I
Esta calificación emplea el Congreso
antimasónico para marcarla con este primer sello, para poner de relieve una de
sus notas esenciales. La beneficencia en
su recto sentido, el estudio de ciencias y artes no existen en la masonería;
mal pueden caracterizarla. El mutualismo, supuesto, no concedido, que se
ejercite en su mayor amplitud, no pasaría de ser cosa accidental en ella, no da
cuenta cumplida de su varia y extensísima acción, ni siquiera de su existencia.
La política misma que ella mantiene continuamente en juego, por la calidad de
ser medio, bien que imprescindible, pero al cabo medio para ulteriores fines,
no forma su distintivo, no explica su naturaleza ni su historia. Luego en su raíz no es sociedad benéfica,
ni científica, ni mutualista, ni política, sino sociedad netamente religiosa.
Efectivamente la masonería es una religión.
En términos formales lo pregonan las lumbreras del Arte Real. Salga el primero
a testificar el eximio Ragon:
El cual dice, “la masonería, no es una religión al corte de las que hoy se estilan.
Anterior a ellas, es el principio de toda religión, puesto que enseña la unidad
de Dios denominado G.A.D.U Y de aquí no se pasa. Déjese a la voluntad del
iniciado la elección del culto que le acomode tributar a este ser supremo.”
(Cours phil. p. 128).
No tomando en consideración por el momento
el desatino de una masonería anterior a las demás religiones, de un Dios que se
desdeña o no cuida de enseñar a sus clientes el culto de su agrado, a riesgo de
verse vilipendiado o escarnecido con fórmulas o ceremonias indignas de su
majestad, y el jeroglífico del G.A.D.U, ciertamente el autor sagrado ensalza la
secta como la religión de las religiones. Ni hay que hacerle caso por haber
afirmado en la Introducción de este Curso filosófico: “La masonería no es una religión.” ¿Qué dices, Ragon de mis pecados? —El mismo se explica y desdice más
abajo, en la iniciación del Rosa-Cruz,
pág. 313, con estas palabras: “El
primer hombre que al contemplar el orden del universo, concluyó de ahí la
existencia de un Dios, fué el bienhechor del mundo; más el que hizo hablar a
este Dios, fué un impostor.” — ¡Ah!
te entiendo: por esto negabas que la masonería fuese religión, por cuanto
no admite hablar de Dios, desprecia la revelación y sólo consiente una religión
puramente natural. No esta mala religión, aunque para nuestro intento, son
preciosas una y otra confesión por lo francas. Más ¿hacían
falta? ¡Qué,
si los dos famosos libros, Curso y Ortodoxia, se reducen a un amasijo de patrañas,
blasfemias, negaciones é impiedades vomitadas contra el verdadero Dios y
Nuestro Redentor Jesucristo! Que así entienden la religión esos
perdidos; pero dando con esos mismos
iracundos reniegos y maldiciones clamoroso
testimonio de que su única pesadilla y tormento, la
espada que traen sin cesar atravesada, es nuestra religión
santa, cuyo exterminio han jurado; a la cual por todos
los medios y caminos persiguen sin tregua; contra la
cual alzan bandera de otra falsa y abominable religión, y por esta causa sólo de religión o de asuntos con
ella conexos saben hablar en sus fórmulas,
juramentos, símbolos y ceremonias, en sus
libros, discursos y programas, desde el principio
al fin; porque es el pensamiento que embarga su alma,
el veneno que sin cesar corroe sus vísceras, el móvil
único de sus crímenes y empresas.
En esta persistencia de celo y rabia impía,
en la obstinada propaganda de la religión nueva masónica compiten con Ragon los
demás comentadores sectarios, poniendo así de realce, de suerte que a nadie
quede el más mínimo reconcomio de duda, que la nota característica y la divisa
propia de la secta es la religión. Sobre este punto no se atreverá a buen
seguro a armarnos pleito el buen Rebold,
el cual sin el hinchado magisterio del doctor canónico, por sí se basta y se
sobra para disparatar de lo lindo a este tenor: “La masonería, que es religión universal, comprende todas las demás y las une con el vínculo de lo que a todas es común:
no ha menester sacerdotes, porque cualquiera de sus alumnos sin fatiga ni misterio
la alcanza, tan sencilla es al par que sublime. Todos pueden y deben hacerse
apóstoles suyos; desde luego para instruir a los faltos de conocimiento, y
después para interpretar y aplicar a sí y a sus semejantes las leyes que ella
intima.” (Historia de las Tres Grandes Logias, pág. 310).
Draeseke en
su discurso pronunciado en la logia Ramo de olivo, 1849, no se anda por las
ramas de ese olivo y se va derecho al tronco en tal conformidad:
“Ante
todo nosotros juzgamos la masonería como una institución emanada de la divinidad...
Nuestros símbolos no son frívolos juguetes hechos para matar el tiempo o para entretener
a chicuelos, sino los vasos sagrados, en que el santo de los santos se guarda y
expone a las miradas de los iniciados... no son en sí el objeto representado,
sino alusiones y reminiscencias por medio de las cuales se excita la mente y se
esfuerza por pasar de lo visible a lo invisible.”
Daba también su brochazo en 1879 el hermano
tres puntos Goblet d'Aviella, uno de los sobresalientes de la cofradía belga y
aún europea, con estas frases:
“La
masonería da muestra de que fuera de ser una filosofía, la filosofía del
progreso, es a la par una religión, la religión del ideal... se asocia para
dedicar templos al culto que sobrevivirá a todos los cultos, por estar basada
en la concepción progresiva de la naturaleza.”
El hermano tres puntos Bazot, secretario general del G. O., franceses, en su Cuadro histórico, filosófico y moral de la
masonería, es más rasgado y con más denuedo planta la bandera:
“Nuestra religión, clama, es la religión
natural, primitiva, la religión única, universal e inmutable: esta es la
francmasonería.”
El hermano tres puntos Calógero Klein nos hace saber en su ritual (Génova, 1865, pág. 54) que en los Estados Unidos “la masonería es
la religión predilecta.”
El hermano tres puntos Pavia en el ritual del primer grado (Roma, 1874, p. 36) pregunta, si la masonería es una religión, y
responde:
“¿Cómo
no?... es la más clara, la más sencilla de las religiones, y cuidado en no
confundirla con otras.”
Del
grado del Gran Pontífice, que es el 13, se lee en los rituales:
“Este
grado por entero está dedicado al Pontífice de la religión universal y
regenerada.”
Por fin, no hay en la confraternidad grado
alguno, en que más o menos detenidamente, de más cerca o más lejos, con más o
menos camándulas o desvergüenza, no se saque a relucir la religión con teorías,
máximas, o emblemas o formalidades impías, en que por fas o por nefas no se aluda al Dios sacrosanto
para ultrajarle, a las cosas y personas sagradas para arrastrarlas por el lodo,
a la Iglesia para calumniarla y llenarla de improperios, al falso Dios
masónico, que es demonio verdadero, para exaltarle y engrandecerle.
Cargada de razón exclama la Civiltá Cattolica
(Vol. 12, ser. 15, p. 545):
“¿Cómo escatimar a esta sociedad su carácter
religioso, si lo predica con todos sus actos oficiales?
“El
lugar de sus aquelarres es el templo y éste adornado de altares, delante de los
cuales se postran, oran, prestan juramentos y oyen el sermón que con nombre de
catecismo les echa el oficiante. Además del altar mayor levantan algunas veces
otros colaterales, el del holocausto por
ejemplo, o el de los perfumes para ciertas
iniciaciones distinguidas, y doblan la rodilla delante de la efigie de la
Verdad que a veces es de carne y hueso vestida con traje de Diosa Razón a la
moda parisiense. En el templo se remedan el bautismo,
la confirmación, la confesión
(estas dos las pasa en blanco la Civiltá), la comunión
con tortitas de pan dulce, el matrimonio y
las exequias por los difuntos. Los nuevos templos
se inauguran con ceremonias religiosas. En algunas logias de mopsas se canta el
Veni Creator contrahecho y desfigurado, se
inciensa como consagradas a la divinidad a ciertas hermanas sostenidas en alto,
púdicamente cubiertas por todo vestido o cendal con las insignias del grado. El
hermano tres puntos Rosa – Cruz ejerce de sacerdote o ministro ordinario y
reconoce por prelados suyos al Jefe del Tabernáculo y al Gran Sacrificador, en
las funciones rituales ornado éste de mitra, asistido de ministros revestidos
de sobrepelliz y estola, Hermanos Levitas que los llaman. Tienen además un Sumo
Pontífice con tantas ínfulas, que mira sobre el hombro al Pontífice de la Santa
Iglesia.
“Por prescripción ritual se inciensa al Bafomet, que es una deforme estatua con cuernos,
hocico y miembros de chivo, y para que nada falte, se dice la Misa... sí,
porque el remate de la iniciación del Rosa – Cruz es una Misa celebrada por el
iniciante en una mesa, dígase altar, cubierta de un mantel, y sobre éste
colocados el pan y el vino, contenido éste en una copa grande dicha el cáliz. El celebrante, hace, ademán de consagrar el
pan y el vino y en seguida los distribuye diciendo: Comed y dad a los que
tienen hambre; bebed y dad a los que tienen sed. Y de esta suerte comulga a los
concurrentes.”
Hasta aquí la Civiltá.
¿No
bastan los testimonios calificados que acabamos de hilar, sin los que nos dejamos
en el tintero en obsequio de la brevedad? ¿No bastan las acotaciones urgentes de los ceremoniales para evidenciar,
que la secta no solamente está empapada de religión de punta a punta, sino que
en hecho de verdad es ante todo y sobre todo religiosa? ¿Qué dirán a esto los
fulleros taimados, qué los poco advertidos que se empeñan en darle por
exclusivo lema y oficio la política? Si bien a los segundos aminora su
culpa su ignorancia supina de las
interioridades sectarias, sin limpiarlos
empero de la nota de liviandad y precipitación en sentenciar tan de plano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.