domingo, 4 de agosto de 2024

Las marcas que salvan. (Autor anónimo).

 


Se cuenta de un hombre que ante la inminencia de la muerte, y a las puertas del juicio, era asaltado por pensamientos de temor, pues se sabía gran pecador y falto de obras. De hecho, después de recibir los sacramentos con poca disposición y con la misma frialdad con la paso su vida, así partió esta pobre alma al juicio “Al que los mismos Santos tienen terror” –¿Qué será de mi alma se decía este pobre pecador?– En un segundo, Nuestro Señor Jesucristo le mostro toda su vida, cargada de los más terribles pecados. Los demonios se relamían por el alma que reclamaban para sí, y así le decían a tan justo Juez, –¡sus manos! mira, ¡sus manos!– ¡Pobre alma! ya sentía todo el horror del infierno, pues, esas manos estaban vacías. –¿Dónde están tus frutos?–  ¿Dónde tus obras?– Esta pobre alma ya, recordaba no sin espanto, que había leído en las Escrituras donde van a terminar aquellos que pasaron por el mundo, tan vacíos de méritos. 

 

María siempre junto a su hijo, pues así será por toda la eternidad, contemplaba con humilde silencio esta terrible escena, y cuando el justo Juez ya, a punto estaba por dictar la inexorable sentencia, y los demonios alborotados, ya veían a un alma más cómo ganancia. La Madre, levanta la mano derecha y señala unas marcas en la rodilla de esta pobre alma. Con que sorpresa los demonios vieron con espanto aquellas marcas. ¡Que Sorpresa para la misma alma! ¿Qué es lo que la Madre del Cielo veía? ¿Qué hasta demonios gritaban de dolor por la presa que ya tenían por segura ? Son las marcas que quedan en quienes, por mucho tiempo pasaron arrodillados rezando El Santo Rosario.

 

Nuestro amoroso y misericordioso juez, que murió en la Cruz para salvarnos, no pudo menos que dirigir una tierna mirada a su Madre, a quien nunca nada se le niega, cuya voluntad es la misma que la de su Hijo, ese Hijo que desde la Cruz nos dio a María por nuestra Madre.

 

Cuando los demonios quisieron protestar, pues ya veían la infinita misericordia de este Juez caer sobre tan pecadora alma, la madre levantando con toda autoridad su mano izquierda, mando a callar a tan viles demonios, enemigos de la raza humana y de nuestra salvación. Los demonio, que no tienen más poder que la Madre de Cristo, quedaron mudos de rabia, y de miedo, pues temen, temen a la Madre de los hombres, y les humilla ser más, vencidos por tan humilde criatura, que por el mismo Dios.

 

Esta pobre alma era perdonada de ir al infierno por haber rezado, no muy bien, pero sí constantemente su Santo Rosario, arrodillado, en la soledad, aparente, pues todo el Cielo acompaña tan hermosa oración, delante de una imagen de la Virgen María, regalo de su madre terrena, de quien aprendió tan sublime oración. Se dice que fue condenado a padecer por mucho tiempo las penas del Purgatorio, pero siempre es visitado y consolado por la Virgen María.

 

Mira tus rodillas, tu que puedes arrodillarte, ¿tienes esa benditas marcas? Quien sabe, pues talvez tú no tengas la misma suerte, ni puedas salvar tu alma tan fácilmente, cómo lo hizo el caso que te he contado.  Rezando con constancia el Santo Rosario.

 

Que hermosa oración, que dulce refrigerio, que hace más liviana la carga de las penas y sufrimientos, que colma de bienes a los pobres que, enjuga las lágrimas de los afligidos, y que abre las puertas del cielo, y arranca a tantas almas del infierno tan temido.

 

Nunca dejes de Rezar tu Rosario, pide a María la constancia de no faltar un solo día de tu vida. Medita la pasión de Cristo y los dolores de su Madre, en cada misterio. Talvez no haya muchas obras en tus manos, pero si la marca de muchos ruegos en tus rodillas.

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