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sábado, 30 de julio de 2022

San Abdón y San Senén, mártires. – 30 de Julio (+ 250).


 


   Los nobilísimos y portentosos mártires de Cristo Abdón y Senén fueron persas de nación, y caballeros principales y muy ricos en su patria; los cuales siendo cristianos y viendo padecer a los que lo eran graves tormentos y muertes atroces, imperando Decio y persiguiendo crudamente a la Iglesia, se ocupaban en consolar las almas de los que padecían por Cristo, y en dar sepultura a los cuerpos de los que con muerte habían alcanzado la vida. Supo esto Decio: mandóle prender y traer a su presencia, habiéndolos oído, y sabiendo por su misma confesión que eran cristianos, les mandó echar cadenas y prisiones, y guardar con otros cautivos de su misma nación que tenía presos, porque quería volver a Roma y entrar triunfando, y acompañado de todos estos presos y cautivos para que su triunfo fuese más ilustre y glorioso. Hízose así: entró en Roma el emperador con gran pompa acompañado de gran multitud de persas cautivos, entre los cuales iban los santos mártires Abdón y Senén ricamente vestidos, como nobles que eran, y como presos, cargados de cadenas y grillos. Después mandó Decio a Claudio, pontífice del Capitolio, que trajese un ídolo y le pusiese en un altar, y exhortándoles que le adorasen, porque así gozarían de su libertad, nobleza y riquezas. Más los santos, con gran constancia y firmeza, le respondieron que ellos a solo Jesucristo adoraban y reconocían por Dios, y a Él le habían ofrecido sacrificio de sí mismos. Amenazólos con las fieras, y ellos se rieron. Sacáronlos al anfiteatro, y quisieron por fuerza hacerlos arrodillar delante de una estatua del sol, que allí estaba; pero los mártires la escupieron, y fueron azotados y atormentados cruelmente con plomos en los azotes, y estando desnudos y llagados, aunque vestidos de Cristo y hermoseados de su divina gracia, soltaron contra ellos dos leones ferocísimos y cuatro osos terribles, los cuales, en lugar de devorar a los santos, se echaron a sus pies y los reverenciaron, sin hacerles ningún mal. El juez Valeriano, atribuyendo este milagro a arte mágica, mandó que los matasen; y allí los despedazaron con muchos y despiadados golpes y heridas que les dieron, y sus almas hermosas y resplandecientes subieron al cielo a gozar de Dios, dejando sus cuerpos feos y revueltos en su sangre. Los cuales estuvieron tres días sin sepultura, para escarmiento y terror de los cristianos; pero después vino Quirino, subdiácono (que se dice escribió la vida de estos santos), y de noche recogió sus sagrados cadáveres y los puso en un arca de plomo, y los guardó en su casa con gran devoción. Ya imperando el gran Constantino, por revelación celestial fueron descubiertos y trasladados al cementerio de Ponciano.

   Reflexión: Decía Marco Tulio, adulando al emperador Cayo César que acababa de perdonar generosamente a Marco Marcelo: “Has rendido muchas naciones y domado gentes bárbaras y triunfado de todos tus enemigos; pero hoy has alcanzado la más ilustre victoria, porque perdonando a tu enemigo te has vencido a ti mismo”. ¿Pues quién duda que según esta filosofía, mayor victoria alcanzaran los santos Abdón y Senén atados al carro triunfal de Decio, que el otro emperador que acababa de sujetar a los persas? ¡Oh! ¡Cuán grande gloria es padecer afrentas por Cristo! “Más gloriosa, dice san Crisóstomo, es esa ignominia que la honra de un trono real, y del imperio del mundo”.

   Oración: Oh Dios, que concediste a tus bienaventurados mártires Abdón y Senén un don copioso de tu gracia, para llegar a tan grande gloria; otórganos a rastros, siervos tuyos, el perdón de nuestros pecados, para que por sus méritos nos veamos libres de todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SANCTORVM”

 

 


domingo, 24 de julio de 2022

Santa Cristina, virgen y mártir. — 24 de julio (+ 300)


 


   La maravillosa virgen y mártir de Cristo, santa Cristina, nació en Tiro de Toscana, población que estaba junto al lago de Volsena. El padre de la santa niña Cristina se llamó Urbano; era de la ilustre familia de los Anicios, y gobernaba la ciudad en calidad de prefecto, nombrado por los emperadores Diocleciano y Maximiano, cuyos edictos contra los fieles de Cristo ejecutaba con gran diligencia y bárbara crueldad.

 

   El lugar del tribunal fué la escuela en que la niña Cristina aprendió las primeras lecciones de nuestra santa fe, porque asistiendo frecuentemente a los interrogatorios de los mártires, entendió que eran dignos de desprecio los ídolos vanos, y que había un solo Dios verdadero, y que sólo Dios podía dar a los cristianos aquella invencible fortaleza con que triunfaban en los suplicios, y menospreciaban la vida temporal por alcanzar la eterna. Algunas señoras cristianas perfeccionaron la instrucción de la niña, y fué bautizada secretamente.

 

   Diez años tenía no más cuando deseosa del martirio tomó los ídolos de oro y de plata que su padre tenía, los quebró e hizo pedazos y los repartió a los pobres. De lo cual tuvo tan grande enojo su padre, que él mismo la mandó desnudar y azotar cruelmente por sus criados; y no contento con esta crueldad la hizo otro día atormentar con garfios de hierro, hasta arrancarle algunos pedazos de sus carnes, los cuales tomó ella en la mano y los ofreció a su padre, diciendo: “Toma, cruel tirano, y come también, si quieres, esa carne que engendraste.” Mandóla poner después en una rueda de hierro algo levantada del suelo, y debajo encender carbones y echar en ellos aceite; mas el Señor la defendió de este suplicio, y la sacó viva y sana de entre las llamas. Otro día la mandó el padre atar un gran peso al cuello y echar en el lago de Volsena; pero los ángeles la libraron y sacaron a tierra sin lesión alguna, con grande rabia y despecho de su bárbaro padre, el cual imaginando nuevos suplicios, no pudo ejecutarlos, por haber sido hallado muerto en la cama.

 

   Sucedióle en el oficio de juez el no menos cruel Dión, el cual mandó llevar a la santa niña, raída la cabeza, al templo de Apolo; y el ídolo cayo en tierra hecho pedazos; quedo de esto el prefecto tan asombrado  que cayó allí muerto, por cuyos prodigios se convirtieron muchos gentiles a la fe de Cristo.

 

   A Dión sucedió otro juez llamado Julián, no menos impío y feroz; porque mandó encender un horno, donde tuvo a la santa niña por espacio de cinco días, y del cual salió ella alabando a Dios, sin haber recibido lesión alguna. Cortáronle la lengua para que no pudiese invocar a Jesucristo, y sin lengua hablaba y no cesaba de bendecir al Señor. Finalmente fué atada a un madero y asaeteada y con este martirio envió su alma al cielo.

 

   Reflexión: ¡Con qué regocijo sería recibida de los ángeles aquella alma purísima que revestida de la fortaleza de Dios había salido con victoria de tres tiranos y de tan dura y larga pelea! ¡Qué trabajos podemos nosotros padecer por amor de Cristo, que puedan compararse con los que pasó la santa niña Cristina! ¡Verdaderamente es nada todo lo que hacemos por servir a Dios y ganar el cielo! Una niña de diez años como santa Cristina nos cubrirá de vergüenza en el día del juicio, sino sólo servimos a Dios con tan poca generosidad, sino que aun rehusamos aceptar con paciencia las cruces que el Señor nos envía.

 

   Oración: Suplicámoste, Señor, nos alcance el perdón de nuestros pecados la intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Cristina que tanto te agradó así por el mérito de su castidad, como por la ostentación que hizo de tu poder en su constancia hasta la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

 

FLOS SANCTORVM.

 


sábado, 23 de julio de 2022

San Apolinar, obispo y mártir. — 23 de julio (+ hacia el año 75)



 


El apostólico obispo de Rávena y fortísimo mártir de Cristo San Apolinar, fue uno de los discípulos que el apóstol San Pedro trajo consigo, cuando trasladó su cátedra de Antioquía a Roma. Consagróle obispo el mismo príncipe de los apóstoles y le envió a Rávena para que allí predicase el santo Evangelio.

   En llegando Apolinar cerca de aquella ciudad, fué acogido por un militar llamado Treneo, que tenía un hijo ciego, al cual el santo pontífice restituyó la vista. Por este milagro Treneo y toda su casa creyeron en Cristo y fueron bautizados.

   Supo luego este prodigio el tribuno de aquel soldado, y rogó al santo que viniese y sanase su mujer llamada Tecla, que estaba sin esperanza de vida, a la cual Apolinar tomó de la mano, y le dijo: “Levántate sana en nombre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, y cree en él, y entiende que no hay cosa semejante a él en el cielo ni en la tierra”. Y luego se levantó sana la mujer, con lo cual ella, su marido el tribuno y todos los de su familia se convirtieron.

   Doce años se ocupó el santo en predicar la doctrina del cielo en Rávena, y en administrar a los fíeles los santos sacramentos, instituyendo algunos clérigos que le ayudasen; y como ya creciese el número de los cristianos, Saturnino, gobernador de la ciudad, le mandó llamar, y le examinó delante de los sacerdotes de los ídolos, los cuales alborotaron al pueblo y maltrataron y apalearon al santo, hasta dejarlo medio muerto. Mas los cristianos le tomaron y escondieron en casa de una buena viuda cristiana y allí le curaron.

   Toda la vida de este apostólico varón fué una cadena de milagros y persecuciones. Restituyó el habla a un caballero principal llamado Bonifacio, el cual se convirtió con quinientas personas; y los gentiles le hicieron pasar sobre las brasas con los pies descalzos, y visto que no recibía lesión de fuego, le echaron como a nigromántico de la ciudad.

   En la provincia de Emilia resucitó a una difunta, hija de un caballero patricio llamado Rufo; y el juez Mesalino le mandó atormentar en el ecúleo y echar agua hirviendo sobre las llagas.  En la región de Misia sanó un hombre muy principal que estaba cubierto de lepra, y en Tracia hizo enmudecer el oráculo del templo Serapis, y los gentiles, después de haber maltratado bárbaramente al santo les desterraron a Italia. Volviendo a Rávena, los idólatras le amenazaron con la muerte si no sacrificaba al dios Apolo, y por la oración del santo, el simulacro cayó hecho pedazos con grande alegría de los cristianos y rabia de los gentiles, los cuales le hirieron gravemente junto a la puerta de la ciudad.

   Finalmente, después de estos malos tratamientos vivió aún siete días en una casa donde se recogían los leprosos y allí dio su espíritu al Señor.

   Reflexión: Tal fué la vida apostólica de san Apolinar, el cual se sacrificó como hostia viva del Señor, con un martirio prolijo de veintinueve años. Guárdense, pues, los enemigos de nuestra santísima fe de blasfemar diciendo que la religión cristiana es un negocio de ambición y sórdida codicia, porque al exagerar algunos defectos humanos que no podían faltar en una sociedad que no es de ángeles sino de hombres, vituperan calumniosamente al Hijo de Dios que la fundó, y a sus santísimos apóstoles y discípulos, y a todos los santos de la verdadera Iglesia de Dios.

   Oración: Oh Dios, remunerador de las almas fieles, que consagraste este día con el martirio de tu sacerdote, el bienaventurado Apolinar, suplicámoste nos concedas a nosotros tus humildes siervos, el perdón de nuestras culpas por los ruegos de aquél, cuya venerable solemnidad celebramos v. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SANCTORVM”


viernes, 22 de julio de 2022

Santa María Magdalena. — 22 de julio (+ hacia el 66)


 


   La bienaventurada Santa María Magdalena, espejo de penitencia y fervorosísima discípula de Cristo, era hermana de san Lázaro y de santa Marta. Usando mal de la libertad que tenía por estar ya muertos sus padres, y viéndose noble, rica y hermosa, comenzó a darse a los gustos y deleites del mundo, de manera que vino a tener escandalizada toda la ciudad, en tanto grado, que la llamaban la pecadora.

   Dice el Evangelio que el Señor echó de ella siete demonios, por los cuales entienden algunos santos los pecados y vicios de que el Salvador la libró. Porque sabiendo ella que Jesús estaba convidado a la mesa de un rico fariseo llamado Simón, tomó un vaso de ungüento precioso en las manos y entró en aquella casa, y derribada a los pies del Salvador, comenzó a derramar lágrimas tan copiosas, que bastaron para regar los pies de Cristo, y luego los limpió con los cabellos, los besó y ungió con aquel precioso ungüento. Y como el fariseo juzgase que no debía de ser profeta quien se dejaba tocar de aquella pecadora, le reprendió el Señor, y dio a la Magdalena un jubileo plenísimo y remisión de todos sus pecados, enviándola con paz y alegría a su casa. De allí en adelanta comenzó la santa a emplear su caudal, su persona y hacienda en servicio de Jesucristo. Hospedábale con sus hermanos Lázaro y Marta, y habiendo Lázaro caído malo, enviaren las dos hermanas a Jesús un mensajero que le dijese: “SEÑOR, EL QUE VOS AMÁIS ESTA ENFERMO”. Vino el Señor a Betania muy tarde y cuando Lázaro estaba ya muerto y sepultado. Y viendo Jesús las lágrimas de amor y dolor de las dos hermanas, se enterneció y lloró con ellas, y resucitó a Lázaro de cuatro días muerto. Celebraron este gran prodigio haciendo un convite a Lázaro resucitado, el cual comía a la mesa, con Jesús y muchos judíos convidados, y con esta sazón ungió otra vez María los pies del Salvador.

  Le acompaño después en su sagrada Pasión, perseverando al pie de la cruz y ungiendo con aromas el santísimo cadáver de Jesucristo,  y en recompensa de tanto amor fué entre los testigos de la Resurrección que menciona el Evangelio, la primera que vio al Señor resucitado y glorioso. Y parece cosa sin duda que también se halló la santa a la subida de Cristo a los cielos, y en la venida  del Espíritu Santo.

   Finalmente en la persecución que se levantó después de la muerte de san Esteban, María, Lázaro y Marta, con otros discípulos del Señor, fueron puestos en un navío sin velas ni remos, para que pereciesen en el mar. Mas aportando en Marsella, con el admirable ejemplo de su vida y palabras de cielo y milagros que hacían, convirtieron aquella provincia a la fe de Cristo, y se dice que san Lázaro fué obispo de Marsella, y la Magdalena, se retiró a una soledad donde pasó treinta años muy consolada del Señor, hasta que su alma bendita fué llevada al cielo por los santos ángeles.

   REFLEXIÓN: Es mucho para notar (como observa San Crisóstomo) que Santa Magdalena fué la primera que vino al Señor para alcanzar el perdón de sus culpas, usando de todas las cosas que le habían sido instrumento de pecado, para hacer de ellas remedios contra el pecado; porque de los ojos con que cautivaba antes las almas hizo fuentes para lavar la suya; de los cabellos hizo lienzo para limpiarla; de la boca hizo portapaz para recibir la de Cristo; y del ungüento hizo medicina para curarse. Imitemos este ejemplo, y si de los dones que hemos recibido de Dios hemos hecho instrumentos para ofenderle, usemos ahora de ellos para servirle y amarle.

   ORACIÓN: Suplicámoste, Señor, que seamos ayudados por la intercesión de la bienaventurada María Magdalena, a cuyos ruegos resucitaste a su hermano Lázaro, de cuatro días muerto. Tú que vives y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

 

“FLOS SANCTORVM”

 


miércoles, 27 de abril de 2022

San Pedro Armengol, mártir. — 27 de abril. (+ 1284.)


 


El glorioso redentor de los cautivos y mártir de la caridad San Pedro Armengol nació en la Guardia de los Prados, villa del arzobispado de Tarragona, y su apellido queda todavía en la muy ilustre familia de los barones de Rocafort, descendientes de los condes de Urgel y emparentados con los antiguos condes de Barcelona, y reyes de Francia, condes de Flandes y reyes de Castilla y Aragón. Hallóse presente en su nacimiento el venerable padre Bernardo Corbera, religioso de la Merced, el  cual profetizó del niño recién  nacido diciendo: “A este niño un patíbulo ha de hacerle santo.” Crióle su padre Arnoldo como a mayorazgo, noble, rico y deseado: pero ¡oh fuerza de las malas compañías y cuántas torres de virtud has derribado! El ilustre mancebo que parecía un ángel por su piedad e inocentes costumbres, con el ejemplo de otros mozos desenvueltos, bravos y valientes con quienes jugaba y como brioso caballero de su edad probaba con las armas en la mano la destreza y el valor, vino a desenfrenarse de manera, que hacía gala de sus desórdenes y oscurecía su linaje capitaneando una cuadrilla de ladrones. Por este tiempo determinó el rey Don Jaime pasar de Valencia a Mompeller y entendiendo que los Pirineos estaban infestados de salteadores, mandó a Arnoldo que con dos compañías de infantes y algunos caballos limpiase aquellos caminos de bandoleros. Entonces lucharon cuerpo a cuerpo Arnoldo y su hijo Pedro hasta que después de haberse herido, se reconocieron, y el hijo, llenos de lágrimas los ojos, se echó a los pies del padre, con grande arrepentimiento de su mala vida. Partióse de allí a Barcelona y después de hacer una confesión general de todas sus culpas, pidió el hábito de los religiosos de la Merced, y comenzó una vida llena de admirables y extraordinarias virtudes. Ordenándole de sacerdote, y todos los días celebraba la misa con tantas lágrimas que hacía llorar de devoción a todos los que la oían. Rescató en Murcia doscientos cuarenta cautivos, convirtió al bey Almohazen Mahomet, el cual se hizo Mercedario y se llamó Fray Pedro de santa María. Pasando después el santo de Argel a Bugía con Fr. Guillermo, florentino, rescató ciento y diez y nueve cautivos, y para sacar de la esclavitud a diez y ocho niños se quedó en rehenes de mil escudos que ofreció por ellos. Ocho meses estuvo encerrado en un calabozo, padeciendo cada día palos y azotes; y como no llegasen los mil escudos a su tiempo, le condenaron a la horca. Vino ocho días después del suplicio su compañero Guillermo con los mil escudos, y con grande espanto le halló vivo todavía y pendiente de la horca, en la cual dijo el santo: que la santísima Virgen le había sostenido en sus manos. Finalmente después de haber convertido con estupendos pródigos a muchos infieles a nuestra santa fe, entregó su bendita alma al Señor en su mismo convento de Nuestra Señora de los Prados.

 

   Reflexión: La vida admirable de este santo nos manifiesta cuan poderosa es la gracia de nuestro Señor Jesucristo para trocar los corazones de los hombres, hasta hacer de un capitán de bandidos un perfectísimo religioso, un celoso misionero y un gloriosísimo mártir de la caridad. Esta es una excelencia propia de nuestra santa Religión: porque ninguna fuerza ni convicción humana sería bastante para trocar con tan extraña mudanza el ánimo y las costumbres de los hombres, si no interviniera en ello la mano poderosa de Dios.

 

   Oración: Oye, Señor, benignamente las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu glorioso confesar el bienaventurado Pedro, para que consigamos por la intercesión del que tanto te agradó lo que no podemos esperar de nuestros merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

 FLOS SANCTORVM.

sábado, 12 de febrero de 2022

Santa Eulalia, virgen y mártir. — 12 de febrero. (+ 304)

 




   Al tiempo que el presidente Daciano entró en Barcelona para hacer carnicería de los cristianos, vivía retirada en una heredad de sus nobles padres una santa doncella de edad de trece años, llamada Eulalia, virgen hermosísima, y abrasada del amor de Jesucristo, a quien ya había consagrado su pureza virginal.

   Vino a su noticia la crueldad de Daciano, y fué combatida en su corazón de dos contrarios afectos: de tristeza y alegría; de tristeza, porque temía que algunos cristianos flacos no desmayasen en la fe por temor de tan rigurosos tormentos; de alegría, porque deseaba morir por Cristo y juzgaba que era llegado el tiempo en que Dios le quería hacer tan gran merced. Y con este fervor y deseo del martirio, movida del Señor, se salió secretamente de casa de sus padres y se fué al tribunal del juez para reprenderle de la tiranía y crueldad que usaba con los cristianos. Asombróse Daciano al ver una niña como aquella, y oír su reprensión; pero volviendo luego en su acuerdo juzgó que se hallaba ya en uno de aquellos trances, más difíciles en que los mismos niños cristianos habían puesto, debajo de sus pies todo el orgullo y poderío de los tiranos de Roma.

   No contestó, pues, con blandas palabras, como merecía la hermosa y tierna Eulalia, sino con grandes y fieras amenazas. ¿Quién eres tú, le dice, que así te atreves a menospreciar las leyes de los emperadores? Respondió la valerosa y candorosa niña: Yo soy Eulalia, sierva de Jesucristo Hijo de Dios, al cual se debe toda reverencia y adoración, y no a los ídolos vanos. Rugió de coraje el presidente, y quería ver decapitada de un solo golpe a la que así ha hablaba, pero no le estaba bien tomar venganza en aquella débil criatura, y ordenó, que atadas las manos fuese conducida a la cárcel para ver si podían rendirla allí con un cruel castigo de azotes.


   Desnudan, pues, el cuerpo virginal de aquella blanca paloma de Jesucristo, y con bárbara crueldad descargan sobre ella repetidos y fieros golpes hasta dejarla toda bañada en sangre. Pero Eulalia ni se queja ni da un solo gemido, ni muda siquiera el semblante apacible y sereno. Tienden luego aquel santo cuerpecito en el potro y lo atormentan con uñas de hierro, con hachas ardientes, con aceite hirviendo, con plomo derretido y con cal viva. Pusiéronla después en una cruz, y aun en este ignominioso suplicio prevaleció la santa virgen y dejó confusos a los verdugos y al tirano. Finalmente, después de haber sido paseada por la ciudad para espantar con su vista a los cristianos, fué degollada en el campo, donde los cristianos la hallaron por la noche cubierta de nieve, y la sepultaron honoríficamente.

 

   Reflexión: Dígame quienquiera que esto leyere, ¿de dónde le vino a la santa niña tan maravillosa e invencible constancia? Las niñas tiemblan, las niñas se estremecen a la sola vista o imaginación de tales horrores. Claro está: pertenecen al sexo débil y son lo más débil de su sexo. Confiese, pues, todo hombre de sano juicio, que aquí hay un prodigio estupendo de la virtud de Cristo, el cual escogió a una flaca criatura como Eulalia, para hacer ostentación de su fortaleza soberana contra los más poderosos enemigos de su santo Nombre.

 

   Oración: Suplicámoste, Señor, nos concedas el perdón de nuestros pecados por la intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Eulalia, que tanto te agradó, así por el mérito de su castidad, como por la ostentación de tu infinito poder. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

FLOS SANCTORVM – Año 1949

miércoles, 9 de febrero de 2022

Santa Apolonia, virgen y mártir, — 9 de febrero. (+ 252)



 



   Fué santa Apolonia de la ciudad de Alejandría, y vivió toda su vida virgen, con gran recato, modestia y ejemplo. Estaba en aquella ciudad un mago o hechicero, cruelísimo enemigo de los cristianos, el cual, por instigación del demonio comenzó a mover a todo el pueblo para que defendiese su antigua religión y culto de sus falsos dioses, y persiguiese y quitase de sobre la faz de la tierra a los cristianos que la impugnaban y traían, al mundo una nueva y extraña religión y predicaban que un hombre crucificado era Dios. Fueron las palabras de este mago como centellas de fuego que cayeron como sobre yesca seca en los corazones de aquella gente idólatra y perdida, y así los encendió de tal manera que luego entraron en las casas de los cristianos, robando todo lo rico y precioso que había en ellas, y quemando lo que no era tal y atormentando y matando con atroces géneros de muerte a muchos cristianos que hubieron a las manos, entre los cuales fué una Santa Apolonia, virgen, que era ya anciana de edad y de grandes y admirables merecimientos, y muy respetada, en aquella ciudad.  Quisieron persuadirla que negase la fe de Cristo y sacrificase a los dioses; y como la santa estuviese constante y firme, le dieron muchos golpes y le quebrantaron las mejillas, y con gran violencia y furor le arrancaron todos los dientes, y habiendo  hecho una grande hoguera, la amenazaron que la quemarían viva, si no blasfemaba de Cristo.


 

Entonces la santa se detuvo un poco y recogió su alma, e hizo oración al Señor, y encendida de su amor y de aquel fuego divino con que estaban abrasadas sus entrañas, con particular instinto e impulso de Dios, sin el cual lícitamente no lo pudiera hacer, corriendo se arrojó en el fuego, del cual fué consumida, quedando espantados los gentiles por ver que la santa había sido más pronta en tomar la muerte, que ellos en querérsela dar. Sucedió este martirio siendo Papa San Fabián, y Filipo emperador, y lo escribió San Dionisio Alejandrino en una de sus epístolas, que refiere Eusebio Cesariense en su Historia eclesiástica.

 

   Reflexión: Casi desde el mismo tiempo en que la fervorosa mártir Santa Apolonia dió la sangre y la vida por amor de Cristo, comenzaron los fieles a implorar su protección en muchas enfermedades, y señaladamente los que padecían dolores de muelas o de cabeza. Si adolecieres de semejantes males, acude con gran confianza a la santa, haciéndole la siguiente oración que se lee ya en el Breviario antiquísimo de la iglesia de Colonia: “Oh Dios, por cuyo amor la bienaventurada virgen y mártir santa Apolonia sufrió con tanta constancia; que le arrancasen todos los dientes, suplicámoste nos concedas que todos aquellos que imploraren su intercesión, sean libres de males de dientes, y de cabeza, y después de las miserias de este destierro, les otorgues la gracia de que arriben a los gozos eternos de la patria celestial. Por Nuestro Señor Jesucristo, Hijo vuestro, que siendo Dios, vive y reina con Vos en unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.”

 

   Oración: Señor Dios, que experimentaste la constancia singular de la bienaventurada virgen y mártir tuya, Santa Apolonia, cuando le arrancaron con horrible sufrimiento todos los dientes y muelas de su boca virginal, y quisiste que triunfase de la misma impiedad por medio del fuego, concede que los que reverenciamos y hacemos memoria de su sagrado martirio, seamos libres de los dolores del cuerpo y enfermedades del alma. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

 

FLOS  SANCTORVM

de la familia cristiana.

Editorial Santa Catalina (1949)

 

Nota de Nicky Pío: En la versión electrónica de este libro, que se puede descargar en internet, falta la vida de esta santa y mártir. Como tengo el libro físico, pude publicar esta parte faltante en el libro digital.


domingo, 6 de febrero de 2022

Santa Dorotea, virgen y mártir. — 6 de febrero. (+ 308)

 




 Santa Dorotea, tan ilustre en toda la Iglesia latina, nació de nobles padres, en Cesárea de Capadocia, y por su honestidad y grandes virtudes estaba puesta en los ojos de toda la ciudad.

   Por esta causa, luego que llegó a Cesárea el impío gobernador Sapricio, la mandó prender para que escarmentasen en su cabeza los otros cristianos. Ordenóle, pues, que sacrificase a los dioses inmortales, como lo mandaban los emperadores. A esto respondió Dorotea: Dios verdadero y emperador del cielo me ha mandado que a él solo sirva y reconozca por Dios. ¿A quién te parece que debemos obedecer, cuando se contradicen: al emperador del cielo o al de la tierra?

   Enojóse el presidente con estas razones de la santa doncella, y mandó que la desnudasen y atormentasen en la garrucha; pero viendo que perseveraba en el suplicio con ánimo invencible, tomó a dos hermanas que se llamaban Cristeta y Calixta, las cuales habían sido cristianas y por temor de los tormentos habían negado la fe, y encargóles que la tuviesen en su casa y la persuadiesen a hacer lo que ellas habían hecho, prometiéndoles un gran premio si lo lograban. 


Hicieron las dos cuanto pudieron para derribarla, más la santa, trocando sus razones, las persuadió a ellas que reconociesen su culpa, y de nuevo tornasen a la batalla, muriendo gloriosamente por amor de Jesucristo.

   No es para decir el coraje con que salió de sí el feroz presidente cuando supo todo esto. Mandó que fijasen a las dos hermanas juntas por las espaldas, y que las echasen al fuego a los ojos de Dorotea, más como ella, en lugar de espantarse, las animase diciendo: “Id, herma hermanas, id delante de mí al cielo”, el feroz Apricio la condenó a subir de nuevo en la garrucha, y a ser descoyuntada y morir a puros tormentos. Estaba la santa en el suplicio con grande gozo, y decía al tirano: Nunca en todos los días de mi vida he estado tan alegre como hoy: lo uno, por haber ganado a Cristo dos almas que tú le habías quitado, y lo otro, porque espero gozar con ellas de mi Señor.

   Aplicábanle a los costados hachas encendidas, abrasábanle las entrañas, y Dorotea, cuanto más atormentada, más alegre se mostraba, haciendo burla de sus atormentadores. Finalmente, cansados ya los verdugos, y turbado y confuso Apricio, mandó que fuese descabezada, en cuyo tormento entregó su purísima y preciosísima alma al celestial Esposo.


   El mismo día fué martirizado San Teófilo, convertido a la fe por haberle mostrado la santa unas flores del cielo.

 

   Reflexión: Cuando Santa Dorotea se vio en el potro, con grande seguridad y constancia decía al juez: Haz presto lo que has de hacer para que yo vea a Aquél que es mi Esposo y nos convida para que vayamos al paraíso de deleites, donde hay manzanas de admirable hermosura, que duran en su frescura todos los tiempos; en donde hay azucenas y rosas y flores innumerables que nunca se marchitan y fuentes de aguas vivas que jamás se secan, y las almas de los santos que gozan de Cristo.

   Piensa tú también en el cielo, hijo mío, que el recuerdo de aquella eterna gloria, de que puedes gozar dentro de breve tiempo, es suficiente para convertir en miel todas las amarguras de la vida y de la muerte.

   Oración: Concédenos, benignísimo Señor, por la gloriosa Santa Dorotea, tu virgen y mártir insigne, el que despreciemos las cosas de la tierra, y deseemos las del cielo, pues por medio de la santa concediste a Teófilo, el que, despreciada la muerte, llegase a las puertas de tu paraíso eterno. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

 

FLOS SANCTORVM

 


sábado, 5 de febrero de 2022

Santa Águeda (Ágata), virgen y mártir. — 5 de febrero. (+ 251)

 




   Siendo emperador Decio y presidente de Sicilia Quinciano, vivía en Catania una doncella cristiana, llamada Águeda, natural de Palermo, la cual era nobilísima, riquísima, hermosísima y honestísima, que son las cuatro cosas que se estiman mucho en las mujeres. Mandó Quinciano presentarla delante de sí, y así que la vio, luego fué preso de su rara belleza, y olvidado del oficio de juez, se determinó de tomar todos los medios posibles para atraerla a su voluntad, y para cubrir más su intento la entregó a una vieja sagaz, llamada Afrodisia, que tenía cinco hijas muy hermosas y no menos lascivas.

   Treinta días estuvo en aquella mala compañía la castísima Águeda, tan firme en ser cristiana y en guardar su virginidad, que al dar Afrodisia cuenta de todo al presidente, le dijo: Antes se ablandará el acero y el diamante, que Águeda mude de propósito. Oído esto por Quinciano, mandó llamar a la santa y preguntóle: Niña, ¿de qué casta eres tú? — Noble soy, como es notorio por toda Sicilia. — ¿Pues, cómo siendo noble, sigues las costumbres de gente despreciada y vil como son los cristianos? — Porque soy sierva y esclava de Jesucristo, y en eso está mi mayor nobleza. A esto respondió Quinciano: ¿Luego, nosotros que le despreciamos, no somos nobles? Y la santa: ¿Qué nobleza es la vuestra, que se abate a los dioses de piedra y a los demonios? Enojóse el juez con esta respuesta, y mandó que se diese a la virgen una cruel bofetada y la echasen de su presencia.  El día siguiente, después de algunos halagos y vanas tentativas, ordenó que le retorciesen un pecho y se lo cortasen y la encerrasen después en la cárcel, para que allí, sin comer ni beber ni medicinarse, se consumiese de dolor.

  


Pero en aquella necesidad la visitó el apóstol San Pedro, el cual la consoló y restituyó el pecho cortado. Con el resplandor de aquel médico celestial echaron a huir los guardias, y tras ellos huyeron los presos, y ella fué traída de nuevo al tribunal de Quinciano; el cual se espantó de verla tan sana y entera, y como a maga la mandó poner sobre brasas de fuego y pedazos de teja para que a la vez se quemase y lastimase. Volvió por ella el cielo enviando un terremoto, en el cual perecieron dos amigos del presidente, y entonces la santa, que se veía sola en la cárcel, entregó su alma purísima al Señor, dándole las gracias por tantas victorias.

   Poco después recibió su castigo el feroz Quinciano, porque, codicioso de las muchas riquezas que poseía la santa virgen, partió muy acompañado de gente a Palermo para apoderarse de ellas, y al pasar un río, un caballo le mordió en la cara, y otro, a coces, le echó en el río, donde murió ahogado, y buscando su cuerpo nunca se pudo hallar, para que se entiendan los justos juicios de Dios, y cómo al cabo castiga la deshonestidad, crueldad y codicia de los que persiguen a sus santos.

 

   Reflexión: Cuando los verdugos atormentaban y cortaban el pecho a santa Águeda, con ánimo valeroso decía al tirano: Y ¿cómo no te confundes, hombre vilísimo, de atormentar a una doncella en los pechos, habiendo tú recibido el primer sustento de tu vida de los pechos de tu madre? Por los merecimientos de este cruel martirio, innumerables mujeres que padecían en los pechos, invocando a santa Águeda, y acudiendo confiadamente a su celestial protección, han recibido la salud.

 

   Oración: Oh Dios, que entre otras maravillas de tu poder, supiste dar fuerzas aún al sexo más frágil para conseguir la victoria del martirio, concédenos la gracia de que celebrando la victoria de tu virgen y mártir santa Águeda, caminemos hacia ti, por la imitación de sus ejemplos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


FLOS SANCTORVM