martes, 23 de agosto de 2022

Meditaciones sobre el Inmaculado Corazón de María.


 


De la grandeza del Corazón de María.

   Aquel Corazón es y se llama grande, que está siempre dispuesto a dispensar favores, y mucho más incomparablemente el que, no teniendo en cuenta la ingratitud, ni cualquiera otra suerte de mala correspondencia, está igualmente pronto a dispensarlos, aunque sea a costa de grandes sacrificios. Semejante grandeza de corazón es hija legítima de la caridad, la cual extiende y dilata el corazón para encerrar en el a todos los hombres, sin distinción de amigos, ni enemigos; porque se complace igualmente en hacer bien a todos por amor de Dios y no mide su caridad y beneficencia por la correspondencia que halla en las criaturas, sino por la necesidad y las desgracias de ellas. Tal es puntualmente el Corazón de nuestra augusta Madre. ¡Qué favores, qué gracias, qué beneficios ha dispensado siempre su Corazón a pesar del olvido, de la ingratitud y mala correspondencia de los hombres! ¿Quién, pues, podrá medir la grandeza y anchura de su Corazón? Todos somos testigos de ella, todos la hemos experimentado; porque nadie, dice San Bernardo, acude debidamente a aquel Corazón sin ser consolado por él. A todos nos tiene dentro de sí con maternal afecto, ninguno está excluido de sus favores; a él debemos las gracias espirituales que el Señor nos comunica, la paciencia en los trabajos, el consuelo en las aflicciones, y el remedio de nuestros males. Y aun los pecadores, que viven alejados de Dios, los herejes que le blasfeman y los infieles que le desconocen, y son, por lo tanto, enemigos de Jesús y de ella, deben a la grandeza de su Corazón la vida que tienen, la salud de que disfrutan y todos los bienes naturales y de fortuna. ¡Oh! ¡Cuán inmensa es la grandeza del Corazón de María! ¿Queremos experimentarla, recibiendo de él copiosas gracias? Pensemos en ella, resolvámonos a imitarla, y pidámosle con fervor esta y las demás gracias que necesitamos.

ORACIÓN.

   ¡Oh Corazón de María, cuya grandeza testifica y admira el universo!; comunicádnosla a nosotros, haciéndonos igualmente grandes de corazón, alcanzadnos valor, Madre querida, para olvidar toda suerte de injurias, y ser todo para todos, a fin de ganarlos para Jesucristo. Amén.


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