sábado, 16 de enero de 2021

LOS TRES ENEMIGOS DEL ALMA


 


   P. ¿Por qué nos signamos tantas veces?

   R. Porque en todo lugar nos combaten y persiguen nuestros enemigos.

 

   Nuestros enemigos nunca duermen, nunca se cansan, nunca dejan de perseguirnos. Nos tientan en todos tiempos y en todas partes; en el día y en la noche, en la compañía y en la soledad, en casa y en la calle, y tal vez hasta en el templo, porque nada respetan. Para defendernos, pues, de estos continuos, empeñados e incansables enemigos, necesitamos usar tantas veces de la señal de la Cruz.

 

   Estos enemigos son el demonio, el mundo y la carne. El primero es un ángel de la primera jerarquía, que habiéndose rebelado contra Dios en el cielo, fue arrojado de él y sepultado en el infierno con una multitud de ángeles que le acompañaron en su rebelión. Todos estos ángeles rebeldes que llamamos demonios, presididos por aquel gran rebelde, son nuestros enemigos, y se comprenden en el primero de nuestra alma. El segundo es él mundo; pero no este globo que nos sostiene y esos cielos que nos cubren, sino los hombres mundanos que nos rodean. La sociedad se compone de hombres buenos y hombres malos: los primeros son los que guardan la ley de Dios; y los segundos los que la quebrantan y dan mal ejemplo. Esta segunda clase de hombres que escandalizan y provocan a pecar, son los que llamamos mundo, y este es el segundo enemigo del alma. El tercero es la carne, no precisamente la que llamamos cuerpo humano, sino las máximas y apetitos desordenados. Criado el hombre en el orden más perfecto, perdió, por el pecado original, este maravilloso orden. Antes del pecado, el alma estaba gustosamente sumisa a Dios, el cuerpo sujeto al alma, la carne al espíritu, las pasiones a la razón, y los apetitos a la voluntad; pero en el momento que el hombre, pecando, se rebeló contra Dios, todo se rebeló contra el hombre. El cuerpo desconoció el dominio del alma, la carne resistió al espíritu, las pasiones a la razón, y los apetitos a la voluntad. Pues este cuerpo, esta carne rebelde, a la que llama San Pablo aguijón de Satanás; esta voluntad indócil, esta razón soberbia y falsa, esta imaginación inquieta, estas pasiones desordenadas, estos apetitos antojadizos e impetuosos, forman el tercer enemigo del alma.

 

“CATECISMO EXPLICADO DE LA DOCTRINA CATÓLICA”

PADRE RIPALDA – AÑO 1852

 

 


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