lunes, 8 de octubre de 2018

Cuán grande sea la obra de ayudar a los enfermos – Por el V.P.D. Lorenzo Escupoli – De la Orden los Clérigos Regulares de San Cayetano.





Clara cosa es que la salud verdadera del hombre no está en la vida, sino en la muerte; porque donde cayere el árbol, allí tendrá siempre su morada (Eccles. XI); de que se infiere, que el ayudar a bien morir a los enfermos es obra de no pequeña caridad, y mayor de lo que muchos se imaginan: porque si se considera el hombre que se ha de salvar, lo hallamos de inestimable valor, habiendo sido criado a imagen y semejanza de la Trinidad altísima: después de esto, si se vuelve el pensamiento a las obras que el Hijo de Dios ha hecho por salvarle, ¿quién podrá jamás comprender la estimación y grandeza de la salud humana? Y finalmente, si se considera el fin principal de ella, que es la gloria de Dios, queda de todos modos inefable en su grandeza.

De las consideraciones que debemos hacer cuando nos llaman a ayudar a los enfermos.

   Para excitarnos mejor a la caridad cuando nos llaman a ayudar a los enfermos, además de las consideraciones sobredichas, debemos de premeditar las cosas siguientes: la primera, que no nos llaman estas o aquellas personas, sino Dios, que nos da por ejemplo a su Hijo santísimo, al cual envió desde el cielo a la tierra para redimir y salvar al mundo: donde considerarás cuán infatigable se mostró siempre por nuestro bien, sin que el frio, el calor, el hambre, la sed, ni pena alguna, ni aun la ignominia de la cruz detuviese el curso de su fineza. Asi, pues, si no quieres contristar a tu Señor, está advertido para no rehusar este piadoso y caritativo oficio por motivo alguno, no por cansancio, no por alguna comodidad propia, no por alguna mortificación o pena que se padece en los aposentos o estanques de los enfermos, y últimamente considera aquella sentencia del Señor: Con la misma medida con que midiereis, seréis medidos. (Marc. IV, 24).

De los medios principales de que necesitamos para ayudar a los enfermos.

   Para ejercitar bien esta santa obra de ayudar a los que están para morir, necesitamos de cinco cosas: de la buena vida, de la desconfianza de nosotros mismos, de la confianza en Dios, de la oración, y de saber el arte y modo de ayudarlos. Pero habiendo discurrido ya de las cuatro primeras en el Combate espiritual, trataré solamente en este lugar, con el auxilio divino, de la quinta con toda la brevedad posible.

“COMBATE ESPIRITUAL”





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