domingo, 19 de febrero de 2023

“DE LA ORACIÓN”. Por el R. P. ANGEL MARÍA DE ARCOS. S.J. (Primera parte).



 



Pregunta. — Decid: ¿Qué cosa es orar?

Respuesta. — Levantar el corazón a Dios.

P. — ¿Qué se hace en la oración?

R. — Adorar a Dios nuestro Señor y alabarle, agradecerle y suplicarle, conocerle más y amarle, llorar nuestra ingratitud, y ofrecernos a imitar las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo.

 

   En la oración hablamos con el Rey del cielo con el fin principal de alabarle, poderle servir e ir al cielo. A Dios y al cielo hemos de dirigir entonces nuestros pensamientos y afectos, orando de lo íntimo de nuestro corazón y no sólo con los labios, y procurando alejar de nosotros cuanto nos distraiga. La oración es un acto nobilísimo; porque si se estima en mucho ser admitido en audiencia ante un príncipe terreno, ¿cuánto más hemos de apreciar el tener esa audiencia con el mismo Dios, Señor el más poderoso y bondadoso, que nos da cuanto somos y tenemos, que murió por nosotros, a quien tanto nos importa aplacar, único; que puede remediarnos en todas las necesidades y llevarnos al cielo? Algunos no hablan con Dios sino para pedirle. Nótese bien todo lo que el Catecismo dice que  se hace en la oración, y cuide cada cual de poner por; Obra, uno después de otro, todos esos actos de que están llenas las oraciones que usa la Iglesia. El adorarle humillando nuestro espíritu ante la Majestad divina, y abajándolo hasta el polvo de la tierra; sirve para levantar el corazón hacia el cielo, y es la reverencia y saludo con que nos ponemos en la presencia de Dios, persignándonos y santiguándonos en seguida devotamente.

   El alabarle por su grandeza y darle gracias por sus beneficios, hace propicio al Señor para que despache nuestras súplicas.

   Estos son los memoriales que le presentamos, y con los demás actos acabamos de ganarnos su voluntad y sacamos por fruto de la oración lo que más le agrada, y lo que para nosotros es más útil, a saber: el servir a Dios, imitando las virtudes de Jesucristo en el cumplimiento de cuanto quiere de nosotros, que es la práctica de nuestros deberes.

 

P. — ¿De cuántas maneras es la oración?

R. — Mental o interior y vocal o exterior, que llamamos rezar, pudiendo juntarse y alternarse la una con la otra.

 

   Sin la oración mental no suele hacerse bien la vocal. Los que puestos en oración piensan despacio y en silencio, que esto es meditar, alguno de los cuatro Novísimos, o un paso de la vida o pasión de Jesucristo, y al mismo tiempo consideran lo mal que sirven a un Señor tan grande y tan bueno; se sienten profundamente penetrados del santo temor y amor de Dios, conocen la propia vileza y penetran la malicia de sus pecados, con lo cual prorrumpen espontáneamente, ayudados de la gracia, en actos de contrición perfecta, en propósitos de enmendarla vida, y en súplicas pidiendo a Dios que los ayude.

   Así, de la oración mental se pasa a la vocal, y se junta la una con la otra rezando pausada y consideradamente, tanto que, rezando solos, es bueno a veces irse deteniendo, como el tiempo de un resuello, entre una palabra y otra, diciendo así el Padre-Nuestro, la Salve u otra oración. También se puede reflexionar un rato en un Mandamiento o en una virtud, suplicando el perdón de lo mal hecho y proponiendo enmienda. El Libro de la oración y la Guía de pecadores, ambos por Fray Luis de Granada, son excelentes para leerse y meditarse. Por lo menos, nunca nos hemos de poner a rezar sin pensar antes, que vamos a hablar con Dios, y recoger el pensamiento y atención á lo que recemos. El que muchos se fastidien rezando, procede de que rezan maquinalmente, como lo haría un papagayo.

 

P. — ¿Es preciso orar?

R. — Sí, que quien no quiere orar se condena; y Dios nos encarga la costumbre de orar.

 

   Así lo ha establecido la divina Providencia; nos concede las primeras gracias antes de pedírselas, pero quiere que con esas gracias le pidamos otras; y esto constantemente, como mendigos de Dios, reconociendo nuestra continua miseria, y que de Dios esperamos como de Padre nuestro que es, todos los bienes. No hay santo que no se haya dado a larga, fervorosa y constante oración, y en ella negociaban con Dios todas sus cosas.

 

EXPLICACIÓN DEL CATECISMO CATÓLICO BREVE Y SENCILLA (Año 1898)

 


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