jueves, 6 de febrero de 2025

EL SANTO MISTERIO DE CERVERA (DÍA 6 DE FEBRERO).

 




Vicario de la parroquia de Martorell, villa de Cataluña, era el presbítero Jaime Albesa, cuando el cumplimiento de sus deberes sacerdotales le llevó junto al lecho en que yacía enfermo y no muy lejos de entregar su alma al Criador, un soldado español que quería morir como católico.

 

   No escasos auxilios debió de prestar el sacerdote al soldado, si hemos de juzgar por el agradecimiento con que éste recompensó el celo caritativo del ministro del Señor. En efecto; ya próximo a morir, refirió el soldado que había entrado con el ejército de Carlos V en Roma en 1527 y tomando parte en el saqueo de la capital del orbe cristiano, habíase traído una partícula de un pedazo de la cruz del Redentor guarnecido en oro y piedras preciosas; mas ya que la divina Providencia había dispuesto que él, poseedor de este tesoro, enfermase en Martorell, sin esperanzas de vida, acataba el divino beneplácito, y regalaba aquella inestimable reliquia a Jaime Albesa, como sacerdote, y por haberle asistido en su última enfermedad.

 

   Pasaron los años, y habiéndose retirado Albesa a Cervera, su patria, depositó en su iglesia parroquial, en la capilla de San Nicolás, el “Lignum Crucis”, que allí permaneció en el olvido hasta que Dios permitió que en honor de aquella santa reliquia se realizaran grandes portentos, algunos de los cuales constan en proceso auténtico, y sobre todo el siguiente:

 

   Los señores cura párroco y jurados del Tarros, lugar de Urgel a tres leguas de Cervera, suplicaron a la comunidad de la iglesia mayor de esta ciudad que les diese alguna partícula del “Lignum Crucis” que tenían, y que efectivamente procedía del “Santo árbol de la Cruz”, pues así lo habían manifestado, por boca de los posesos, espíritus malignos al párroco de Tarros, al practicar exorcismos.

 

   Para conceder lo que se solicitaba, en 6 de Febrero de 1540, un sacerdote, a vista de muchos clérigos y seglares, sacó de la capilla de San Nicolás el fragmento de la “Santa Vera Cruz”, pero no consiguió su intento de cortar un pedacito de la reliquia. Llamó su atención aquella resistencia, y atribuyendo la ineficacia de su esfuerzo al corte del cuchillo, púsose a examinarlo, y con espanto suyo y de los allí presentes, vióse que, sin haber salido de sus manos ni una gota de sangre, como teñido en ésta parecía el cuchillo.

 

   Tomó entonces el Sacerdote en sus manos la santa reliquia, y al romper, ya fácilmente, con los dedos una parte de ella, se desprendió una ancha gota de sangre que, dividiéndose en dos, cayó sobre un papel que había bajo la reliquia, oyéndose en aquel instante un fuerte y espantoso trueno, aunque era muy notable la serenidad de la atmósfera.

 

   Era patente el milagro, y por él conmovidos hondamente todos los que allí se encontraban, exclamaron de consuno: ¡Oh gran misterio! Acudieron muchos a adorar la divina Omnipotencia, prorrumpiendo siempre en la misma frase de admiración ¡Misterio! ¡Misterio!, y con esta expresión se ha seguido designando aquel prodigioso “Lignum Crucis”, “La Santa Vera Cruz de Cervera”, en cuya honra se ha instituido con autoridad del Sumo Pontífice fiesta de guardar en dicha ciudad y en todo su deanato (jurisdicción perteneciente al Deán), y por cierto muy celebrada.

 

   En la solemnidad que hoy se conmemora y a la cual es justo que nos unamos, siquiera sea en espíritu, para rendir el debido culto a aquel fragmento de la cruz empapado en la sangre del Salvador, y decirle con toda el alma: “Ave, crux, spes única”: ¡Oh Cruz, esperanza única, los cielos y la tierra te bendigan!

 

LECTURA DOMINICAL – Año 1898


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