domingo, 15 de mayo de 2022

BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 15 de Mayo)


 


IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.

 

XV.

 

María en el primer milagro de Jesús. — Importunidad de la oración.

 

   Llegábase entre tanto el tiempo señalado por Dios para que emprendiese su vida pública el Divino Maestro. Asistió Éste con su Madre y algunos discípulos a unas bodas, y en ellas llegó a faltar el vino. Conoció María el apurado trance de los desposados y dijo a Jesús: “No tienen vino,” y respondióle el Salvador: “¿Qué nos importa a Ti y a Mí, oh mujer? No ha llegado aún mi hora.” Mas ella, no desalentada por esa aparente negativa, dijo a los criados: “Haced lo que Él os dijere.” Y Cristo, vencido por esa importunidad, hizo el milagro de convertir en vino el agua de unas tinajas que le presentaron.

   Reparemos cómo Cristo escoge para hacer su primer milagro la ocasión de serle pedido por su dulcísima Madre, para acreditar cuánto la quería y honrarla con su intervención en este asunto. Más quiere a la vez que se lo pida, y no se contenta con que se lo indique, sino que espera a que le fuerce á ello, haciéndole presentar por los criados las tinajas de agua, para mostrar con eso que los favores de Dios no se alcanzan sino por medio de la oración y de la importuna y constante oración. Si María hubiese cedido a la primera respuesta qué le dio el Salvador, es seguro no se hubiera obrado el milagro. No se acobardó ni se dio por vencida; renovó la súplica en la forma más expresiva, cual fué la de mandar por su cuenta a los criados se pusiesen a disposición del Divino Maestro, y así recabó de Él lo que solicitaba. Queremos a veces ser auxiliados sin pedir con insistencia y empeño; y quizá muchas veces sin empezar a pedir siquiera. ¿A quién acusaremos, pues, si nos encontramos desamparados en las mayores necesidades?

   Propongamos hoy firmemente no dejar de las manos el arma poderosísima de la oración, pero tenaz, constante, incansable, importuna. Esta es la que rompe la peña y nos abre la fuente de las bendiciones del cielo.

 


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