martes, 24 de julio de 2018

MÁXIMAS ETERNAS – MEDITACIÓN III – Por San Alfonso María de Ligorio – SOBRE EL PECADO MORTAL.



PRIMERO.

   Considera ¡oh pecador! que habiendo sido criado por Dios para amarle, te has rebelado contra el con una ingratitud infernal, le has tratado cómo enemigo y has despreciado su gracia y su amistad.  Sabías que el pecado le causaba un gran disgusto, y sin embargo lo has cometido. El que peca ¿qué es lo qne hace? vuelve a Dios la espalda, le falta al respeto, levanta la mano para darle una bofetada y llena su corazon de amargura.


   El que peca, por el mismo hecho, dice a Dios; aléjate de mí; no quiero obedecerte; no quiero servirte; no quiero reconocerte por mi Señor. No quiero reconocerte por mi Dios: mi Dios es este placer, este interés, esta venganza. — He  ahí lo que; tú has dicho en tu corazón, cuando has preferido la criatura a Dios. Santa María Magdalena de Pazzis no podía creer que un cristiano fuese capaz de cometer a sabiendas un solo pecado mortal; — y yo, infeliz de mí, ¿cuántos no he cometido?

   ¡Dios mío! perdonadme y tened piedad dé mí, os he ofendido ¡Bondad infinita! ¡Ah! detesto mis pecados; os amo y me arrepiento de haberos ultrajado tan injustamente, ¡oh Dios, digno de un amor infinito!

SEGUNDO.

   Considera que Dios te decía, cuando querías pecar: hijo mío, yo soy tu Dios; yo te he sacado de la nada, te he rescatado al precio de mi sangre, te he prohibido cometer este pecado, bajo pena de caer en tú desgracia. —Y tú al pecar, decías a Dios: Señor! yo no quiero obedeceros, quiero darme esta satisfacción, nada me importa caer en vuestro desagrado ni incurrir en vuestra indignación. Dijiste: Non Serviam. (Jer. 2. 20.).

   ¡Oh Dios mío! ¿Y es posible haya cabido en mi tanta villanía, y Vos no me hayáis castigado como merecía? ¿Por qué no habré muerto mil veces antes que ofenderos antes que cometer el primer pecado? Perdón, Señor, perdón por lo pasado, que ya estoy resuelto a no desagradaros más; por costoso que me sea, quiero amaros, oh bondad infinita. ¡Dadme la perseverancia, dadme vuestro santo amor!


TERCERO.

   Considera por último que cuando los pecados han llegado a cierto número. Dios abandona al pecador.

   — Asi, hermano mío, si todavía sois tentado a pecar, no digáis, ya: me confesará después. — porque si Dios os hace morir entonces, o si os abandona, ¿qué será de vos, por toda la eternidad? ¡Tantos son los que se han perdido dé este modo! También ellos esperaban el perdón; pero llegó la muerte y se han condenado. ¡Temed, pues, que os suceda lo mismo! No es digno de misericordia el que se prevale de la bondad de Dios, para ofenderle.

   Después de tantos pecados que Dios os ha perdonado, tenéis justo motivo para temer que al primer pecado mortal que cometáis no os perdone ya. Dadle gracias por haberos esperado, hasta ahora y formad una firme resolución de morir antes que ofenderlo de nuevo. Decidle siempre en adelante: ¡Señor! bastante os he ofendido ya; la vida que me resta no quiero  emplearla más en desagradaros: Oh no, Vos no lo merecéis; quiero emplearla sin reserva en amaros, y en llorar las ofensas que os hice, de las qne me arrepiento de todo corazon. ¡Jesús mío! quiero amaros, dadme la fuerza que me falta.


   ¡María, mi tierna Madre, prestadme vuestra asistencia! Amén.



“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”










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