sábado, 5 de julio de 2025

¿QUO VADIS, DOMINE? – Pensamientos para el mes de julio.

 


   Cuentan las tradiciones romanas que San Pedro huía, temeroso, de la persecución de Nerón cuando se encontró con Jesús en el camino, con la cruz a cuestas.

 

   «¿Adónde vas, Señor?», pregunta el apóstol. «A Roma», responde Jesús, «y a ser crucificado de nuevo».

 

   Pedro comprendió la lección. 


   Regresó y se sometió valientemente al martirio. Jesús sigue sufriendo. Y hasta el fin de los tiempos llevará sobre sus hombros heridos el enorme peso de nuestros pecados.

 

   La pasión de Jesús continúa en el Sagrario, en el Altar, en el seno de la Iglesia. En el Sagrario, abandonado; en el Altar, profanado; en los hijos ingratos de la Santa Iglesia; en esa legión de almas tibias, cobardes ante la cruz y la persecución de los malvados.

 

   Y cuando huyes del sufrimiento y no quieres luchar por el amor de Dios en este doloroso deber, en esta difícil labor de apostolado y en la vocación a la que has sido llamado, Jesús se te presenta en el camino de la vida con su cruz. ¿Y adónde va? Al Calvario de tu corazón ingrato, donde será crucificado una vez más. Pregúntale como lo hizo San Pedro:

 

   “¿Adónde vas, Señor?” – “¿Quo vadis, Domine?”

 

   ¡Y que la respuesta del Señor, como al Apóstol, os haga retroceder con valentía, luchar por vuestra salvación eterna y sufrir en unión con los méritos de la Sangre Divina derramada en la cruz!

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

 

 


jueves, 3 de julio de 2025

El amor divino triunfa de todo – Por San Alfonso María de Ligorio


 

   Fuerte como la muerte es el amor. Así como la muerte nos desprende de todos los bienes de la tierra, de todas las riquezas, de todas las dignidades, de todos los parientes y amigos, y de todos los deleites mundanos, así cuando reina en nuestros corazones el amor divino, arranca de nosotros todo apego a los bienes de este mundo. Por esto se ha visto a los Santos despojarse de cuanto les ofrecía el mundo, renunciar las posesiones, las altas posiciones y todo lo que tenían, y se han retirado s los desiertos o a los claustros para no pensar más que en Dios.

 

   El alma no puede existir sin amar al Criador o a las criaturas. Examinad a un alma exenta de toda afección terrestre: la encontraréis llena del amor divino. ¿Querernos saber si somos de Dios?  Preguntémonos si estamos despegados de todas las cosas terrenas.

 

   Se quejan algunos de que en los ejercicios piadosos, en sus oraciones, en sus comuniones, en sus visitas al Santísimo Sacramento, no encuentran a Dios. A estos es a quien Santa Teresa dice: Desprended vuestro corazón de las criaturas, y después buscad a Dios, que ya le hallaréis.

 

   No siempre encontrarán las dulzuras espirituales que el Señor no da continuamente en esta vida a los que le aman, sino sólo de cuando en cuando, a fin de aficionarlos a las inmensas dulzuras que les tiene preparadas en el paraíso. Con todo, les deja saborear aquella paz interior, que supera todos los placeres sensuales ¿Puede haber delicia mayor para un alma enamorada de Dios, que poder exclamar con verdadero afecto: Mi Dios y mi todo? San Francisco de Asís pasó una noche entera en un, éxtasis celestial, y durante toda ella repetía de continuo: ¡Mi Dios y mi todo!

 

   Fuerte corno la muerte es el amor. Si viésemos que algún moribundo se llevaba algo de acá abajo, eso sería señal de que no estaba muerto: la muerte nos priva de todo. El que quiere ser, enteramente de Dios, lo debe abandonar todo; si retiene algo, su amor al Señor será débil e imperfecto.

 

   El amor divino nos despoja de todo. Decía el Padre Segneri, el joven, gran siervo de Dios: El amor de Dios es un ladroncillo simpático que nos despoja de todo lo terreno.

 

   A otro siervo de Dios, que había repartido a los pobres cuanto poseía, le fué preguntado, qué era lo que le había reducido a tanta pobreza, y él, sacando el Evangelio de su seno, respondió: Ved ahí lo que me ha despojado de todo.

 

   En suma, Jesucristo quiere poseer nuestro corazón por entero, y no quiere sociedad con nadie en esta posesión. Dice San Agustín, que el Senado romano no quiso decretar la adoración de Jesucristo, porque decía que era un Dios orgulloso por cuanto quería ser él solo el adorado. Y así es. Siendo él el único Señor nuestro, justo es que él solo quiera ser amado y adorado por nosotros con puro amor. San Francisco de Sales dice, que el puro amor de Dios consume todo lo que no es Dios. Así pues, cuando se alberga en nuestros corazones cualquier afición o cosa que no es Dios ni por Dios, debemos ahuyentarla al punto diciendo: ¡Fuera! no hay aquí lugar para ti. En esto consiste aquella renuncia total que el Salvador tanto nos recomienda si queremos ser suyos del todo. Total, es decir, de todas las cosas y especialmente de parientes y de amigos.

 

   ¡Cuántos por agradar a los hombres dejan de hacerse santos! David dice, que los que se esmeran en agradar a los hombres son despreciados de Dios.

   Pero sobre todo debemos renunciar a nosotros mismos, domando el amor propio. Maldito amor propio que quiere entrometerse en todo, aun en nuestras obras más santas, poniéndonos delante la propia gloria el propio gusto.

 

   ¡Cuántos predicadores pierden por esto todos sus trabajos! Muchas veces, aun en la oración, en la lectura espiritual el en la Sagrada Comunión, se introduce algún fin no puro, como hacerse ver, o sentir dulzuras espirituales.

 

   Debemos, pues, dedicar todo nuestro esmero a domar este enemigo, que nos hace perder las mejores obras, Debemos privarnos, cuanto nos sea dable, de todo lo que más nos agrada: privarnos de aquel pasatiempo: servir al hombre ingrato, precisamente porque nos es ingrato: tomar aquella medicina amarga, precisamente porque es amarga.

 

   El amor propio quiere que creamos que no es buena una cosa sino cuando él se halla satisfecho. Pero el que quiere ser todo de Dios, es menester que cuando se trata de alguna cosa de su gusto, se haga fuerza y diga siempre: Piérdase todo y dese gusto a Dios.

 

   Por otra parte nadie está más contento en el mundo que quien desprecia todos los bienes del mundo: el que más se despoja de tales bienes, resulta más rico de gracias divinas.

 

   Asi sabe el Señor premiar a sus fieles amantes. ¡Dios mío! Vos conocéis mi debilidad: habéis prometido socorrer a los que ponen toda su confianza en vos. Señor, yo os amo, confió en vos: dadme fuerzas y hacedme todo vuestro.

 

   También espero en vos, ¡oh Virgen María! mi dulce protectora.

 

martes, 1 de julio de 2025

Cómo el alma debe luchar por la paz plena – Por San Pedro de Alcántara

 



 

   Sobre todo, procúrate la paz que guarda vuestros sentidos; contempla las cosas sin violencia, más bien con libertad de espíritu, y así alcanzarás una gran perfección.

 

   Con esta paz que os ha dado Dios, podéis mirar, orar, escuchar y soportar los más severos tormentos sin dificultad, sin quejaros. Y aunque antes de llegar a este punto encontrarás muchas dificultades en este camino debido a tu falta de experiencia en la vida espiritual, tu alma se llenará de consuelos y cada día que pase obtendrás nuevas victorias y estarás mejor preparado para seguir luchando.

 

   Y si alguna vez experimentas alguna angustia inusual y te parece que has perdido la paz en tu alma, recurre inmediatamente a la oración y persevera en ella, para imitar a tu Salvador, Cristo Señor, quien, como ejemplo nuestro, oró a el Padre tres veces en el Huerto de Getsemaní. Y esto es para que no busquemos otra medicina y no dejemos de usar ésta hasta que nuestra voluntad se vuelva silenciosa y esté completamente de acuerdo con la voluntad de Dios.

 

   Pero si en algún trabajo o empresa, te sobreviene tal tentación o confusión, no te apresures demasiado, ni cedas al afán excesivo de obtener aquello que deseas en un tiempo determinado: sino trabaja con calma y moderación, reflexionando sobre esto: tu principal preocupación es  mantener constantemente la calma en la presencia Divina; y no os importa agradar a nadie, con tal de agradar a Dios.

 

   Tan pronto como ganes la paz, pronto verás qué  otra tormenta y ansiedad se suscitara en tu alma. Y así, cayendo y levantándote continuamente, llegaréis al conocimiento claro de que la fuente de toda nuestra miseria es el amor propio; porque queremos hacer todo a nuestra manera, y cuando no obtenemos lo buscamos rápidamente nos ponemos ansiosos, y al punto perdemos la paz.

 

“PAZ DEL ALMA”


jueves, 26 de junio de 2025

LA FESTIVIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. “Viernes después de la octava del Corpus Christi”


 

   El protestantismo en el siglo XVI, y el jansenismo en el XVII, habían puesto  todos los medios posibles para desfigurar uno de los dogmas esenciales del cristianismo, cual es el amor de Dios a todos los hombres.

 

   Era pues menester que el Espíritu de amor, que rige siempre a la Iglesia, encontrase un medio nuevo para oponerse a la herejía avasalladora, a fin de que la Esposa de Cristo, lejos de ver disminuir su amor a Jesús, lo sintiese acrecentado cada día más y más.

 

   En el culto católico, en esa norma tan segura de nuestra creencia, fue donde se verificó tal manifestación, al instituirse la festividad del Corazón sacratísimo de Jesús.

martes, 24 de junio de 2025

SAN AGUSTÍN PIDE PERDÓN Y AMOR DE DIOS – De las “Confesiones de San Agustín. Libro I. Capítulo V.



 

   


   5. ¿Quién me dará que yo descanse en Vos? ¿Quién me dará que vengáis a mi corazón y le embriaguéis para que olvide yo mis males, y me abrace con mi único bien, que sois Vos? ¿Qué sois Vos para mí? Apiadaos de mí, para que yo hable. ¿Qué soy yo para Vos que mandáis que os ame, y si no lo hago, os enojáis conmigo, y me amenazáis con ingentes miserias? ¿Acaso es pequeña miseria el no amaros? ¡Ay de mí! Decidme, por vuestras misericordias, Señor Dios mío, ¿qué sois Vos para mí? Decid a mi alma: “Yo soy tu salud” (Ps. 34. 3). ¡Decidlo de modo que yo lo oiga! Ved aquí. Señor, los oídos de mi corazón delante de Vos; abridlos y decid a mi alma: ¡Yo soy tu salud! Correré tras esta voz y me asiré de Vos. ¡No me ocultéis vuestro rostro! (Ps. 143, 7). Muera yo (1) para que no muera, con tal de veros.

 

   (1) Alude al Éxodo, 33, 20, donde dice Dios.: No me verá hombre alguno y vivirá.

 

  6. Estrecha es la casa de mi alma para que a elIa vengáis: ensanchadla Vos. Ruinosa está; reparadla. Cosas tiene que ofenderán vuestros ojos: lo sé, y lo confieso; más ¿quién la limpiará?, o ¿a quién, fuera de Vos, clamaré? “De mis culpas ocultas limpiadme. Señor, y de las ajenas perdonad a vuestro siervo” (Ps. 18, 13, 14). “Creo, y por eso hablo” (Ps. 115, 1). Vos, Señor, lo sabéis. “¿Acaso no os he confesado ya mis delitos contra mí mismo. Dios mío, y Vos me habéis perdonado la impiedad de mi corazón?” (Ps. 31, 5). No entro “en pleito con Vos” (Job. 9, 3), que sois la Verdad; “y no quiero engañarme a mí mismo, para que mi iniquidad no mienta contra sí misma” (Ps. 26. 12). No entro, pues, en pleito con Vos; “porque si os ponéis, Señor, a examinar las iniquidades, Señor, ¿quién quedará en pie?” (Ps. 129, 3).

 

“APOSTOLADO DE LA PRENSA”

AÑO 1958.

         

 

sábado, 21 de junio de 2025

NO VINE A TRAER LA PAZ – Por el P. Alberto Moreno S.I.


 



   Él no vino a traer la paz. ¿Y por qué entonces los ángeles anuncian al mundo a su llegada; «Paz a los hombres de buena voluntad»? ¿Y por qué entonces Él mismo nos dice: «Mi paz os dejo, mi paz os doy»?

 

   Porque hay dos especies de paz: la paz de Dios, la paz del mundo.

 

   La paz de Dios, esa que el «mundo no puede dar» según la palabra del Maestro. La paz del mundo, que no puede jamás unirse con la paz de Dios, la única que es verdadera paz.

 

   Y Cristo vino al mundo a darnos la paz de Dios, y no a traernos la paz del mundo.  Al contrario, vino a traernos la espada para luchar contra el mundo. Vino a armarnos soldados y a ponerse Él al frente como nuestro Capitán. Él fue el primero en declarar la guerra al mundo: a su soberbia, a su sensualidad, a su codicia. Y quiere que nosotros, sus soldados, le acompañemos sin descanso en esta guerra.

 

   No puedo ser cobarde: ¡con Él a la lucha!

 

   El mundo odia a Cristo, porque Cristo vino a declararle la guerra, porque no le deja gozar de su paz, paz falsa y engañosa, paz fingida e hipócrita;  esa paz que el mundo pone en el goce de los placeres, en la satisfacción de sus ansias de honor y de gloria, en la abundancia de los bienes terrenos.

 

   Y el mundo me odiará también a mí si con Cristo le declaro la guerra, y guerra a muerte.

 

   Tengo que ser siempre soldado,  y soldado en campaña, listo para el combate, sin temor y sin miedo. El mundo puede luchar contra mí; pero Cristo, mi Capitán, venció al mundo:

 

   Confidite. Ego vici mundum.  «Confía —me dice Él—. Yo vencí al mundo.»

 

   Y con Él, yo también le venceré. Y podré así gozar de la paz anunciada por los ángeles en el día del nacimiento del Príncipe de la paz. Y podré así gozar de la paz que Cristo nos dejó al despedirse para subir al cielo.

 

   Esa es la paz verdadera. Esa es la paz que «el mundo no puede dar».

 

“ENTRE EL Y YO”

martes, 17 de junio de 2025

EL PERDÓN DEL JUSTO Y EL PERDÓN DEL PERFECTO - Por Nicky Pío

 



   Santo Tomás de Aquino dice: Existen dos formas de perdonar la del “justo”, y la del “perfecto”. El “justo” perdona la ofensa al que ofendió, si este último le pide perdón. 


   Pero el “perfecto” pide perdón cuando ha sido ofendido, es decir, pide perdón a quien lo ha ofendido. Por aquello de las Escrituras que dice “Busca tú la paz”.


   Saber esto y practicarlo es muy útil en cualquier tipo  de relación. Por ejemplo: Es común las peleas en el matrimonio, pero si aun teniendo la razón, siendo la parte ofendida, se pide perdón, ayuda mucho a mantener la paz del hogar. Es literalmente lo que hacía Santa Rita, que tenía un esposo con carácter irascible. Practicando el perdón del perfecto, pudo domar a su esposo, y reducirlo a mansedumbre. 


   El Cura de Ars nos advierte que el no perdonar, y las constantes peleas entre los esposos, no es sino la antesala del infierno.

EL GRITO SORDO DE LA ORACIÓN.


 

   

   Cuando tu grito de auxilio no la oyen los hombres por la dureza de su corazón, sólo queda recurrir a la oración confiada. No sólo tu lengua puede proferir sonidos, también tu alma. Cuando se expresa, es tan fuerte su grito que retumba en todo el Cielo.

 

   ¿Pero dónde va mi llamada? Te preguntarás. Cuanto sale del corazón afligido de un hijo de María, este llega directo a su Corazón Inmaculado. Ella no es sorda a los dolores, a los padecimientos, y al peligro de sus hijos, cómo Madre siempre está atenta a sus necesidades.

 

   Lo que no llega con palabras al corazón de los hombres, llega al Corazón de María, con una mirada triste, con un sollozo, con un pensamiento, de muchas formas. Pero sobre todo, con la oración que brota de tu alma.

 

   Sábes hijo mío, que para hablar con Jesús y con María, no nos necesarias las palabras, acaso un persona privada de su voz, es decir un mudo, ¿no puede dialogar con María? ¿No puede rezarle? ¿Nunca te has puesto a pensar en ello?...Que el mundo no te escuche, no significa que no te puedas comunicar con Dios.

 

   El grito sordo de la oración, es muy poderosa, pues en ella se encierra todo tu ser acongojado, todo penar, todo pesar, todo aquello que no sólo no quieren oír los hombres, sino lo que Tú mismo no puedes siquiera expresar. El llanto ahogado de una viuda es una oración, el corazón oprimido de un pobre es una oración, el dolor de un padre con su hijo enfermo es una oración. El llanto de un niño es una oración.

 

   Cuando no puedes más, y caes de rodillas, y tus abrazos lánguidos desfallecen a tus lados.  También es una oración, y siempre será oída, siempre, aunque ni tú mismo lo creas así, pues no está en tu entendimiento, está en tu corazón, que en muchos casos habla, más y mejor que mil palabras. Será talvez por eso, que dijo Nuestro Señor, “no empleéis muchas palabras en la oración” Ya sé de ante mano que necesitáis, y que lo necesitáis.

 

   Por ello, cuando creas que nadie puede oírte, mira al cielo, y reza con todo tu corazón, con todo tu entendimiento, tu Madre no es sorda a tus lamentos, ella no te juzga, ni tus circunstancias, le basta saber que sufres, y quiere consolarte y darte todo su amor… Si el dolor ahogan tus palabras en la garganta, si no puede mirar porque tu vista está nublada por el llanto, es cuando más serás oído, es el grito sordo de tu oración, todo el Cielo se conmueve ante tu padecer, no temas hijo mío, ya está en camino la consolación…

jueves, 12 de junio de 2025

“El Pan de San Antonio” Origen de la Obra.

 



   Comentario de Nicky Pío: Esta era la forma en que se pedía antiguamente a San Antonio, muchos católicos no lo saben. Pueden empezar hoy. Siempre habrá alguien cerca para ofrecer lo que se llama “la limosna del Pan de San Antonio”. No se pierdan esta lectura, y trasmitan esta piadosa costumbre que ya casi desapareció, junto a otras tantas piadosas y beneficiosas costumbres católicas, para el alma y el cuerpo.

 

   En Marzo de 1890, una piadosa señora de Tolón, dueña de una modesta tienda de lienzos situada en la calle de Lafayette, al abrir su almacén observó que habia perdido la llave. Llamado el cerrajero, probó éste cuantas llaves maestras tenia en su taller, y no logrando su objeto, trató de descerrajar la puerta; más la señora Luisa Bouffier, que así se llamaba la dueña del establecimiento, acordándose en aquel instante de San Antonio de Padua, sintióse movida a ofrecerle una limosna de pan en favor de los pobres si se abría el almacén, sin arrancar la cerradura.

 

   —Aguarde Ud., maestro—dijo—acabo de ofrecer una limosna a los pobres si San Antonio hace un milagro; pruebe Ud. de nuevo cualquiera de las llaves que acaba de usar.

 

   Hízolo así y la primera llave que introdujo abrió la puerta sin ofrecer la más pequeña resistencia.

   Grande fué la sorpresa y la gratitud de la piadosa señora Bouffier, y no menos la admiración de las personas que presenciaron el suceso, tanto que algunos días después eran ya muchas las que acudían a San Antonio en sus necesidades, ofreciendo limosnas de pan, y que, cumplido sus deseos, cumplan ellas por su parte dando de comer al hambriento.

 

   Una amiga de la Señora Bouffier, testigo de los primeros milagros, hizo promesa de dar un kilógramo de pan diario durante toda su vida si lograba que cierta persona de su familia abandonase un vicio que desde antiguo le esclavizaba. A poco la gracia fué concedida, el vicio desapareció, y la señora, además de comenzar a cumplir puntualmente su promesa, compró una estatua de San Antonio y se la regaló a la señora Bouffier para que la colocase en un cuartito de la trastienda convertido en improvisado oratorio.

 

   A contar desde ese día fueron innumerables las gentes que comenzaron a acudir a aquel rinconcillo a pagar al Santo los favores y gracias recibidas. Ya era un soldado o un oficial de marina que, partiendo para largo viaje, había prometido a San Antonio cinco francos mensuales de pan si regresaba sin accidente alguno, y lo habia logrado. Ya era una madre que habia pedido y obtenido la salud de su hijo o el buen éxito de un examen; ya era una familia que habia solicitado la conversión de una persona querida que iba a morir; ya era una pobre criada sin colocación o un obrero sin trabajo que habían visto satisfechas sus aspiraciones. Cuantos ofrecían limosnas de pan para los necesitados, obtenían favores a manos llenas.

 

   Era muy natural que las limosnas crecieran. Algún tiempo después ascendía ya a dos mil reales el importe del pan que la señora Bouffier repartía mensualmente a los pobres.

 

“Tomado del Eco Franciscano” – Año 1899.


sábado, 7 de junio de 2025

¡SER AGRADECIDOS!



   En realidad muchas veces vivimos como miserables teniendo muchas riquezas. No sabemos valorar lo que Dios nos ha regalado en el paisaje, en la familia, en los amigos, y en nuestro propio cuerpo. Vivimos echando de menos lo que no tenemos, más que valorando y agradeciendo lo que poseemos.

 

   “Un hombre descontento con su suerte, exclamaba:

 

   — ¡Dios manda riqueza a los demás, y a mí no me da nada! ¿Cómo puedo vivir así?

 

   Un anciano oyó sus palabras y le dijo:

 

   — ¿Eres tú tan pobre como crees? ¿No recibiste de Dios la juventud y la salud?

 

   — No digo que no, fue su respuesta. Y puedo estar orgulloso de mi fuerza y de mi juventud.

 

   El viejo tomó entonces la mano derecha de aquél hombre y le preguntó:

 

   — ¿Te dejarías cortar esta mano por un millón de pesos?

 

   — ¡No! Indudablemente que no.

 

   — ¿Y la izquierda?

 

   — Tampoco.

 

   — ¿Aceptarías quedar ciego por diez millones de pesos?

 

   — ¡Dios me libre de ellos! No daría ni uno solo de mis ojos por todo el dinero del mundo.

 

   — Ya ves, agregó el anciano, cuánta riqueza te ha dado Dios. ¡Y sin embargo te quejas!”

 

   Este relato tan simple nos enseña tanto. Parece tan obvio que nuestros ojos contemplen los paisajes. Parece tan obvio que nuestros oídos puedan escuchar la música. Parece tan obvio que nuestros pies nos encaminen hacia donde nosotros deseamos. Parece tan obvio que nuestros labios puedan modular las palabras. Parece tan obvio rodearse de familiares y de amigos y reír y jugar con ellos… ¡Sí! Parece todo muy obvio. Hasta el día en que una desgracia nos aqueja.

 

   Debemos reconocerlo sin ambigüedad: no sabemos vivir agradecidos de lo que Dios nos ha regalado con enorme generosidad y cariño. No sabemos gozar lo que hemos recibido. Una cierta cultura de la queja, del desgano, de la tristeza y del lamento, nos hace vivir pensando en lo que no tenemos y en lo que nos hace falta, más que en alegrarnos y emocionarnos por lo que se nos ha dado.

 

   No se trata sólo de ponerle preció a una mano, a los ojos, a los pulmones o al corazón. Se trata más bien de tener la sabiduría de vivir con optimismo y con realismo. La vida es siempre breve para amarse y para amar. Tener los ojos lánguidos por los bienes materiales, por los éxitos económicos o por los triunfos deportivos académicos, nos hace desaprovechar lo que sencillamente nos rodea, a quienes con silencio y humildad nos aman, y lo que nosotros mismo somos o tenemos.

 

   La vida es tan breve para el amor…

 

Miguel Ortega Riquelme

 

Fuente. Familia Cristiana.

 

LOS TRES EFECTOS DEL ESPÍRITU SANTO – POR SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA.



   El espíritu santo, al venir al mundo, esto es, al corazón que se ha entregado al mundo, obra tres efectos:

 

   1) Convencernos del pecado, mostrándonos su fealdad.

 

   2) Hacernos ver la belleza de la justicia, enseñándonos toda la verdad.

 

  3) Elevar nuestros afectos, con la consideración de los bienes o castigos futuros, esto es, nos enseña las cosas que han de venir.

 

   CONVENCE DEL PECADO. Sera como fuego fundido y como leña de batanero, y se pondrá a fundir y depurar la plata…, y la depurara como se depura el oro (Malaquías. 3,2). Así obra el Espíritu Santo en nuestros corazones, quemando todo lo que sea vicio y pecado. Estos sus reproches interiores son un signo de su amor, mayor inclusive que los castigos materiales, que no tienden más que a hacernos advertir tales reproches. Cuando el Hijo se ha marchado de nosotros, ha ido al Padre para excusar nuestros pecados; cuando el Espíritu Santo viene, es para echárnoslos en cara y que los conozcamos. El uno y el otro nos excusan, y los dos trabajan para una sola cosa, para salvarnos.

 

   Miserables los que no conocen su pecado, porque se creen tan ricos que no necesitan a nadie, cuando en realidad no pasan de ser ciegos y desnudos (Apoc. 3,17). Me avergüenzo de ver a un mundo en la iniquidad, viviendo alegre y tranquilo. Ya está la segur en la raíz del árbol (Lc. 3,9).   Pasan los días, y en un momento caeréis en el infierno. Vivís en una paz bien amarga (Is. 38,17), porque no vivís en la paz de la virtud, sino en la paz de la inconsciencia, de las tinieblas del espíritu, la deformidad del corazón y la falta de la luz divina. Cuando Dios se aleja del corazón, descienden sobre él las tinieblas y el endurecimiento, y los pecados se convierten en castigo del pecador.

 

   ILUMINA LA INTELIGENCIA. Os enseñará toda verdad (Juan. 16,13). ¡Oh doctor, cuyo púlpito está en el cielo y los alumnos en la tierra; que en un momento nos instruye y da toda ciencia! Yo quisiera ver aquellos antiguos maestros que fueron profetas, a quienes ilumino el Espíritu santo, junto a aquellos niños y pastores convertidos en salmistas, a aquel perseguidor convertido en doctor de las naciones, a aquel publicano en evangelista. Pero todavía me admira más lo que los apóstoles y santos han hecho después que el Paráclito descendió sobre la tierra, Enséñenos a todos este mismo Espíritu y repártanos el olor de su perfume.

 

   ANUNCIA EL PORVENIR. Todo hombre es un profeta. Su vida anuncia el cielo. No considerar las cosas que se ven, sino las que no se ven; vivir de la fe y no de la tierra, es también profetizar. El solo hecho de huir de los bienes presentes es anunciar las delicias del cielo y hacer temer los tormentos del infierno. Los que se mortifican profetizan la eternidad.

 

 

CUENTO ESTUDIANTIL: UN MILAGRO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS – Del Apostolado de la Buena Prensa. Mes de junio de 1894.

 



   Era Luis un joven excelente: virtuoso, sano, guapo, rico, listo y muy aplicado. Las gentes decían de él: de tales padres, tal hijo; y con esto queda explicado, lo que eran los padres de Luis: un perfectísimo caballero y una señora ejemplar.

 

   Fernando competía en todo con Luis, menos en la virtud. Verdad que los padres de Fernando, patricios corrompidos, no pensaban más que en fiestas, comilonas y cosas peores. Tenían oratorio en casa; pero nunca oían Misa. Tenían capellán; pero habían olvidado ya la última vez que recibieron los Sacramentos, Fernando no fué educado ni bien ni mal, porque no fué educado de ninguna manera. A los diez y siete años era un lindo salvaje que saludaba correctamente a las gentes, y sabia vestirse muy bien. Por seguir la costumbre, lo habían matriculado a los diez años en el Instituto; el chico adelantó, porque era muy despejado, y no de mal fondo. Cuando fué bachiller, el mayordomo de la casa dispuso que fuera abogado: los padres de Fernando apenas si se enteraban de nada, de esto.

 

   Durante el curso, Fernando se distrajo canallescamente. Sin la vigilancia, que es el apoyo de la juventud, dejó de ir a clase, y en cambio se le vio en los lupanares, en los garitos, en todos los centros de disipación. Luis, en cambio, fué el mejor de los alumnos. Sus profesores le tomaron grande afecto, y decían do él que era la más hermosa esperanza de aquella generación escolar.

 

   A últimos de Mayo, Femado fué a encontrar a Luis, y le dijo: «Chico, no sé ni una palabra de las asignaturas, ni tengo apuntes, ni programa, ni nada. ¿Quisieras tú que repasásemos juntos, o mejor dicho, quisieras enseñarme algo de lo que sabes?

 

   —Con mil amores—respondió, Luis bondadosamente—pero te advierto que yo no sé lo bastante para poner cátedra, ni aunque yo fuese un Séneca, tendríamos tiempo material para desflorar las asignaturas.

 

   A pesar de lo cual, y después de nuevas instancias de Fernando, quedó convenido el repaso.

 

   En la primera tarde Luis explicó a Fernando la primera lección. Fernando, que era de natural generoso, exclamó:

 

   — ¡Chico! ¡Tú sabes más que Briján (es decir. más que un docto), y con que claridad lo explicas todo! Diez lecciones tuyas valen por un curso.

 

   Luis se sonrojó; pero reponiéndose pronto de la turbación que le produjo el elogio, dijo a su camarada:

 

   —Tanto como Briján no sé; pero más que; tú, efectivamente. Y eso que eres mucho más listo que yo. Pero, chico, yo desde que empieza el curso cumplo con mi obligación y  estudio diariamente.

 

   —¡Qué aburrido es eso, Luis!, . .

   —Entonces para ti lo di vertido es puramente el vicio.

   —No puedo negar que me arrastra.

   —Pues ahorca los hábitos de estudiante y dedícate a taur.

   —Chico, yo estudio por el bien parecer.

   —Pues mira, para esto no tienes que molestarte en volver por aquí. Yo no me asocio al pecado de hipocresía que quieres cometer, asociación que sería una verdadera complicidad.

   — ¡Qué puritano eres!

   —No, soy católico, apostólico y romano.

   —Y yo también—repuso Fernando—aunque no soy fanático.

   —Aunque soy un tunante, debías haber dicho.

   —Cuidado. ¿Qué es eso de tunante?

 

   Luis explicó a Fernando lo que es ser tunante, y cómo los que hacen lo que él se vanagloriaba de hacer, son verdaderos tunantes. Femando quedó pensativo, y después de un rato de meditación, dijo:

 

      —Chico, me has dado dos buenas lecciones; pero la segunda es mejor que la primera. Y se puso triste.

 

   Al otro día, Fernando entró en el gabinete de su amigo, y de buenas a primeras le dijo:

 

   —No vengo a molestarte con mi inoportuno repaso. El curso queda perdido yo mismo me he calabaceado. Pero vengo a hacerte una pregunta. Ayer me demostraste, como dos y tres son cinco, que yo soy un tunante; y yo sé que tú no lo eres. ¿Quieres decirme de qué recurso te vales, qué medio empleas para, no serlo?

 

   Luis se levantó, y señaló A su amigo un hermoso cuadro que pendía de las paredes de su gabinete, y que representaba el “Sagrado Corazón de Jesús”.

 

   —Mira—dijo —esa bendita imagen. Delante de ella, puesto de rodillas, he aprendido a no ser tunante.

 

   —Ya comprendo—gimió Fernando apoyando su juvenil cabeza sobre el hombro de su amigo. —Tú tienes religión, y yo, hijo, no la tengo, en parte porque he olvidado la poca  que me enseñaron, en parte porque nunca , me la enseñaron bien.

 

   —Pues yo te la enseñaré —dijo Luis; —ayer decías —añadió sonriéndose —que no pinto mal para maestro.

   —En cuanto te examines...

   —¿Qué exámenes, ni qué chilindrinas? Tú  no te examinas porque no has estudiado. Yo no me examinaré tampoco porque quiero seguir la carrera contigo, que eres mi mejor amigo, mi hermano del alma. El curso que viene estudiaremos juntos; nadie nos corre.

 

   —Es demasiada abnegación esa—dijo Fernando sollozando.

 

   Pero asi fué; aquellos repasos siguieron; pero no de las asignaturas, sino do aquella otra asignatura, que es la principal de todas. Luis era el misionero, Fernando el catecúmeno.

 

   El día 9 de Junio comulgaron juntos. La madre de Fernando, decía: «A mi hijo me lo han hecho un beato.» El padre: «Me pillaron al chico los ultramontanos.»

 

   Pero Fernando tiene fundadas esperanzas de que sus padres no han de tardar en matricularse también en la asignatura que él llama festivamente: Arte de no ser tunante. Es un favor especial que el muchacho tiene pedido al “Sagrado Corazón de Jesús”.

 

 

viernes, 6 de junio de 2025

PRIMER VIERNES DE MES dedicado al SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. El origen de esta hermosa devoción.

 



¡Oh Jesús mío!,

que en el dolor y en la alegría

se haga tu voluntad y no la mía.

 

   Un día de la Octava del Corpus, el 16 de junio de 1675, se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque el Sagrado Corazón de Jesús, rodeado de llamas de amor, coronados de espinas, con una herida abierta y manando sangre y con una cruz saliendo de su interior, y oyó de sus labios estas palabras: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y, en cambio, no recibe de la mayor parte de ellos más que ingratitudes, irreverencias y desprecios en este santo sacramento de amor”. Pide amor, reparación y desagravio.

 

   En mayo de 1688 hace a la misma santa esta Gran promesa: “Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulgasen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán  en desgracia mía, ni sin recibir los sacramentos; y mi Corazón divino será su refugio en aquel último momento”, y además:

 

—Les daré todas las gracias necesarias a su estado.

—Pondré paz en sus familias.

—Les consolaré en todas penas.

—Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y sobre todo en la hora de la muerte.

—Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.

—Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y océano infinito de la misericordia.

—Las almas tibias se harán fervorosas.

—Y las fervorosas se elevarán a gran perfección.

—Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.

—Daré a los sacerdotes el don de mover los corazones más empedernidos.

—Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de él.

 

Por el Padre Celso Mejido Díaz Misionero del Sagrado Corazón