miércoles, 23 de julio de 2025

EL FARISEO Y EL PUBLICANO (San Lucas. XVIII, 9 y sig.) – Del Apostolado de la Prensa (Año 1894).


 

   Dos hombres, dijo Jesús a sus discípulos, subieron al templo a orar. Uno de ellos era fariseo, esto es, de aquella secta que hacia profesión de observar más fiel y escrupulosamente que todos los demás hebreos la Ley mosaica; secta que se creía la depositarla de las tradiciones de Israel y cumplidora exacta de los divinos mandamientos. Los fariseos eran muy populares en Judea y Galilea; la muchedumbre los tenía por santos. No todos ellos eran hombres moralmente malos; los había de bonísima fe que creían servir a Dios rectamente, cumpliendo con exactitud nimia las prácticas y costumbres farisaicas; otros, muchos de ellos, eran unos bribones de marca mayor que, se arrimaban al fariseísmo hipócritamente, para deslumbrar sencillas con el aparato externo y vano de una santidad o perfección aparentes. Pero como sectarios, todos eran detestables; para ellos el amor a la religión no se fundaba en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ellos mismos; su afectada piedad era orgullo; su celo por la Ley era un espíritu de intolerancia, de ridícula intransigencia, de odio feroz a todo lo que no sea israelita, a todo lo que no sea farisaico. Porque ellos se figuraban neciamente que eran los únicos buenos, los únicos a quienes Dios miraba con cariño y complacencia, los únicos que Abraham reconocía como suyos, pues fuera de su gremio no había, según los fariseos, salvación para los individuos, ni para las sociedades.

 

   El otro hombre que subió al templo a orar era un publicano, o sea uno de los recaudadores de contribuciones que había en Judea. Los israelitas pagaban con gusto la contribución que, según su Ley, debían al templo para el sostenimiento del culto y del orden sacerdotal; pero los tributos al César, o sea al poder temporal, considerábanlos como un odioso impuesto, como un signo de servidumbre que sólo satisfacían por la fuerza. De aquí que odiasen y despreciasen, hasta el extremo de no querer alternar con ellos, a los que se prestaban a servir el oficio de recaudador de contribuciones. Y consecuencia de este desprecio era que ninguna persona regular, de las que en algo se estiman, tomase aquel oficio. Los publícanos se reclutaban en la hez de la población. No había crimen, ni bajeza de que no se reputase capaces a tales desgraciados que por un pedazo de pan arrostraban el encono despreciativo de todo un pueblo.

 

   El fariseo y el publicano subieron al templo, y oraron. El fariseo, puesto en pie, oraba en su interior, diciendo: «Gracias te doy, Dios mío, porque yo no soy como los otros hombres, que son injustos, ladrones, adúlteros, asi como es este publicano, sino que, por el contrario, ayuno dos veces por semana, y de todo lo que poseo, pago mis diezmos al templo.»

 

   Pero el publicano oraba, sin fijarse para nada en aquel fariseo que tenía delante. Habla buscado para prosternarse el lugar más escondido del templo; no se atrevía ni aun a levantar los ojos, se golpeaba humildemente el pecho, y sólo decía: «Dios, muéstrate propicio a mi pecado.»

 

   Jesús, después de pintarnos con su divina palabra este contraste, pronunció la sentencia siguiente: «Os digo que el publicano, y no el fariseo, descendió justificado a su casa; porque todo hombre que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.»

 

   ¡Qué sublime lección! |Qué divina enseñanza! Aquí puede decirse que por un acto de su infinita misericordia, Jesús nos muestra con deslumbradora claridad el hondo misterio de la esencia de la religión, el espíritu de todos los preceptos religiosos. En el pozo de la Samaritana nos enseñó que al Padre hay que adorarle en espíritu y en verdad; en el atrio del templo arroja s latigazos a los que comercian con las cosas santas; en la parábola del fariseo y del publicano arroja para siempre de su casa a los soberbios, a los hombres de espíritu mezquino que convierten la religión en vana rutina, en motivo de orgullo, para despreciar a sus hermanos, que se creen perfectos; porque son soberbios, que creen amar a Dios; porque odian a sus semejantes.

 

   En esta parábola puede decirse que Jesús nos muestra todo el fondo de piedad, de amor, de dulzura, de humildad, de misericordia de su Corazón sacratísimo. Ese, ese es el Corazón de nuestro divino Maestro; dentro de ese Corazón no cabe el fariseo, aunque ayunase dos veces por semana, y pagase religiosamente los diezmos, y cabe el publicano, aunque pecador; porque el fariseo era soberbio y el publicano era humilde; porque el fariseo quería ensalzarse y el publicano se humillaba.

lunes, 21 de julio de 2025

LIMOSNAS POR LOS DIFUNTOS. HACER DECIR MISA POR LOS DIFUNTOS PUEDE LABRAR UNA GRAN FELICIDAD.

 



   Comentario de Nicky Pío: Como ya saben, los lunes, la Iglesia dedica este día, muy especialmente, a las Ánimas del Purgatorio. Si van a Misa aunque sea con pocas monedas, o en la medida que puedan, manden decir Misa por los difuntos. Acá le dejo un bello ejemplo de esta práctica tan piadosa y querida por Dios, y los beneficios que se acarrean, en esta y en la otra vida, los que lo hacen.

 

   Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la última miseria, presentó un memorial a un gran señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no logró más que unas monedas.

 

   Entra desconsolada en una iglesia, y encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en Dios, único consuelo de los afligidos.

 

   ¡Caso extraño!

 

   Oída la Misa, se volvía a casa, cuando encuentra a un venerable anciano, que llegándose a ella le dice: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explicó sus trabajos y miserias. El anciano consolándola le entrega una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas.

 

   Éste abre la carta, y ¿cuál no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto? ¿Quién os ha dado esta carta? —No lo conozco, respondió la mujer, pero era un anciano muy parecido a aquel retrato; sólo que tenía la cara más alegre. Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del Purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer. Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento; dale una buena paga, porque está en grave necesidad”. El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lágrimas de ternura: “Vos, dice a la afligida mujer, vos, con la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido y familia”.

 

   En efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron siempre de allí en adelante cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.

 

 

“ÁNCORA DE LA SALVACIÓN”

 

viernes, 18 de julio de 2025

ENTRE DOS MUNDOS – Pensamientos para el mes de julio.


 


   ¿Por qué sufre tanto el hombre en el mundo? ¿Por qué? Es la pregunta dolorosa, inquietante y desesperada de toda filosofía, toda religión, todo sabio. Tenemos una sed y un hambre insaciables de una felicidad que no se encuentra en ningún otro lugar.

 

   “¿Queréis saber”, dice Lammenais, “¿por qué el hombre es la criatura más sufriente? Es porque tiene un pie en lo finito, y el otro en lo infinito, y está como descuartizado, no por cuatro caballos, como en los tiempos del horror, sino por dos mundos” Es el mundo terreno que tira para un lado, y el mundo espiritual que tira para el suyo.

 

   Esta es la razón última de nuestro sufrimiento. Dotados de un corazón de anhelos infinitos, creados a imagen y semejanza del Eterno, ¿cómo puede lo finito y lo efímero satisfacernos? Y buscamos con locura la felicidad eterna en lo temporal, la satisfacción de un deseo infinito en lo finito. ¿Y cómo no sufrir? ¡Oh, el anhelo eterno que nos devora! ¡Cuántos tormentos sufren los genios, los santos, los artistas, las almas nobles, más perfectamente dotados de este sentido de lo Infinito y lo Eterno! El hombre animal, no es el hombre completo. Hay en nosotros carne y espíritu. Esta dualidad hostil fue así analizada por el genio de San Pablo:

 

   “La carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu codicia contra la carne.”

 

   Llevamos dentro de nosotros dos hombres: el animal y el espiritual. Pascal diría el Ángel y la Bestia. Uno tiende hacia lo Infinito, el otro hacia lo finito, uno hacia lo Eterno, el otro hacia lo efímero. Y nos encontramos entre dos mundos, en esta lucha con la que ninguna guerra, ningún combate, puede compararse. ¿Cómo, entonces, no sufrir? ¡Y es singular! Es en esta lucha, en esta guerra librada, como nos enseña el Evangelio, que encontramos la paz, la dulce paz que Jesús vino a traernos.

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.


miércoles, 16 de julio de 2025

CONMEMORACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO – Por Dom Próspero Gueranguer (El año litúrgico).


 



EL MONTE CARMELO.

 

   — A los que han tenido la dicha de hacer la peregrinación a los Santos Lugares de Palestina, nunca se les borrará de la memoria su paso por el monte Carmelo. Esta montaña que domina desde 170 metros de altura a la ciudad de Caiffa y al Mediterráneo, es una de las más hermosas de toda Palestina. Es, sin duda, una de las más célebres y su paisaje encantador ha excitado el entusiasmo de Oriente, e inspirado numerosas comparaciones poéticas de la Sagrada Escritura. Cuando el Esposo del Cantar de los Cantares desea poner más de relieve la hermosura de su Esposa, no encuentra expresión más adecuada que comparar su cabeza con el monte Carmelo: "Caput tuum ut Carmelus." Cuando Isaías nos presenta el esplendor y gloria del futuro Mesías, le pinta coronado con la gloria del Líbano y revestido de todas las bellezas del Carmelo: "Gloria Libani data est ei, decor Carmeli et Saron." Y nos muestra la gran estima que debemos tener a este santo monte cuando dice que la justicia habitará en la soledad y la santidad tendrá su lugar sobre el Carmelo: "Habitabit in solitudine iudicium, et iustitia in Carmelo sedebit." Finalmente Dios mismo por boca de otro Profeta le colma de elogios, llamando al Carmelo, su tierra, su herencia: "Terram meam et hereditatem meam", y a Jerusalén le prometió: "En el día de mi amor, te saqué de Egipto a la tierra del Carmelo", como si este nombre encerrara en si todos los bienes con los que quería enriquecer a su pueblo, es decir a la Iglesia y a cada uno en particular.

 

LA MONTAÑA MARIANA.

 

   — Lo que da más realce a este santo monte es, además de la morada de Elias y la victoria que alcanzó sobre los profetas de Baál, es la célebre visión que nos describe el primer libro de los reyes. Hacía tiempo que una gran sequía asolaba la tierra de Israel. Elias, conmovido por los sufrimientos de su pueblo, "subió a la cumbre del Carmelo y postrándose en tierra y poniendo el rostro entre las rodillas, dijo a su siervo: Sube y mira hacia el mar. Subió, miró y dijo: No se ve nada. Elias le dijo: Vuelve hacerlo siete veces. La séptima vez dijo el siervo: Veo una nubecilla como la palma de la mano de un hombre". Poco después el cielo se oscureció, se levantó fuerte vendaval y cayó agua en abundancia. Todos los exegetas y místicos ven en esta "nubecilla, nubécula parva", una imagen profética de la Virgen María, que por la encarnación dió la vida y fecundidad al mundo. El primer Responsorio de la fiesta de los Santos del Carmelo lo dice expresamente; "Elias oraba sobre la cumbre del Carmelo y en el símbolo de una nubecilla vió a la insigne Virgen. A los que Elias se revela así la amarán a causa de todas las maravillas que les manifestará esta visión." De hecho la Iglesia ha aprobado esta interpretación, añadiendo a los títulos gloriosos de la Santísima Virgen el de Nuestra Señora del Carmen y nos invita ella también a nosotros como el profeta con estas palabras: "Sube y mira."

 

LA ORDEN DEL CARMEN.

 

   — La tradición de la Orden del Carmen sostiene que los solitarios que moraron en esta santa cumbre, aun antes del cristianismo, honraron con verdadero culto a la que debía engendrar al Mesías. Aseguran también que muchos recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés, teniendo después la dicha de gozar del trato y familiaridad con la Sma. Virgen. De esta entrevista se llevaron una veneración y amor tan particulares, que tuvieron la alegría de ser los primeros que edificaron una capilla en su honor, en el mismo lugar donde Elias la había visto en figura de una nubecilla.

 

   Desde sus comienzos el Carmen vuelve sus ojos a la Sma. Virgen y el libro titulado "La Institución de los primeros monjes" nos muestra a través de inexactitudes históricas, a la Orden dominada por las grandes figuras que encarna su ideal, cada una según su rango: Elias y la Virgen María: Siendo María para ellos la plenitud deslumbradora de la vida contemplativa, el modelo del servicio perfecto debido al Señor y la entrega total a su voluntad.

 

EL ESCAPULARIO.

martes, 15 de julio de 2025

MEDITACIÓN DE LA DEVOCIÓN Á LA SANTÍSIMA VIRGEN – Por el Padre Jean Croisset.


 

    Considera que lo que excita más el amor y la devoción a una persona es el mérito, la gratitud y el poder, La base, por decirlo así, de la devoción que se profesa a los santos, es el concepto que se forma de sus virtudes, la experiencia de lo mucho que pueden con Dios, el conocimiento de su inclinación a hacernos bien, y la memoria de las gracias y beneficios que se han recibido por su intercesión. Admiramos sus virtudes, veneramos y respetamos su poder, en esto, y singularmente en su caridad con los que están unidos a ellos con una misma unión, fundamos nuestra confianza.

 

   Pues ahora, entre todos los santos que están en la patria celestial, ¿cuál de ellos tuvo más sublime santidad, cuál tiene más poder con Dios, ni de quién hemos recibido tantos beneficios como de la santísima Virgen? Más pura, más santa, más perfecta desde el primer instante de su vida que todos los santos juntos en la hora de la muerte.

 

   ¿Qué trono hay en el cielo más elevado que el suyo, superior al de todos los espíritus bienaventurados? Solo el trono de Dios es superior al trono de María. ¿Pues qué honores, mi Dios, qué homenajes no se le deben tributar? ¡Cuánto respeto, cuánta devoción, cuánto culto le debemos rendir! Es la Madre de Dios, la Reina del cielo, la Soberana del universo, la Emperatriz de los ángeles y de los hombres; no debemos, pues, admirarnos de que la veneración, la ternura y la sólida devoción a la Madre de Dios haya comenzado, por decirlo así, con la misma Iglesia; ¡Qué veneración tan profunda, qué devoción tan tierna (dice san Ildefonso) profesaron los apóstoles a la Madre del Salvador! Por satisfacer a la devota curiosidad de los primeros cristianos hizo san Lucas tantos retratos de la Virgen.

 

   Aseguran algunos autores que, aun viviendo esta Señora, le consagraron los fieles muchas capillas y oratorios. ¡Con qué elocuencia y con qué celo predicaron a los fieles las grandezas de María todos los padres de los primeros siglos, exhortándolos a una viva confianza en su poderosa protección! ¡Qué consuelo, Virgen santa (exclama san Epifanio) el de estar consagrados a vos desde nuestra tierna infancia! ¡Qué dicha la de vivir a la sombra de vuestro patrocinio! Amemos a María (dice san Bernardo), amémosla con la mayor ternura; jamás se desprenda de nuestros labios su dulcísimo nombre; esté perpetuamente grabado en nuestro corazón. ¡Oh, y qué copioso manantial de gracias es la devoción a la Virgen!

 

“AÑO CRISTIANO”

Santoral.

viernes, 11 de julio de 2025

LAS CAIDAS – Del “Ramillete de Flores Salesianas”


 

   Reflexionemos esto: ¿será mejor que en nuestro jardín haya espinas, para tener rosas, o que no haya rosas, por no tener espinas?

 

   Cuando nos acontezca caer, por los repentinos ímpetus del amor propio o de nuestras pasiones, prosternémonos delante de Dios tan luego como podamos, y digamos en espíritu de confianza y de humildad:

 

   ¡Señor, misericordia, porque soy débil!

 

   Volvamos a levantarnos en paz y tranquilidad, reanudemos el hilo de nuestro amor, y luego continuemos nuestra obra. No es necesario ni romper las cuerdas ni abandonar la lira, cuando se observa su desafinamiento. Debe aplicarse el oído para examinar de dónde viene el desconcierto, y estirar o aflojar dulcemente la cuerda, según el arte lo requiera.

 

   Preciso es, pues, corregir a nuestro corazón dulce y tranquilamente, y no excitarlo ni turbarlo más. Pues bien, debemos decirle: corazon mío, amigo mío, en el nombre de Dios ten valor; caminemos, estemos vigilantes, levantémonos juntos, que ya a nuestro socorro vine, el Señor.

 

   — ¡Ah! seamos caritativos con nuestra alma, no la regañemos cuando veamos que no ofende a Dios gravemente. Si Dios os deja tropezar, eso será para haceros conocer que si Él no os tuviera, caeríais completamente, y a fin de que os cojáis más fuertemente de su mano.

 

  

lunes, 7 de julio de 2025

Alegría del espíritu – Por el Rmo. P. D. Carlos José Quadrupani Bernabíta.

 



   A excepción del pecado no hay mal mayor que la tristeza, dice San Francisco de Sales. Algunas personas para llevar la vida recogida, llevan una vida melancólica. ¡Error grande! El recogimiento nace del espíritu y del amor de Dios, la melancolía del espíritu de tinieblas.

 

   Conservad firmemente el gran principio de San Francisco de Sales, a saber, que todo pensamiento que inquieta, jamás viene de Dios, que es Rey de paz, y habita en los corazones pacíficos.

 

   Es preciso, por tanto, tomarse alguna recreación; de otra suerte el espíritu queda oprimido, y por lo mismo más fácil a entristecerse. Por otra parte, dice Santo Tomás de Aquino, que la fuga de toda honesta diversión puede hacer culpable a la persona. La virtud se halla puesta en el orden; y todo exceso, oponiéndose al orden, ultraja a la virtud.

 

   La recreación en medio de nuestras ocupaciones ha de ser como la sal en la comida: demasiada sal vuelve disgustada la comida; nada de ella la deja insípida en extremo.

 

   No debe señalarse igual cantidad de comida a todas las personas, porque algunas necesitan más alimento que otras: así también sucede en la recreación. Divertíos pues a proporción de la necesidad de vuestro espíritu, de la calidad de vuestras ocupaciones, y de vuestro más o menos melancólico humor.

 

   Más si observáis que la melancolía entra en vuestro corazon, distraeréis ocupándoos en contrarios objetos, buscando compañía, aunque sea con vuestros domésticos, leyendo cosas indiferentes, paseando, cantando, haciendo de todo para impedir la entrada de enemigo tan terrible. El pensamiento melancólico es como el sonido de la trompeta enemiga, que convida a los demonios para combatirnos.

 

 

“PARA TRANQUILIZAR LAS ALMAS TIMORATAS EN SUS DUDAS.” (1816).

 

sábado, 5 de julio de 2025

¿QUO VADIS, DOMINE? – Pensamientos para el mes de julio.

 


   Cuentan las tradiciones romanas que San Pedro huía, temeroso, de la persecución de Nerón cuando se encontró con Jesús en el camino, con la cruz a cuestas.

 

   «¿Adónde vas, Señor?», pregunta el apóstol. «A Roma», responde Jesús, «y a ser crucificado de nuevo».

 

   Pedro comprendió la lección. 


   Regresó y se sometió valientemente al martirio. Jesús sigue sufriendo. Y hasta el fin de los tiempos llevará sobre sus hombros heridos el enorme peso de nuestros pecados.

 

   La pasión de Jesús continúa en el Sagrario, en el Altar, en el seno de la Iglesia. En el Sagrario, abandonado; en el Altar, profanado; en los hijos ingratos de la Santa Iglesia; en esa legión de almas tibias, cobardes ante la cruz y la persecución de los malvados.

 

   Y cuando huyes del sufrimiento y no quieres luchar por el amor de Dios en este doloroso deber, en esta difícil labor de apostolado y en la vocación a la que has sido llamado, Jesús se te presenta en el camino de la vida con su cruz. ¿Y adónde va? Al Calvario de tu corazón ingrato, donde será crucificado una vez más. Pregúntale como lo hizo San Pedro:

 

   “¿Adónde vas, Señor?” – “¿Quo vadis, Domine?”

 

   ¡Y que la respuesta del Señor, como al Apóstol, os haga retroceder con valentía, luchar por vuestra salvación eterna y sufrir en unión con los méritos de la Sangre Divina derramada en la cruz!

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

 

 


jueves, 3 de julio de 2025

El amor divino triunfa de todo – Por San Alfonso María de Ligorio


 

   Fuerte como la muerte es el amor. Así como la muerte nos desprende de todos los bienes de la tierra, de todas las riquezas, de todas las dignidades, de todos los parientes y amigos, y de todos los deleites mundanos, así cuando reina en nuestros corazones el amor divino, arranca de nosotros todo apego a los bienes de este mundo. Por esto se ha visto a los Santos despojarse de cuanto les ofrecía el mundo, renunciar las posesiones, las altas posiciones y todo lo que tenían, y se han retirado s los desiertos o a los claustros para no pensar más que en Dios.

 

   El alma no puede existir sin amar al Criador o a las criaturas. Examinad a un alma exenta de toda afección terrestre: la encontraréis llena del amor divino. ¿Querernos saber si somos de Dios?  Preguntémonos si estamos despegados de todas las cosas terrenas.

 

   Se quejan algunos de que en los ejercicios piadosos, en sus oraciones, en sus comuniones, en sus visitas al Santísimo Sacramento, no encuentran a Dios. A estos es a quien Santa Teresa dice: Desprended vuestro corazón de las criaturas, y después buscad a Dios, que ya le hallaréis.

 

   No siempre encontrarán las dulzuras espirituales que el Señor no da continuamente en esta vida a los que le aman, sino sólo de cuando en cuando, a fin de aficionarlos a las inmensas dulzuras que les tiene preparadas en el paraíso. Con todo, les deja saborear aquella paz interior, que supera todos los placeres sensuales ¿Puede haber delicia mayor para un alma enamorada de Dios, que poder exclamar con verdadero afecto: Mi Dios y mi todo? San Francisco de Asís pasó una noche entera en un, éxtasis celestial, y durante toda ella repetía de continuo: ¡Mi Dios y mi todo!

 

   Fuerte corno la muerte es el amor. Si viésemos que algún moribundo se llevaba algo de acá abajo, eso sería señal de que no estaba muerto: la muerte nos priva de todo. El que quiere ser, enteramente de Dios, lo debe abandonar todo; si retiene algo, su amor al Señor será débil e imperfecto.

 

   El amor divino nos despoja de todo. Decía el Padre Segneri, el joven, gran siervo de Dios: El amor de Dios es un ladroncillo simpático que nos despoja de todo lo terreno.

 

   A otro siervo de Dios, que había repartido a los pobres cuanto poseía, le fué preguntado, qué era lo que le había reducido a tanta pobreza, y él, sacando el Evangelio de su seno, respondió: Ved ahí lo que me ha despojado de todo.

 

   En suma, Jesucristo quiere poseer nuestro corazón por entero, y no quiere sociedad con nadie en esta posesión. Dice San Agustín, que el Senado romano no quiso decretar la adoración de Jesucristo, porque decía que era un Dios orgulloso por cuanto quería ser él solo el adorado. Y así es. Siendo él el único Señor nuestro, justo es que él solo quiera ser amado y adorado por nosotros con puro amor. San Francisco de Sales dice, que el puro amor de Dios consume todo lo que no es Dios. Así pues, cuando se alberga en nuestros corazones cualquier afición o cosa que no es Dios ni por Dios, debemos ahuyentarla al punto diciendo: ¡Fuera! no hay aquí lugar para ti. En esto consiste aquella renuncia total que el Salvador tanto nos recomienda si queremos ser suyos del todo. Total, es decir, de todas las cosas y especialmente de parientes y de amigos.

 

   ¡Cuántos por agradar a los hombres dejan de hacerse santos! David dice, que los que se esmeran en agradar a los hombres son despreciados de Dios.

   Pero sobre todo debemos renunciar a nosotros mismos, domando el amor propio. Maldito amor propio que quiere entrometerse en todo, aun en nuestras obras más santas, poniéndonos delante la propia gloria el propio gusto.

 

   ¡Cuántos predicadores pierden por esto todos sus trabajos! Muchas veces, aun en la oración, en la lectura espiritual el en la Sagrada Comunión, se introduce algún fin no puro, como hacerse ver, o sentir dulzuras espirituales.

 

   Debemos, pues, dedicar todo nuestro esmero a domar este enemigo, que nos hace perder las mejores obras, Debemos privarnos, cuanto nos sea dable, de todo lo que más nos agrada: privarnos de aquel pasatiempo: servir al hombre ingrato, precisamente porque nos es ingrato: tomar aquella medicina amarga, precisamente porque es amarga.

 

   El amor propio quiere que creamos que no es buena una cosa sino cuando él se halla satisfecho. Pero el que quiere ser todo de Dios, es menester que cuando se trata de alguna cosa de su gusto, se haga fuerza y diga siempre: Piérdase todo y dese gusto a Dios.

 

   Por otra parte nadie está más contento en el mundo que quien desprecia todos los bienes del mundo: el que más se despoja de tales bienes, resulta más rico de gracias divinas.

 

   Asi sabe el Señor premiar a sus fieles amantes. ¡Dios mío! Vos conocéis mi debilidad: habéis prometido socorrer a los que ponen toda su confianza en vos. Señor, yo os amo, confió en vos: dadme fuerzas y hacedme todo vuestro.

 

   También espero en vos, ¡oh Virgen María! mi dulce protectora.

 

martes, 1 de julio de 2025

Cómo el alma debe luchar por la paz plena – Por San Pedro de Alcántara

 



 

   Sobre todo, procúrate la paz que guarda vuestros sentidos; contempla las cosas sin violencia, más bien con libertad de espíritu, y así alcanzarás una gran perfección.

 

   Con esta paz que os ha dado Dios, podéis mirar, orar, escuchar y soportar los más severos tormentos sin dificultad, sin quejaros. Y aunque antes de llegar a este punto encontrarás muchas dificultades en este camino debido a tu falta de experiencia en la vida espiritual, tu alma se llenará de consuelos y cada día que pase obtendrás nuevas victorias y estarás mejor preparado para seguir luchando.

 

   Y si alguna vez experimentas alguna angustia inusual y te parece que has perdido la paz en tu alma, recurre inmediatamente a la oración y persevera en ella, para imitar a tu Salvador, Cristo Señor, quien, como ejemplo nuestro, oró a el Padre tres veces en el Huerto de Getsemaní. Y esto es para que no busquemos otra medicina y no dejemos de usar ésta hasta que nuestra voluntad se vuelva silenciosa y esté completamente de acuerdo con la voluntad de Dios.

 

   Pero si en algún trabajo o empresa, te sobreviene tal tentación o confusión, no te apresures demasiado, ni cedas al afán excesivo de obtener aquello que deseas en un tiempo determinado: sino trabaja con calma y moderación, reflexionando sobre esto: tu principal preocupación es  mantener constantemente la calma en la presencia Divina; y no os importa agradar a nadie, con tal de agradar a Dios.

 

   Tan pronto como ganes la paz, pronto verás qué  otra tormenta y ansiedad se suscitara en tu alma. Y así, cayendo y levantándote continuamente, llegaréis al conocimiento claro de que la fuente de toda nuestra miseria es el amor propio; porque queremos hacer todo a nuestra manera, y cuando no obtenemos lo buscamos rápidamente nos ponemos ansiosos, y al punto perdemos la paz.

 

“PAZ DEL ALMA”


jueves, 26 de junio de 2025

LA FESTIVIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. “Viernes después de la octava del Corpus Christi”


 

   El protestantismo en el siglo XVI, y el jansenismo en el XVII, habían puesto  todos los medios posibles para desfigurar uno de los dogmas esenciales del cristianismo, cual es el amor de Dios a todos los hombres.

 

   Era pues menester que el Espíritu de amor, que rige siempre a la Iglesia, encontrase un medio nuevo para oponerse a la herejía avasalladora, a fin de que la Esposa de Cristo, lejos de ver disminuir su amor a Jesús, lo sintiese acrecentado cada día más y más.

 

   En el culto católico, en esa norma tan segura de nuestra creencia, fue donde se verificó tal manifestación, al instituirse la festividad del Corazón sacratísimo de Jesús.

martes, 24 de junio de 2025

SAN AGUSTÍN PIDE PERDÓN Y AMOR DE DIOS – De las “Confesiones de San Agustín. Libro I. Capítulo V.



 

   


   5. ¿Quién me dará que yo descanse en Vos? ¿Quién me dará que vengáis a mi corazón y le embriaguéis para que olvide yo mis males, y me abrace con mi único bien, que sois Vos? ¿Qué sois Vos para mí? Apiadaos de mí, para que yo hable. ¿Qué soy yo para Vos que mandáis que os ame, y si no lo hago, os enojáis conmigo, y me amenazáis con ingentes miserias? ¿Acaso es pequeña miseria el no amaros? ¡Ay de mí! Decidme, por vuestras misericordias, Señor Dios mío, ¿qué sois Vos para mí? Decid a mi alma: “Yo soy tu salud” (Ps. 34. 3). ¡Decidlo de modo que yo lo oiga! Ved aquí. Señor, los oídos de mi corazón delante de Vos; abridlos y decid a mi alma: ¡Yo soy tu salud! Correré tras esta voz y me asiré de Vos. ¡No me ocultéis vuestro rostro! (Ps. 143, 7). Muera yo (1) para que no muera, con tal de veros.

 

   (1) Alude al Éxodo, 33, 20, donde dice Dios.: No me verá hombre alguno y vivirá.

 

  6. Estrecha es la casa de mi alma para que a elIa vengáis: ensanchadla Vos. Ruinosa está; reparadla. Cosas tiene que ofenderán vuestros ojos: lo sé, y lo confieso; más ¿quién la limpiará?, o ¿a quién, fuera de Vos, clamaré? “De mis culpas ocultas limpiadme. Señor, y de las ajenas perdonad a vuestro siervo” (Ps. 18, 13, 14). “Creo, y por eso hablo” (Ps. 115, 1). Vos, Señor, lo sabéis. “¿Acaso no os he confesado ya mis delitos contra mí mismo. Dios mío, y Vos me habéis perdonado la impiedad de mi corazón?” (Ps. 31, 5). No entro “en pleito con Vos” (Job. 9, 3), que sois la Verdad; “y no quiero engañarme a mí mismo, para que mi iniquidad no mienta contra sí misma” (Ps. 26. 12). No entro, pues, en pleito con Vos; “porque si os ponéis, Señor, a examinar las iniquidades, Señor, ¿quién quedará en pie?” (Ps. 129, 3).

 

“APOSTOLADO DE LA PRENSA”

AÑO 1958.

         

 

sábado, 21 de junio de 2025

NO VINE A TRAER LA PAZ – Por el P. Alberto Moreno S.I.


 



   Él no vino a traer la paz. ¿Y por qué entonces los ángeles anuncian al mundo a su llegada; «Paz a los hombres de buena voluntad»? ¿Y por qué entonces Él mismo nos dice: «Mi paz os dejo, mi paz os doy»?

 

   Porque hay dos especies de paz: la paz de Dios, la paz del mundo.

 

   La paz de Dios, esa que el «mundo no puede dar» según la palabra del Maestro. La paz del mundo, que no puede jamás unirse con la paz de Dios, la única que es verdadera paz.

 

   Y Cristo vino al mundo a darnos la paz de Dios, y no a traernos la paz del mundo.  Al contrario, vino a traernos la espada para luchar contra el mundo. Vino a armarnos soldados y a ponerse Él al frente como nuestro Capitán. Él fue el primero en declarar la guerra al mundo: a su soberbia, a su sensualidad, a su codicia. Y quiere que nosotros, sus soldados, le acompañemos sin descanso en esta guerra.

 

   No puedo ser cobarde: ¡con Él a la lucha!

 

   El mundo odia a Cristo, porque Cristo vino a declararle la guerra, porque no le deja gozar de su paz, paz falsa y engañosa, paz fingida e hipócrita;  esa paz que el mundo pone en el goce de los placeres, en la satisfacción de sus ansias de honor y de gloria, en la abundancia de los bienes terrenos.

 

   Y el mundo me odiará también a mí si con Cristo le declaro la guerra, y guerra a muerte.

 

   Tengo que ser siempre soldado,  y soldado en campaña, listo para el combate, sin temor y sin miedo. El mundo puede luchar contra mí; pero Cristo, mi Capitán, venció al mundo:

 

   Confidite. Ego vici mundum.  «Confía —me dice Él—. Yo vencí al mundo.»

 

   Y con Él, yo también le venceré. Y podré así gozar de la paz anunciada por los ángeles en el día del nacimiento del Príncipe de la paz. Y podré así gozar de la paz que Cristo nos dejó al despedirse para subir al cielo.

 

   Esa es la paz verdadera. Esa es la paz que «el mundo no puede dar».

 

“ENTRE EL Y YO”

martes, 17 de junio de 2025

EL PERDÓN DEL JUSTO Y EL PERDÓN DEL PERFECTO - Por Nicky Pío

 



   Santo Tomás de Aquino dice: Existen dos formas de perdonar la del “justo”, y la del “perfecto”. El “justo” perdona la ofensa al que ofendió, si este último le pide perdón. 


   Pero el “perfecto” pide perdón cuando ha sido ofendido, es decir, pide perdón a quien lo ha ofendido. Por aquello de las Escrituras que dice “Busca tú la paz”.


   Saber esto y practicarlo es muy útil en cualquier tipo  de relación. Por ejemplo: Es común las peleas en el matrimonio, pero si aun teniendo la razón, siendo la parte ofendida, se pide perdón, ayuda mucho a mantener la paz del hogar. Es literalmente lo que hacía Santa Rita, que tenía un esposo con carácter irascible. Practicando el perdón del perfecto, pudo domar a su esposo, y reducirlo a mansedumbre. 


   El Cura de Ars nos advierte que el no perdonar, y las constantes peleas entre los esposos, no es sino la antesala del infierno.

EL GRITO SORDO DE LA ORACIÓN.


 

   

   Cuando tu grito de auxilio no la oyen los hombres por la dureza de su corazón, sólo queda recurrir a la oración confiada. No sólo tu lengua puede proferir sonidos, también tu alma. Cuando se expresa, es tan fuerte su grito que retumba en todo el Cielo.

 

   ¿Pero dónde va mi llamada? Te preguntarás. Cuanto sale del corazón afligido de un hijo de María, este llega directo a su Corazón Inmaculado. Ella no es sorda a los dolores, a los padecimientos, y al peligro de sus hijos, cómo Madre siempre está atenta a sus necesidades.

 

   Lo que no llega con palabras al corazón de los hombres, llega al Corazón de María, con una mirada triste, con un sollozo, con un pensamiento, de muchas formas. Pero sobre todo, con la oración que brota de tu alma.

 

   Sábes hijo mío, que para hablar con Jesús y con María, no nos necesarias las palabras, acaso un persona privada de su voz, es decir un mudo, ¿no puede dialogar con María? ¿No puede rezarle? ¿Nunca te has puesto a pensar en ello?...Que el mundo no te escuche, no significa que no te puedas comunicar con Dios.

 

   El grito sordo de la oración, es muy poderosa, pues en ella se encierra todo tu ser acongojado, todo penar, todo pesar, todo aquello que no sólo no quieren oír los hombres, sino lo que Tú mismo no puedes siquiera expresar. El llanto ahogado de una viuda es una oración, el corazón oprimido de un pobre es una oración, el dolor de un padre con su hijo enfermo es una oración. El llanto de un niño es una oración.

 

   Cuando no puedes más, y caes de rodillas, y tus abrazos lánguidos desfallecen a tus lados.  También es una oración, y siempre será oída, siempre, aunque ni tú mismo lo creas así, pues no está en tu entendimiento, está en tu corazón, que en muchos casos habla, más y mejor que mil palabras. Será talvez por eso, que dijo Nuestro Señor, “no empleéis muchas palabras en la oración” Ya sé de ante mano que necesitáis, y que lo necesitáis.

 

   Por ello, cuando creas que nadie puede oírte, mira al cielo, y reza con todo tu corazón, con todo tu entendimiento, tu Madre no es sorda a tus lamentos, ella no te juzga, ni tus circunstancias, le basta saber que sufres, y quiere consolarte y darte todo su amor… Si el dolor ahogan tus palabras en la garganta, si no puede mirar porque tu vista está nublada por el llanto, es cuando más serás oído, es el grito sordo de tu oración, todo el Cielo se conmueve ante tu padecer, no temas hijo mío, ya está en camino la consolación…