viernes, 21 de abril de 2023

MEDITACIÓN EL PECADO MORTAL MERECE PENA ETERNA


 



I. Es artículo de fe que todo hombre que muere en pecado mortal es condenado al fuego del infierno. Después de millones y millones de años, esas míseras víctimas de la cólera de Dios estarán apenas comenzando recién su suplicio. Implorarán la muerte, más ella no acudirá en su auxilio. Eternidad, ¡qué espantoso es tu recuerdo!

 No nos pide Dios sino muy poco para que evitemos esta muerte eterna, y no queremos obedecerle (San Agustín).

 

II. Es justo que los pecadores sufran suplicios eternos, puesto que ofendieron a una Majestad infinita. Es preciso que los condenados sufran tormento mientras perduren en estado de culpa; ahora bien, en él permanecerán durante toda la eternidad, porque han muerto en su crimen y en el infierno no hay perdón que esperar. Los condenados conocieron cuando vivían a qué desgracia se precipitaban pecando; Dios los amenazó con ella para apartarlos del pecado; no obstante, ellos prefirieron ofenderle. ¿No es justo, acaso, que el impío viva siempre para sufrir siempre, puesto que hubiera querido vivir siempre a fin de poder pecar siempre?

 

III. Los condenados no podrán, mediante ningún sufrimiento, purificarse ni siquiera de un solo pecado mortal. Tanta es la malicia del pecado que si Dios lo castigara según el rigor de su justicia, ni la suma de satisfacciones de todos los hombres, aun cuando sufriesen penas infinitas durante toda la eternidad, podría expiar una sola falta mortal: es un Dios el ofendido, y es un hombre el que satisface. En fin, Dios es justo, y si castiga un solo pecado mortal con una eternidad de penas, es porque el pecado merece este espantoso castigo.

 

El pensamiento del infierno.

Orad por los herejes y los cismáticos.

 

Comentario del blog SMA: Santo Tomás de Aquino comentando el pasaje de Isaías 38, 10 “Yo dije: en medio de mis días bajaré hasta las puertas del infierno” nos enseña: “Pues quien desciende allá (al infierno) frecuentemente en vida con el pensamiento, no es fácil  que descienda al morir, porque tal pensamiento aparta del pecado. En efecto, vemos que los hombres de este mundo se guardan de cometer delitos por miedo al castigo temporal; por consiguiente, ¡cuánto más ha de guardarse por miedo al castigo del infierno, que es mayor en duración, intensidad y número de tormentos! “Acuérdate de tus postrimerías, y no pecarás jamás” (Eccli 7,40). El Concilio de Trento (1551) definió que es verdadero y provechoso dolor la detestación de los pecados por temor a la perdida de la eterna bienaventuranza y el merecimiento de la eterna condenación. Es el dolor imperfecto o de atrición. El cura de Ars nos dice: que para hacer una buena confesión de nuestros pecados, es necesario la Contrición de nuestros pecados, y es Dios quien la da, y es a Él a quien debemos pedirla. El  Cura de Ars nos dice que la Contrición es la firme intención de no recaer más en los pecados ya confesados. Incluso enseña que existe multitud de confesiones mal hechas por defecto de Contrición.


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