Todos
los que quieren vivir virtuosamente según Jesucristo, han de padecer
persecución. (2 Timoteo 3, 12)
I. La virtud es perseguida en el mundo; no es su centro, ni el lugar de
su reposo. Prepárate a sufrir los insultos de los hombres, si quieres vivir
como servidor de Jesucristo. El discípulo no es más que su maestro. ¡Qué
dicha para mí, dulce Jesús mío, ser maltratado como Vos, y por amor vuestro!
¡Oh mundo infiel, cuán agradables me resultan tus persecuciones, pues me hacen
amigo de Dios! ¡Oh siglo, qué culpable que eres!
¡Para hacer felices a tus amigos, los haces
enemigos de Dios! (San
Bernardo).
II.
No te inquietes
por lo que el mundo diga de ti; el mundo es un insensato que no juzga sino por
pasión. Trata de contentar a Dios y a tu conciencia, y deja que hable el mundo
y sus adoradores. Empero,
combate con tus palabras sus falsas máximas, y con la santidad de tu vida sus
malos ejemplos; prepárate a sufrir afrentas, burlas y calumnias, que son la
copa que prepara para los discípulos de Cristo.
Di con San
Pablo: Si
yo agradase a los hombres, no sería servidor de Jesucristo.
III. Persevera
constantemente en la práctica de la virtud, sin mirar nunca atrás; resiste
todos los ataques del mundo; es el modo de vengarte noblemente de este enemigo
de tu virtud; dejará de atacarte cuando reconozca que eres invencible. Ruega
a Dios por aquellos que te proporcionan la ocasión de practicar la paciencia.
Tus oraciones y tus buenos ejemplos harán, con harta frecuencia, que tus
perseguidores te admiren y te imiten.
Amad el
desprecio del mundo.
Orad por
las congregaciones religiosas.
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