martes, 22 de mayo de 2018

RETIROS del Padre “SAN PEDRO JULIÁN EYMARD” – RETIRO PRIMERO DE SIETE DÍAS. (Para mujeres) Día segundo.





DÍA SEGUNDO.

ADVERTENCIAS


   Pedir a Jesucristo que nos haga compartir un tanto su tristeza en el Huerto de las Olivas, y que nos haga llorar con Él por nuestros pecados.

   Evitar el ver tus pecados demasiado al por menudo, a no ser que la gracia de Dios te lleve a eso con calma y contrición, pero conviene mirarlos ante la misericordia de Dios, más que con atención a nosotros mismos.

   Comenzar la confesión.

   Sufrir con espíritu de penitencia las pruebas del Retiro. —Acontece a menudo padecer mucho el segundo día del Retiro.


PRIMERA MEDITACIÓN

Dios y el mundo.

   I.   El mundo es una nadería; sólo en Dios está la plenitud del ser.

   El mundo nada tiene de bueno ni de estable. Todos sus bienes son tan solo vanidad, decepción y amargura. — Estériles, engañosas y pérfidas son todas sus promesas; — Sus honores, sus placeres, su amistad engendran esclavitud, — pecado, — apostasía. Sólo Dios posee todo verdadero bien; divinas son sus promesas; — no hay verdadero honor ni placer puro y perfecto sino en su santo servicio.

   El mundo no puede sino hacerme infeliz haciéndome culpable. — Sólo Dios puede hacerme feliz haciéndome santa. Debo, pues, dejar el mundo por Dios.

   II. Dios con su divina bondad me ayuda a separarme del mundo. —Me castiga cuando me he dejado llevar demasiado del mundo. — Me hace padecer por las criaturas para que no me apegue a ellas. — Me concede disgusto y alejamiento hacia todo cuanto no es Dios.

   Me hace la gracia de que comprenda yo que es Él mí solo bien, — mi único fin — y que el mundo no es más que un calvario para mí.

   Fruto: — Quiero, con San Pablo, estar crucificado al mundo, y que el mundo esté crucificado para mí.

   El mundo ha olvidado, despreciado y perseguido a Jesucristo, mi Dios, mi divino Esposo; quiero ser tratada como Él.

   Combatiré, pues, con todas mis fuerzas los afectos desordenados hacia las criaturas. — Estaré alerta contra los afectos demasiado terrenos. — No me ocuparé en mi corazón con las criaturas, sino con sólo Dios, y con el prójimo por Dios.


SEGUNDA MEDITACIÓN

Dios Misericordioso.


   Bondad de Dios en esperarme a penitencia cuando yo le ofendía. —Yo estaría en el infierno mucho tiempo ha; si la misericordia de Dios no me hubiese en cierto modo ocultado a las miradas de su justicia que tantas veces ¡ay! he ofendido.

   Bondad de Dios en procurarme gracias de conversión a Él.

   Gracias exteriores: ¡Cuántos buenos ejemplos! ¡Cuántos prudentes consejos! ¡Cuántas útiles y sólidas lecciones! Gracias interiores: ¡cuántas buenas mociones de la gracia! ¡Cuántas santas inspiraciones del Espíritu divino! ¡Qué de reprensiones me ha dado interiormente el amor de Dios desatendido! ¡Cuántas tristezas interiores que me avisaban mi lamentable estado! Eran otros tantos gemidos del Espíritu Santo que me reclamaban a su amor; eran los lamentos del corazón de Jesucristo por mis infidelidades; era Dios, lleno de amor, que bajo las apariencias de severidad quería verme a sus pies como otro hijo pródigo, perdonarme y estrecharme a su corazón paternal.

   Las amenazas con el infierno venían a ser una aflicción de misericordia, el retronar de la gracia para despertarme y obligarme a acogerme presurosa en los brazos de mi Padre celestial.
   Frutos: Dar gracias a Dios por la bondad tan paternal con que me ha esperado tanto tiempo, y de preferencia a tantos otros.

   Acto de desagravio por haber tenido tan poca correspondencia a tantas gracias.

   Actos de entrega en manos de Dios y de amor.


TERCERA MEDITACIÓN

Dios y yo.

   Bondad de Dios en perdonarme los pecados. He ofendido tanto a Dios. —Le he ofendido por el orgullo y la vanidad del espíritu; por las resistencias de la voluntad; — por la ingratitud de mi corazón; — por mi imaginación tan descarriada; — por mi memoria, tan diestra en recordarme lo que desagrada a Dios; — por mis sentidos; por mi lengua, tan ligera en hablar y juzgar.

   ¡Ay, Dios mío! ¡Tal es el uso que he hecho de los dones de vuestro amor; dones que me habíais concedido para emplearlos tan sólo en serviros y amaros! — Ese ha sido mi reconocimiento. He vuelto contra Vos vuestros mismos beneficios; he estropeado la obra de vuestras manos.

   ¡Oh! ¡Cómo no me habéis abandonado ya, según castigasteis al ángel rebelde! — ¡Cómo no me habéis negado ya de hija y no me habéis arrojado ya de vuestra presencia como objeto de maldición!
   Y no obstante tanta malicia y tantos pecados míos, me amáis todavía; me habéis atraído a vuestros pies; habéis echado a un lado mis pecados para no verlos más; los habéis arrojado a lo profundo del mar para sepultarlos en eterno olvido; habéis hecho de mí una nueva criatura; me habéis lavado con vuestras lágrimas y vuestra sangre; habéis tomado sobre Vos mis pecados y los habéis expiado en  vuestro cuerpo, en vuestro corazón, sobre vuestra divina persona.

   ¡Oh Dios, Salvador de mi alma! No hallo palabras; mi corazón se apena por no poder expresaros mi reconocimiento, mis deseos, mi amor.

   2° Bondad de Dios en las circunstancias de mi perdón. Harto grande es en sí misma la gracia del perdón para triunfar del corazón mío. ¡Pues qué! El verse libre del mundo y de la esclavitud del pecado; el no estar ya pendiente sobre el infierno, sino antes bien sentirse libre y en paz, adoptada nuevamente por hija de Dios y heredera del cielo, ¿no sería lo bastante para bendecir la bondad de Dios toda mi vida y reconocer tan insigne gracia por todos los sacrificios?

   ¡Y sin embargo, para Dios aún no es suficiente el haberme perdonado, el haberme hecho rebaja de todas mis deudas, el haberme restituido a la libertad de sus hijos! — Quiere además tratarme como á hija muy amada, como si nunca le hubiese ofendido. —

   Me vuelve del todo a su primera amistad; me abre sus tesoros todos y me hace compartir los favores concedidos a los Santos que siempre le fueron fieles; quiere hacer de mí el más hermoso trofeo de su misericordia y su amor.

   ¡Oh Dios mío! Olvidáis los derechos de vuestra justicia ofendida; los derechos de vuestra gloria despreciada. — Olvidáis que he sido una ingrata, una infiel...

   ¿Y qué dirán los ángeles? ¿Qué dirán los justos? — ¡Ah! publicarán conmigo vuestra misericordia infinita y el triunfo de vuestro amor.

Frutos: —1° Acción de gracias, tomando por medianeros a los Ángeles, a los Santos, a la Santísima Virgen, a Nuestro Señor Jesucristo.

   Donación completa de mí mismo.

   Ofrecerme a todos los trabajos, a todas las penitencias, a todos los sacrificios para probar a Dios mi arrepentimiento y mi amor penitente.


DIRECTORIO

Examen particular acerca de las simpatías y antipatías.

   ¿Cuáles son mis simpatías o antipatías naturales? Su índole. —Sus efectos.

   ¿Cuáles son los mejores medios que podré adoptar para paralizar el efecto moral de las mismas y cambiarlas en virtudes?

   Lectura espiritual. —Imitación de Cristo de Tomás de Kempis, libro 1, capítulos XXI y XXII.


VÍA CRUCIS.

   Meditar en cada Estación acerca de Nuestro Señor, que expía uno de nuestros pecados, especialmente:
   Primera Estación. —Jesús, que expía nuestros pecados contra la caridad, por las humillaciones y calumnias con que le asaltan ante el tribunal de Pílalos.

   Segunda Estación. —Jesús expía nuestras impaciencias, nuestras quejas contra las cruces que en su misericordia nos envía.

   Tercera Estación. —Jesús padece por los primeros pecados de nuestra niñez.

   Cuarta Estación. —María padece con Jesús por nuestro bien; se ofrece a morir con Jesús para apartarnos del infierno.

   Quinta Estación. —Simón Cirineo no lleva sino a la fuerza la cruz de Jesús, el cual expía nuestras resistencias a la gracia.

   Sexta Estación. —Afronta la Verónica los insultos y malos tratamientos de los sayones, y va a consolar a Jesús y a enjugar su adorable rostro, cubierto de saliva, de sangre y de heridas. Este benignísimo Salvador expía así nuestro respeto humano, nuestras vanidades y nuestro orgullo.
   Séptima Estación. —Cae Jesús segunda vez para expiar nuestras faltas de recaída en las culpas, y obtenernos la gracia de volvernos a levantar con Él.

   Octava Estación. —Consuela Jesús a las afligidas hijas de Jerusalén: expía nuestros pecados de insensibilidad y de indiferencia ante las ofensas a Dios.

   Novena Estación. —Cae Jesús por tercera vez para expiar el abuso de los Sacramentos y la inutilidad de su Pasión para muchos.

   Décima Estación. —Padece Jesús todos los dolores al ser cruelmente desnudado: expía nuestras sensualidades exteriores.

   Décimo primera Estación. —Jesús crucificado expiando nuestra falsa libertad y las faltas de nuestra devoción cómoda y regalona.

   Decimo segunda Estación. —Muérese Jesús, y muriendo nos perdona, y nos da por Madre su Madre Santísima. — Tiene sed de padecer más todavía para probarnos su amor. — Sufre los mayores abandonos interiores para darnos fuerza de soportarlos a ejemplo suyo. —Muere inclinada la cabeza y vueltos los ojos hacia nosotros, para decirnos que nos perdona y nos amar — Acto de desagravio.

Décimo Tercera Estación. —Bajan de la Cruz a Jesús. —Compadezcamos el dolor de la Santísima Virgen. Mostrémosle las llagas de Jesús como títulos nuestros  su amor maternal.

Décimo cuarta Estación. —Jesús en el sepulcro. —Sepultarnos con El para vivir de su vida sencilla y oculta.


“LA DIVINA EUCARISTÍA”


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