I.
El hombre ha sido creado a imagen de Dios: su memoria, su inteligencia y su
voluntad son imagen de un Dios en tres Personas. Debes, pues, hacer de suerte
que estas tres facultades de tu alma se asemejen lo más posible a su modelo.
Para esto, es preciso que la memoria continuamente se acuerde de la
omnipotencia del Padre, que la inteligencia considere la sabiduría de
Jesucristo, que se hizo hombre para salvar a los hombres, y que la voluntad se
abrase toda con el fuego del Espíritu Santo.
¡Que
Os ame, oh Dios, que sois la vida de mi alma! (San
Agustín).
II.
El
pecado desfiguró enteramente esta imagen de Dios impresa en tu alma y la
recubrió con la vergonzosa imagen del demonio, pues el pecador es semejante al
demonio y no tiene rasgo alguno de semejanza con Dios. ¿A
quién te asemejas tú? ¿Tus acciones no llevan impreso el sello de algún vicio?
III.
Has de devolver a tu alma su antigua belleza; Jesucristo es el modelo que debes
tener continuamente ante tus ojos, a fin de hacerte semejante a Él. Para
esto, es preciso tener la corona de espinas en la cabeza, la hiel y el vinagre en
la boca, es preciso estar cargado de oprobios, sufrir todo, emprender todo por
la gloria de Dios.
Cada
uno es el pintor de su propia vida: la voluntad dirige al pincel, las virtudes
son los colores, y el modelo es Jesucristo
(San
Gregorio Niceno).
La devoción
a las santas imágenes.
Orad por
la conversión de los protestantes.
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