sábado, 28 de septiembre de 2024

Sermones sobre los demonios – Por Jacques-Bénigne Bossuet.


 



   Que hay en el mundo cierta clase de espíritus malignos que llamamos demonios, además del testimonio evidente de las divinas Escrituras, es algo que ha sido reconocido por el común consentimiento de todas las naciones y de todos los pueblos. Lo que los llevó a esta creencia fueron ciertos efectos extraordinarios y prodigiosos que sólo podían relacionarse con algún mal principio y alguna virtud secreta cuya operación era maligna y perniciosa. Las historias griegas y romanas nos hablan en varios lugares de voces escuchadas inesperadamente y de varias apariciones fúnebres que ocurrieron a personas muy serias y en circunstancias que les daban mucha confianza. Y esto lo confirma aún más esta ciencia oscura de la magia, a la que se han dedicado varias personas excesivamente curiosa en todas partes de la tierra. Los caldeos y los sabios de Egipto, y especialmente esa secta de filósofos indios que los griegos llaman gimnosofistas, asombraron al pueblo con diversas ilusiones y con predicciones demasiado precisas para provenir puramente del conocimiento de los astros. Añadamos también ciertas agitaciones y espíritus y cuerpos, que incluso los paganos atribuían a la virtud de los demonios. Estos oráculos engañosos, y estos terribles movimientos de los ídolos, y los prodigios que sucedieron en las entrañas de los animales, y tantos otros accidentes monstruosos de los sacrificios de los idólatras, tan famosos en los autores profanos, ¿a qué los atribuiremos nosotros, cristianos? ¿Si no fuera por alguna causa oculta que se complace en mantener a los hombres en una religión sacrílega mediante milagros llenos de ilusión, sólo podría ser maliciosa? Tanto es así que los seguidores de Platón y Pitágoras, que de común acuerdo son los que de todos los filósofos han tenido mayor conocimiento y los que han investigado más curiosamente las cosas sobrenaturales, han afirmado como una constante de verdad que había demonios, espíritus de naturaleza oscura y maliciosa, hasta entonces que ordenaban ciertos sacrificios para apaciguarlos y hacerlos favorables a nosotros. Ignorantes y ciegos que eran los que pensaban apagar a través de sus víctimas este odio furioso e implacable que los demonios han concebido contra el género humano, como os mostraré a su debido tiempo. Y el emperador Juliano el Apóstata, cuando por odio a la religión cristiana quiso hacer venerable el paganismo, viendo que nuestros padres habían descubierto con demasiada claridad su locura, decidió enriquecer con misterios su impía y ridícula religión; observó exactamente las abstinencias y sacrificios que estos filósofos habían enseñado; quería hacerlos pasar por instituciones santas y misteriosas tomadas de los viejos libros del Imperio y de la doctrina secreta de los platónicos. Ahora bien, lo que te digo aquí sobre sus sentimientos, no te convenzas de que es para sustentar lo que creemos por la autoridad de los paganos. No permita Dios que olvide tanto la dignidad de este púlpito y la piedad de esta audiencia, como para querer establecer por razones y autoridades extranjeras lo que tan manifiestamente nos enseña la santa palabra de Dios y la tradición eclesiástica; pero pensé que no sería inútil señalaros en este lugar que la malignidad de los demonios es tan grande que no pueden ocultarla, y que incluso fue descubierta por los idólatras, que eran sus esclavos y de quienes eran las deidades.

 

   Intentar ahora demostrar que existen demonios mediante el testimonio de las Sagradas Cartas, ¿no sería un esfuerzo inútil, ya que es una verdad tan reconocida y que nos es atestiguada en todas las páginas del Nuevo Testamento? Por lo tanto, para aprovechar el poco tiempo que nos hemos reservado para alguna instrucción más útil, iré con asistencia divina a reconocer a este enemigo que avanza tan decididamente contra nosotros, para daros un informe fiel de sus progresos y de sus progresos. . sus diseños. Os diré ante todo, con los santos Padres, de qué naturaleza son estos espíritus malignos, cuáles son sus fuerzas, cuáles son sus máquinas. Después intentaré explicaros las causas que les llevaron a declararnos una guerra tan cruel y sangrienta. Y como espero que Dios me dé la gracia de afrontar estas cosas, no mediante preguntas curiosas, sino mediante una doctrina sólidamente cristiana, no será difícil sacar de ella una importante instrucción, mostrándome de qué manera debemos resistir  esta legión de demonios, enemigo nuestras almas.


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