Capítulo
V.
GENSERIC
EL GODO.
En el reino de Genseric, el Rey arriano de
los Godos, uno de los favoritos cortesanos del Rey, el Conde de Armogasto, fue
convertido del arrianismo a la Iglesia Católica.
El Rey, oyendo el hecho, se enfureció de tal
manera que llamó al joven noble a su presencia y trato por todos los medios en
su poder inducirle a rechazar su Fe y volver a la secta arriana. Ni las
amenazas ni las promesas le importaron. El Conde rehusó toda insinuación y conservó
su nueva Fe. Genseric dio rienda suelta a su furia y ordenó que ataran al joven
con fuertes cuerdas y que los fornidos verdugos las apretaran con todas sus
fuerzas. El tormento era inmenso pero la víctima no mostraba señales de dolor.
Repitió por dos o tres veces “Jesús,
Jesús, Jesús”,
y las cuerdas se ablandaron como telas de araña y cayeron a sus pies.
Enfurecido sin medida el tirano, ordenó
ahora que fueran traídos tendones de bueyes, tan fuertes como el alambre. El
Conde fue atado de nuevo y el Rey pidió a los verdugos que usaran todas sus
fuerzas. Una vez más, su víctima invocó
el nombre de “Jesús”.
Y las nuevas ligaduras como las viejas se aflojaron como hilos. Echando espuma por
la boca de odio, ordenó que el mártir fuera atado por los pies y colgado de la
rama de un árbol, cabeza abajo.
Sonriendo a esta nueva moda de tortura, el
Conde Armogasto cruzó los brazos en su regazo y repitiendo el Santo Nombre, se
durmió tranquilamente como si estuviera echado en la más suave y cómoda cama.
“LAS
MARAVILLAS DEL SANTO NOMBRE”
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