lunes, 8 de octubre de 2018

Reglamento de vida PARA UN CRISTIANO –– CAPÍTULO I — Medios para conservarse en la gracia de Dios (Primer medio) –– Por San Alfonso María de Ligorio.





   Este Reglamento se divide en tres capítulos: el primero trata de los medios de conservarse en la gracia de Dios; el segundo contiene los actos y las prácticas de piedad que han de observarse y el tercero tiene por objeto las principales virtudes que un cristiano debe practicar.

   Debemos estar, persuadidos que para para conseguir la salvación eterna, no basta querer salvarse, sino que es necesario valerse de los medios que Jesucristo nos ha dejado. De otro modo, si caemos en el pecado, vanamente alegaremos en el día del juicio que las tentaciones han sido fuertes y que nosotros éramos débiles; porque Dios nos ha proporcionado los medios de vencer con su gracia todos los ataques de nuestros enemigos; y si no queremos aprovecharnos de ellos y sucumbimos, la culpa será nuestra.

   Ciertamente que todos los hombres quieren salvarse; pero como no todos hacen caso de los medios de salvación, esta es la causa de que tantos pequen y se pierdan.

PRIMER MEDIO.

HUIDA DE LAS OCASIONES.

   El primer medio es evitar la ocasión. EL que no tiene cuidado de evitar las ocasiones de pecar, con especialidad en materia de placeres sensuales, caerá miserablemente en el pecado. “En la guerra de los sentidos, decía San Felipe Neri, los cobardes que huyen, son los que vencen” La ocasión es como una venda que nos cubre los ojos y no nos deja ver nada, ni a Dios, ni el infierno, ni las resoluciones que hicimos. La Sagrada Escritura, dice, que es imposible andar sobre carbones encendidos sin quemarse. (Prov. 6. 27,) Es pues moralmente imposible exponerse voluntariamente a la ocasión sin sucumbir, por más que se hayan tomado mil resoluciones y hecho a Dios mil promesas.

   Esta verdad está demostrada todos los días por la desgracia de tantas almas tristemente caídas, por no haber evitado las ocasiones.

   Y el que ha vivido en la costumbre de pecar torpemente sabe que no le bastará para contenerse evitar las ocasiones totalmente próximas, porque si no procura evitar aun las que no son del todo próximas, fácilmente caerá. Guardémonos también de dejarnos engañar por el demonio, bajo el pretexto de que la persona que es causa de nuestras tentaciones, es de grande virtud: porque muchas veces sucede, que cuanto más piadosa es esta persona, tanto más fuerte es la tentación.

   Se lee en Santo Tomás, (de modo conf, a 22.) que las personas más santas son por lo mismo mucho más atractivas.

   La tentación comienza por el espíritu y acaba por la carne. Un gran siervo de Dios, el Padre Sertorio Caputo, de la compañía de Jesús, decía que el demonio hacia primero amar la virtud; después a la persona; y que al fin nos ciega y nos precipita.

   Es necesario también evitar las malas compañías porque nosotros somos muy débiles; el demonio nos tienta continuamente, los sentidos nos inclinan al mal, y el ejemplo de una mala compañía no dejará de hacernos caer en el pecado.

   Lo primero pues, que debemos hacer para salvamos, es apartarnos de las ocasiones y do las compañías peligrosas. Y en esto es necesario que nos hagamos violencia, y que cueste lo que costare a nuestra inclinación natural, tengamos bastante resolución para sobreponernos a todo respeto humano. Sin hacernos violencia no nos salvamos. Es verdad que no podemos poner nuestra confianza en nuestras propias fuerzas sino únicamente en los auxilios de Dios: sin embargo. Dios quiere que cooperemos también por nuestra parte, haciéndonos violencia cuando es necesario, para ganar el paraíso: (Math. 11, 12.).


“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”

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