lunes, 31 de enero de 2022

La masonería es religión a su modo. —Confesiones y ceremonias. —Corolario. – Presbítero Nicolás Serra y Caussa.


 BODA MASÓNICA.


I

 

   Esta calificación emplea el Congreso antimasónico para marcarla con este primer sello, para poner de relieve una de sus notas esenciales. La beneficencia en su recto sentido, el estudio de ciencias y artes no existen en la masonería; mal pueden caracterizarla. El mutualismo, supuesto, no concedido, que se ejercite en su mayor amplitud, no pasaría de ser cosa accidental en ella, no da cuenta cumplida de su varia y extensísima acción, ni siquiera de su existencia. La política misma que ella mantiene continuamente en juego, por la calidad de ser medio, bien que imprescindible, pero al cabo medio para ulteriores fines, no forma su distintivo, no explica su naturaleza ni su historia. Luego en su raíz no es sociedad benéfica, ni científica, ni mutualista, ni política, sino sociedad netamente religiosa.

   Efectivamente la masonería es una religión. En términos formales lo pregonan las lumbreras del Arte Real. Salga el primero a testificar el eximio Ragon:

   El cual dice, “la masonería, no es una religión al corte de las que hoy se estilan. Anterior a ellas, es el principio de toda religión, puesto que enseña la unidad de Dios denominado G.A.D.U Y de aquí no se pasa. Déjese a la voluntad del iniciado la elección del culto que le acomode tributar a este ser supremo.” (Cours phil. p. 128).

   No tomando en consideración por el momento el desatino de una masonería anterior a las demás religiones, de un Dios que se desdeña o no cuida de enseñar a sus clientes el culto de su agrado, a riesgo de verse vilipendiado o escarnecido con fórmulas o ceremonias indignas de su majestad, y el jeroglífico del G.A.D.U, ciertamente el autor sagrado ensalza la secta como la religión de las religiones. Ni hay que hacerle caso por haber afirmado en la Introducción de este Curso filosófico: “La masonería no es una religión.” ¿Qué dices, Ragon de mis pecados? —El mismo se explica y desdice más abajo, en la iniciación del Rosa-Cruz, pág. 313, con estas palabras: “El primer hombre que al contemplar el orden del universo, concluyó de ahí la existencia de un Dios, fué el bienhechor del mundo; más el que hizo hablar a este Dios, fué un impostor.” — ¡Ah! te entiendo: por esto negabas que la masonería fuese religión, por cuanto no admite hablar de Dios, desprecia la revelación y sólo consiente una religión puramente natural. No esta mala religión, aunque para nuestro intento, son preciosas una y otra confesión por lo francas.  Más ¿hacían falta? ¡Qué, si los dos famosos libros, Curso y Ortodoxia, se reducen a un amasijo de patrañas, blasfemias, negaciones é impiedades vomitadas contra el verdadero Dios y Nuestro Redentor Jesucristo! Que así entienden la religión esos perdidos; pero dando con esos mismos iracundos reniegos y maldiciones clamoroso testimonio de que su única pesadilla y tormento, la espada que traen sin cesar atravesada, es nuestra religión santa, cuyo exterminio han jurado; a la cual por todos los medios y caminos persiguen sin tregua; contra la cual alzan bandera de otra falsa y abominable religión, y por esta causa sólo de religión o de asuntos con ella conexos saben hablar en sus fórmulas, juramentos, símbolos y ceremonias, en sus libros, discursos y programas, desde el principio al fin; porque es el pensamiento que embarga su alma, el veneno que sin cesar corroe sus vísceras, el móvil único de sus crímenes y empresas.

   En esta persistencia de celo y rabia impía, en la obstinada propaganda de la religión nueva masónica compiten con Ragon los demás comentadores sectarios, poniendo así de realce, de suerte que a nadie quede el más mínimo reconcomio de duda, que la nota característica y la divisa propia de la secta es la religión. Sobre este punto no se atreverá a buen seguro a armarnos pleito el buen Rebold, el cual sin el hinchado magisterio del doctor canónico, por sí se basta y se sobra para disparatar de lo lindo a este tenor: “La masonería, que es religión universal, comprende todas las demás y las une con el vínculo de lo que a todas es común: no ha menester sacerdotes, porque cualquiera de sus alumnos sin fatiga ni misterio la alcanza, tan sencilla es al par que sublime. Todos pueden y deben hacerse apóstoles suyos; desde luego para instruir a los faltos de conocimiento, y después para interpretar y aplicar a sí y a sus semejantes las leyes que ella intima.” (Historia de las Tres Grandes Logias, pág. 310).

   Draeseke en su discurso pronunciado en la logia Ramo de olivo, 1849, no se anda por las ramas de ese olivo y se va derecho al tronco en tal conformidad:

   “Ante todo nosotros juzgamos la masonería como una institución emanada de la divinidad... Nuestros símbolos no son frívolos juguetes hechos para matar el tiempo o para entretener a chicuelos, sino los vasos sagrados, en que el santo de los santos se guarda y expone a las miradas de los iniciados... no son en sí el objeto representado, sino alusiones y reminiscencias por medio de las cuales se excita la mente y se esfuerza por pasar de lo visible a lo invisible.”

   Daba también su brochazo en 1879 el hermano tres puntos Goblet d'Aviella, uno de los sobresalientes de la cofradía belga y aún europea, con estas frases:

   “La masonería da muestra de que fuera de ser una filosofía, la filosofía del progreso, es a la par una religión, la religión del ideal... se asocia para dedicar templos al culto que sobrevivirá a todos los cultos, por estar basada en la concepción progresiva de la naturaleza.”

   El hermano tres puntos Bazot, secretario general del G. O., franceses, en su Cuadro histórico, filosófico y moral de la masonería, es más rasgado y con más denuedo planta la bandera:

   “Nuestra religión, clama, es la religión natural, primitiva, la religión única, universal e inmutable: esta es la francmasonería.”

El hermano tres puntos Calógero Klein nos hace saber en su ritual (Génova, 1865, pág. 54) que en los Estados Unidos “la masonería es la religión predilecta.”

   El hermano tres puntos Pavia en el ritual del primer grado (Roma, 1874, p. 36) pregunta, si la masonería es una religión, y responde:

   “¿Cómo no?... es la más clara, la más sencilla de las religiones, y cuidado en no confundirla con otras.”

   Del grado del Gran Pontífice, que es el 13, se lee en los rituales:

   “Este grado por entero está dedicado al Pontífice de la religión universal y regenerada.”

   Por fin, no hay en la confraternidad grado alguno, en que más o menos detenidamente, de más cerca o más lejos, con más o menos camándulas o desvergüenza, no se saque a relucir la religión con teorías, máximas, o emblemas o formalidades impías, en que por fas o por nefas no se aluda al Dios sacrosanto para ultrajarle, a las cosas y personas sagradas para arrastrarlas por el lodo, a la Iglesia para calumniarla y llenarla de improperios, al falso Dios masónico, que es demonio verdadero, para exaltarle y engrandecerle.

   Cargada de razón exclama la Civiltá Cattolica (Vol. 12, ser. 15, p. 545):

    “¿Cómo escatimar a esta sociedad su carácter religioso, si lo predica con todos sus actos oficiales?

   “El lugar de sus aquelarres es el templo y éste adornado de altares, delante de los cuales se postran, oran, prestan juramentos y oyen el sermón que con nombre de catecismo les echa el oficiante. Además del altar mayor levantan algunas veces otros colaterales, el del holocausto por ejemplo, o el de los perfumes para ciertas iniciaciones distinguidas, y doblan la rodilla delante de la efigie de la Verdad que a veces es de carne y hueso vestida con traje de Diosa Razón a la moda parisiense. En el templo se remedan el bautismo, la confirmación, la confesión (estas dos las pasa en blanco la Civiltá), la comunión con tortitas de pan dulce, el matrimonio y las exequias por los difuntos. Los nuevos templos se inauguran con ceremonias religiosas. En algunas logias de mopsas se canta el Veni Creator contrahecho y desfigurado, se inciensa como consagradas a la divinidad a ciertas hermanas sostenidas en alto, púdicamente cubiertas por todo vestido o cendal con las insignias del grado. El hermano tres puntos Rosa – Cruz ejerce de sacerdote o ministro ordinario y reconoce por prelados suyos al Jefe del Tabernáculo y al Gran Sacrificador, en las funciones rituales ornado éste de mitra, asistido de ministros revestidos de sobrepelliz y estola, Hermanos Levitas que los llaman. Tienen además un Sumo Pontífice con tantas ínfulas, que mira sobre el hombro al Pontífice de la Santa Iglesia.

   “Por prescripción ritual se inciensa al Bafomet, que es una deforme estatua con cuernos, hocico y miembros de chivo, y para que nada falte, se dice la Misa... sí, porque el remate de la iniciación del Rosa – Cruz es una Misa celebrada por el iniciante en una mesa, dígase altar, cubierta de un mantel, y sobre éste colocados el pan y el vino, contenido éste en una copa grande dicha el cáliz. El celebrante, hace, ademán de consagrar el pan y el vino y en seguida los distribuye diciendo: Comed y dad a los que tienen hambre; bebed y dad a los que tienen sed. Y de esta suerte comulga a los concurrentes.”

   Hasta aquí la Civiltá.

   ¿No bastan los testimonios calificados que acabamos de hilar, sin los que nos dejamos en el tintero en obsequio de la brevedad? ¿No bastan las acotaciones urgentes de los ceremoniales para evidenciar, que la secta no solamente está empapada de religión de punta a punta, sino que en hecho de verdad es ante todo y sobre todo religiosa? ¿Qué dirán a esto los fulleros taimados, qué los poco advertidos que se empeñan en darle por exclusivo lema y oficio la política? Si bien a los segundos aminora su culpa su ignorancia supina de las interioridades sectarias, sin limpiarlos empero de la nota de liviandad y precipitación en sentenciar tan de plano.

 

 

 

 

 

 

 

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