¿Quién es ésta, que avanza
como la aurora, hermosa cómo la luna, pura cómo el sol, temible cómo batallones
de guerra? — (Cantar de los Cantares VI,
9).
I. Antes de que naciera María, el mundo
yacía sumido en la oscuridad del pecado, pero con el nacimiento de María
amaneció, dice un santo Padre: Nata
Maria, surrexit aurora. (Nació María, amaneció el amanecer) De María se
dijo:
“¿Quién
es esta que avanza como la aurora cuando nace?”
Así como la tierra se alegra con la aurora,
porque la aurora es precursora del sol, así con el nacimiento de María se
alegró el mundo entero, porque ella es precursora del Sol de justicia,
Jesucristo, que debía ser su Hijo para salvarnos con su muerte en la Cruz.
Es por eso que la Iglesia canta con razón: Tu Natividad, oh Virgen Madre de Dios,
anunció la alegría al mundo entero; porque de ti nació el Sol de justicia, que
nos dio la vida eterna. Nativitas tua, Dei Genitrix Virgo, gaudium annuntiavit
universo mundo: ex te enim ortus est sol iustitiae, qui donavit nobis vitam
sempiternam.( Tu nacimiento, Virgen Madre de
Dios, anunció la alegría al mundo entero: porque de ti nació el sol de
justicia, que nos dio la vida eterna.)
Con el nacimiento de María nació nuestro remedio, nuestro consuelo y nuestra
salvación; porque por María recibimos al Salvador. Puesto que esta pequeña niña
estaba destinada a ser Madre del Verbo eterno, Dios la enriqueció con tal
gracia que, desde su Inmaculada Concepción, su santidad superó a la de todos
los santos y ángeles juntos. Recibió una gracia de un orden superior, acorde
con la dignidad de Madre de Dios.
ORACIÓN.
Oh
Santa Niña, oh llena de gracia, yo, un miserable pecador, te saludo y te
venero. Eres la amada, el deleite de Dios; ten piedad de mí, que por mis
pecados me he convertido en objeto de odio y abominación a los ojos de Dios. Oh
Virgen Purísima, desde tu infancia supiste cautivar el Corazón de Dios tan bien
que Él no te niega nada y concede todo lo que le pides. En ti pongo toda mi
esperanza. † «Oh María, que entraste
al mundo sin mancha, obtén de Dios que pueda salir de él sin pecado» (100 días
de indulgencia cada vez que se recite.).
II. Si bien María estaba destinada a ser la
Madre de nuestro Redentor, también estaba destinada a ser la Mediadora entre Dios y nosotros, pecadores. Por eso el angélico Santo
Tomás afirma que María recibió tanta gracia que basta para salvar a todos los
hombres. Y por la misma razón, San
Bernardo la llama un acueducto pleno, de cuya plenitud todos participamos:
Plenus aquaeductus, ut accipiant caeteri de eius plenitudine.
Santa y celestial Niña, ya que fuiste
destinada a ser Mediadora de los pecadores, ven, ejerce tu oficio; intercede
por mí. Es cierto que, por mi ingratitud, merecí ser abandonada por ti; pero no
quiero que mis pecados me impidan confiar en ti, porque agradas tanto a Dios
que no te niega nada, y sé también que te complace usar tu exaltación para
aliviar a los más culpables.
Oh
criatura, la más sublime del universo, ante quien los grandes del cielo son tan
pequeños; oh santa de los santos, oh María, abismo de gracia y llena de
justicia, ayuda a un desdichado que ha perdido la suya por su propia culpa.
Ven, pues, muestra cuán grande es el crédito que posees ante Dios; obtén para
mí una luz y una llama tan poderosas que me transformen de pecador en santo y,
desprendiéndome de todo afecto terrenal, me ardan de amor a Dios. Hazlo, si
puedes, oh mi Soberana, hazlo por amor a este Dios que te hizo tan grande,
poderoso y misericordioso.
“Te
ruego, oh Dios mío, que me concedas, tu siervo, el don de la gracia celestial,
para que, así como el nacimiento de la Santísima Virgen fue para mí el
principio de la salvación, también la solemnidad festiva de su nacimiento me dé
un aumento de paz.”
“MEDIDTACIONES:
PARA
TODOS LOS DÍAS,
Y
FIESTAS DEL AÑO”
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