sábado, 12 de noviembre de 2022

MEDITACIÓN SOBRE LAS PENAS DEL PECADO


 



I. Tal es el odio de Dios por el pecado, que no hay suplicios que no emplee para castigarlo en esta vida y en la otra. En esta vida, el pecado nos priva de la gracia de Dios, echa al Espíritu Santo de nuestro corazón y nos despoja de la calidad de hijos de Dios para hacernos esclavos del demonio. Por el pecado, perdemos nuestros derechos al cielo y los méritos que hemos adquirido mediante nuestras buenas obras. En una palabra, nos hacemos enemigos de Dios y objeto de su cólera. Un solo pecado mortal atrae sobre nosotros todos estos males.

 

II. En la otra vida, un solo pecado mortal nos precipitará al infierno, es decir, que el pecador perderá el paraíso y será privado de la vista de Dios; será atormentado en todas las partes de su cuerpo y en todas las facultades de su alma durante toda la eternidad. Así es como los demonios y los condenados desde ahora son castigados; y es justo que sean castigados durante toda la eternidad, porque han querido vivir sin fin para pecar sin fin (San Gregorio).

 

III. No puedes proporcionar mayor placer al demonio, tu más cruel enemigo, que ofendiendo a Dios. Nada puedes hacer más desagradable a Dios, a Jesucristo, a la Santísima Virgen y a toda la corte celestial, que cometer un pecado. Nada puedes hacer más perjudicial a tu alma. ¡Desventurado de mí! ¿Por qué precipitarme tan contento en el infierno? ¡Para agradar al demonio, que sólo me hizo el  mal, ofendo a Dios que tanto me ha amado!

 

   Huid del pecado. Orad por el Papa.

 


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