jueves, 22 de febrero de 2024

EL ARTE DE APROVECHAR NUESTRAS FALTAS SEGÚN SAN FRANCISCO DE SALES. POR EL M. R. P. JOSÉ TISSOT. Cuarto Superior general de los Misioneros de San Francisco de Sales.

 




PRIMERA PARTE.

CAPÍTULO PRIMERO.

 

II

   1. Sin un privilegio especial, el hombre no puede evitar todos los pecados veniales. —En efecto: la fe nos enseña que las malas inclinaciones viven en nosotros, al menos en germen, hasta la muerte, y que ninguno puede, sin un privilegio especial, tal como el que la Iglesia reconoce en la Virgen Santísima, evitar todos los pecados veniales, por lo menos los indeliberados. Con frecuencia nos olvidamos en la práctica de esta doble tesis, y bueno será que la oigamos desarrollar por nuestro amable Santo en su sencillo e inimitable lenguaje:

   “No pensemos, mientras estemos en esta vida, poder vivir sin cometer imperfecciones, pues no es posible, ya seamos superiores o ya seamos inferiores, porque somos todos hombres y, por tanto, todos tenemos necesidad de creer esta verdad como muy segura, a fin de que no nos asombremos de vernos todos sujetos a imperfecciones. Nuestro Señor nos ha ordenado decir todos los días estas palabras que están en el Padrenuestro: Perdónanos nuestras deudas, asi como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no hay excepción en este mandamiento, porque todos tenemos necesidad de cumplirlo” (Conferencia XVI. De las aversiones.)

   El amor propio puede estar mortificado, pero no muere nunca; por eso, de tiempo en tiempo produce retoños en nosotros que dan testimonio de que, aunque esté cortado por el pie, no está desarraigado... No debemos en ningún modo extrañarnos de encontrar en nosotros el amor propio, aunque no se mueva. Duerme algunas veces como un zorro, que de repente se arroja sobre las gallinas; por esto es necesario velar con constancia sobre él y defenderse de él con paciencia y suavidad. Que si algunas veces nos hiere, desdiciendo lo que nos ha hecho decir o desautorizando lo que nos ha hecho hacer, estamos curados..., curados, pero temporalmente, hasta que se declaren nuevas enfermedades, pues “nunca estaremos perfectamente curados hasta que nos hallemos en el paraíso”—añade nuestro Santo—, y durante esta vida, cualquiera que sea nuestra buena voluntad, “es necesario tener paciencia, por ser de naturaleza humana y no de la angélica”, y resolvernos a vivir, según la expresión de un ilustre asceta, “como incurables espirituales” (Carta 333.)

   2. Los progresos en la perfección son lentos y mezclados con caídas. —A las almas que dan los primeros pasos en los caminos de la perfección interior es principalmente a las que San Francisco de Sales se esfuerza en inculcar el conocimiento práctico de su flaqueza. Estas, en efecto, son las que por inexperiencia son más accesibles al asombro después de las faltas y sus funestas consecuencias. “Turnarse y desalentarse cuando se ha caído en el pecado —dice excelentemente el piadoso autor citado más arriba—, es no conocerse a sí mismo.” Oigamos con qué firmeza y con qué gracia nuestro bienaventurado Doctor reprende e instruye a esas almas: “Me decís que tenéis aún el sentimiento vivo ante las injurias. Pero, querida hija, ¿a qué se refiere esto? ¿Es que habéis derrotado ya a esos enemigos?

   No es posible que seáis tan pronto dueña de vuestra alma como si la tuvierais en la mano absolutamente desde el primer momento. Contentaos con ganar de cuando en cuando alguna pequeña ventaja Sobre vuestra pasión enemiga.

   Nuestra imperfección debe acompañarnos hasta el féretro. No podemos andar sin tocar el suelo. No hay que acostarse ni revolcarse en él, pero tampoco hay que pensar en volar, pues somos polluelos pequeños que todavía no tenemos alas.

   Las flechas que vuelan en pleno día (Ps. xc, 6) son las esperanzas vanas y pretenciosas que alimentan las almas que aspiran a la perfección. Esperan nada menos que ser Teresas de Jesús, o santas como Catalina de Sena o de Génova. Esto es bueno; pero decidme: ¿qué tiempo os tomáis para llegar a serlo? —Tres meses, respondéis; menos, si se puede. —Hacéis bien en añadir “si se puede”, porque, de otro modo, podríais muy bien engañaros.

 

“Apostolado de la Prensa”

 

 


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