miércoles, 27 de julio de 2022

MEDITACIÓN SOBRE LAS ENFERMEDADES DE NUESTRA ALMA.


 


I. El pecador está ciego: no ve ni las recompensas del paraíso ni las penas del infierno, ni la belleza de la virtud ni la fealdad del vicio; no considera sino el falso brillo de las riquezas, los encantos falaces de los placeres y el vano aparato de la gloria mundana. Pecador, abre por fin tus ojos; considera que esos tesoros te abandonarán a tu muerte, que esos placeres y esos honores se desvanecerán como un sueño. Di a la vanagloria: adiós, eres sólo falsía y, en partiendo, eres nada (San Clemente de Alejandría).

 

   II. El pecador está enfermo. El desorden de los humores es la causa de las enfermedades del cuerpo; el desorden de las pasiones es la fuente de las enfermedades del alma; ellas turban nuestra razón y le impiden dirigirse a Dios. ¿De dónde provienen tus pecados? Del desorden de tus pasiones: amas lo que deberías odiar, te horroriza lo que deberías amar. Pasa revista a tus pasiones, examina tus deseos, tus inclinaciones y tus aversiones; y, después que hayas conocido su desorden, di a Dios: Señor, el que no os ama está enfermo.

 

   III. El pecador no sólo está enfermo, sino que está muerto, puesto que ha perdido la gracia; es más difícil convertir a un pecador que resucitar a un muerto. ¡Oh supremo Médico de nuestras almas, Vos que habéis dado vuestra vida para librarnos de la muerte del pecado, resucitadnos! Hagamos todo lo que podamos para salir del pecado y pidamos a Dios que tenga piedad de nosotros. Estoy enfermo, llamo al médico; estoy ciego, corro a la luz; estoy muerto, suspiro por la vida. Vos sois el Médico, la Luz y la Vida, ¡oh Dios de Nazaret! (San Agustín).

 

   El conocimiento de sí mismo. Orad por los enfermos.


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