  Ciertamente, me gusta mucho lo que dices.

 

“VIDA DE SAN BENITO por SAN GREGORIO MAGNO”


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.