miércoles, 12 de junio de 2019

Enseñanzas varias y cortas de San Antonio de Padua





Sobre la usura.

   “Oh ciegos, avaros y usureros, ¿por qué no reflexionáis sobre vosotros mismos? Vosotros sois tierra y es tierra vuestro corazón, tierra todo lo que adoráis. Semejantes a las serpientes del Génesis, estáis condenados a devorar tierra por todo el tiempo de vuestra vida. Vosotros mismos seréis dados en pasto al diablo, y vuestra alma es la comida de la serpiente: —Avarus, cibus est diáboli; y ¿no es un puñado de tierra lo que vosotros adoráis? Y vosotros ¿no sois tierra y fango?

Sobre la soberbia.

   ¡Oh soberbio, tu corazón está hinchado como mar tempestuoso; descompasados, como las olas del mar, son los movimientos de tu soberbia! ¡Hínchate, pues, y enorgullécete! Pero ten en cuenta que no tendrás parte en el Reino de Dios. Este está prometido a los humildes, y el Señor aparta de sí a los soberbios, y les  resiste.

Sobre la lujuria.

¡Oh lujurioso, te has convertido en objeto de burla en manos del demonio! ¡Mira lo que él ha obrado en tu alma, en tu cuerpo! A tu alma ha despojado de la gracia y de todas las hermosas virtudes; a tu cuerpo ha despojado de toda fuerza y de toda energía. Ha disipado en ti todo manantial de virtud; te ha despojado, oh miserable, de toda la hermosura de hijo de Dios, y ha apagado en el fuego de la lujuria toda acción viril, virtuosa y perfecta;¡ qué desgracia!

Sobre la vanidad.

   ¡Oh vanaglorioso, tú llevas contigo aquel fuego que deseca en tu corazón toda semilla de virtud, y le despoja de todo manantial de mérito! Tú soportas todas las incomodidades del virtuoso; tú sientas todas las fatigas de la vida del justo; mas todo lo pierdes por la maldita vanagloria. ¿Con que tú, oh necio, buscas tu gloria, tú que no eres sino polvo y ceniza? Escucha. El espíritu es el que vivifica; mas no el suyo, sino el de Dios. ¿Y te perderás por ir tras una ligera y despreciable gloria mundana?

Sobre la envidia.

   ¡Oh envidioso, has preparado un hermoso nido en tu corazón! un nido al demonio. Yo sé dónde moras dice el Señor en el Apocalipsis: tú moras en la sede de Satanás. Tu corazón es la sede del demonio. La bestia, dice Job, entrará en la caverna y morará en ella. El corazón del envidioso es la cueva del demonio, y todo en ella está oscurecido por el hollín de la envidia. ¡Oh qué cosa más fea, es, pues, la envidia!


Sobre la gula.

“¿Y la gula? Hay también algo para ti, oh goloso: la gula es principio de corrupción e incentivo de inmoralidad”.

   Ved, en cambio como el santo, estimula a la virtud:

   “El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, y como Dios es caridad, y es bueno, justo, manso y misericordioso, tal debe ser también el hombre. Las virtudes divinas deben resplandecer todas en él, principalmente aquellas virtudes que el Verbo de Dios, hecho carne, nos inculcó con su ejemplo y nos propuso en el sermón de la montaña”

   “¡Cosa grande es la pobreza de espíritu! El que de todo está desprendido y unido verdaderamente a Dios, se hace apto para interceder por sí y por los otros. El que está así desprendido es humilde; está dispuesto a perdonar, y por ninguna cosa se entristece.”

   “¡Cosa grande es la mansedumbre de corazón! El que es de corazón dulce, no se enoja ni mueve a ira, no padece escándalo ni lo da, y permanece siempre igual, siempre conforme consigo mismo y jamás se ve turbado por ávidas ansias y voraces impulsos.”

   “Quien quiera que se vea herido por la adversidad, no se descorazone, porque el Señor está cerca de los que sufren, y les consuela. Jesús fué el sostén de su afligida Madre, encontrándole éste al pie de la cruz, y Él es el consuelo de todos, porque Él es muro de defensa contra el adversario, es fuego que quema sus hilos y urdimbres, es nube que de él protege y defiende.”

   ¡Cosa grande es la justicia! ¡El que es justo da a cada uno lo que le corresponde y se da todo a Dios!

   ¡Cosa grande es la propensión a la misericordia Porque el Señor es misericordioso con los que lo son y perdona todo al que olvida las ofensas! “Y es cosa grandísima la pureza del corazón, porque hace dignos de la visión de Dios”.

   Para enfervorizar a los oyentes en el ejercicio de las buenas obras, hace brillar ante los ojos de su mente la eterna recompensa, la cual demuestra estar al alcance de todos con el mismo argumento de que se sirvió Nuestro Señor Jesucristo para animar a sus apóstoles: En la casa de mi Padre hay tantos diferentes grados de gloria.

“Hay puestos para todos en el cielo, con tal que los sepamos merecer. Como en la granada hay muchos granos, semejantes los unos a los otros sin que el uno se confunda con el otro y ocupando cada uno lugar particular y distinto, así también en el cielo se entra por un solo camino y se goza de la visión beatífica por toda la eternidad, común a todos; y con todo, cada uno tendrá la gloria que se habrá conquistado; porque aun cuando todos los celestiales emitan, luz, una es la claridad del sol, otra la de la luna y otra distintas la de las diversas estrellas, de las cuales la una difiere dé la otra en fulgor e intensidad. No obstante esto, en el cielo todos gozaremos de un gozo pleno que saciará completamente todas nuestras aspiraciones; más aún, el gozo de uno servirá para aumentar el del otro, como dos luces que se reflejan, aumentan recíprocamente su luminosidad. Esto contribuirá grandemente a reforzar la caridad, tanto que allí todo será belleza, todo alegría, todo paz: belleza, alegría y paz inextinguibles, inefables, perennes”.

“San Antonio de Padua – Pía Sociedad de San Pablo – Año 1952”



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