martes, 12 de noviembre de 2019

El terror institucionalizado – Presbítero julio Meinvielle.





De aquí aparece claro que este sistema de completa y permanente vigilancia de todas las actividades de los ciudadanos en todos sus aspectos ha de derivar en el terror institucionalizado. Se crea en todo el país, comenzando por el Partido y por la Policía Secreta con él conectada, un complejo permanente de culpabilidad, como si se le estuviera traicionando, De aquí, las críticas y autocríticas, las confesiones, las purgas periódicas, ya individuales, ya en masas, que caracterizan al Estado soviético. (Nota nuestra: Esto puede aplicarse a cualquier estado Marxista, de manera solapada) Existe sobre todo esto una abundante literatura, cuya seriedad no puede ponerse en duda. El Partido Comunista,  (Nota  nuestra: Hoy el partido comunista se camuflo con la democracia.) con su policía secreta que le es inmanente, se convierte en una férrea estructura en manos de una camarilla que detenta la totalidad del poder, teniendo a su discreción la vida y el honor de todos y cada uno de los ciudadanos.



   Hay quienes piensan que este terror permanentemente institucionalizado no es intrínseco y esencial al comunismo. No lo creemos. Está en las entrañas de un sistema que con la dialéctica, que es lucha, trabaja sistemáticamente para cambiar la estructura y el funcionamiento del ser humano. Se quiere convertir al hombre en un ser que funcione en sentido contrario al que le piden sus aspiraciones más profundas. Hecho para el ser, la verdad y el bien, se le quiere hacer marchar en el sentido de la nada, de la mentira y del mal. Ya lo dijimos en nuestra primera lección sobre la dialéctica. La dialéctica, en que se funda el comunismo, exige, por su esencia misma, una transformación del hombre sobre la base de la mentira, el odio y el crimen.

   Este problema del “terror institucionalizado”, al que ahora sólo nos referiremos accidentalmente pero que debe ser estudiado con mayor prolijidad al tratar de la guerra revolucionaria, está vinculado con la célebre cuestión examinada en el siglo pasado por Donoso Cortés en su famoso Discurso sobre la Dictadura: “Señores, no hay más que dos represiones posibles: una interior y otra exterior, la religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión está bajo, y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía está alta. Esta es una ley de la humanidad, una ley de la historia”.

   Una sociedad como la intentada por el presunto humanismo marxista —sin religión, sin filosofía, sin política, sin propiedad, sin familia— no puede marchar sino por la fuerza del terror permanente e institucionalizado.


“EL PODER DESTRUCTIVO DE LA DIALECTICA COMUNISTA”

Cruz y Fierro Editores.

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