martes, 29 de julio de 2025

LA PENITENCIA (Ejemplos).


 

   Entró en cierto convento un hombre muy rico, honrado y criado en regalos; y luego que el demonio vio la mudanza de su vida, le acometió representándole la aspereza de la Orden y le tentaba fuertemente para que la abandonase y volviese al siglo. Tan violenta fue la tentación que el fraile determinó salirse de la Orden; y estando en esta resolución, pasó delante de un crucifijo y se encomendó a su misericordia. Aparecióle en esto nuestro Señor y le preguntó:

 

   – ¿Por qué te vas hijo?


   – Señor, respondió, yo me crié en el mundo en mucho regalo y así no puedo sufrir la aspereza de esta Religión, especialmente en el comer y vestir.  

 

   EI Señor, levantando el brazo derecho, mostróle la llaga de su costado manando sangre y díjole:

 

   – Extiende el brazo, y pon aquí tu mano, y úntala con la sangre de mi costado, y cuando te viniere a la memoria algún rigor o aspereza, mójala con esta sangre, y todo, por dificultoso que sea, se te hará fácil y suave.

 

   Y haciendo el novicio lo que el Señor le mandó, a cualquier tentación que le venía, traía a su memoria la pasión de Cristo, y luego se le convertía todo en gran suavidad y dulzura. ¿Qué cosa puede parecer áspera a un hombrecillo y vil gusano, mirando a Dios coronado de espinas y enclavado en una cruz por su amor? ¿Qué no sufrirá y padecerá por sus pecados el que ve padecer tanto por los ajenos al Señor de la majestad?

 

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   — San Pedro de Alcántara, uno de los santos más penitentes, se apareció después de muerto a Santa Teresa de Jesús y le dijo: ¡Oh dichosa penitencia, que tanta gloria me ha valido!

 

   — Los que no quieren hacer penitencia en este mundo, tendrán que hacerla, mal de su grado, en el otro, por toda la eternidad, como dice el Evangelio: “Si no hiciéreis penitencia, todos pereceréis” Luc. Xlll, 5).

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