sábado, 21 de abril de 2018

EL VERDADERO CONSUELO DEBE BUSCARSE SÓLO EN DIOS – POR TOMÁS DE KEMPIS.





El discípulo. Todo lo que puedo imaginar o desear para mi solaz, no lo espero en esta vida, sino en la otra.

Pues aunque yo solo tuviera todas las comodidades del mundo y pudiera gozar todos sus placeres, cosa cierta es que no durarían mucho tiempo.

Por eso, alma mía, jamás encontrarás alegría completa, ni satisfacción perfecta sino en Dios, que consuela a los pobres y favorece a los humildes.

Espera un poco, alma mía; espera el cumplimiento de las promesas de Dios. Ya tendrás abundancia de todos los bienes en el cielo.

Si tienes ambición excesiva de bienes temporales, perderás los eternos y celestiales.

Lo temporal, usarlo, y lo eterno, desearlo.

Ningún bien temporal podrá llenarte, pues no fuiste creada para gozarlos.

Aunque poseyeras todos los bienes creados, ni aun así serías feliz y bienaventurada porque toda tu felicidad y bienaventuranza esta en Dios, quien creó todas las cosas.

Pero esa felicidad y bienaventuranza no es como la entienden y estiman los insensatos amigos del mundo, sino como la esperan los buenos y fieles amigos de Cristo; como de antemano la gozan algunas veces las almas espirituales y limpias de corazón que viven en la tierra como si viviesen en el cielo.

Vano y breve es todo consuelo humano. El consuelo dulce y verdadero es el que se recibe de la verdad en el espíritu.

El hombre piadoso lleva consigo por todas partes a Jesús, su consolador, y le dice: “Jesús, Señor mío, acompáñame siempre y dondequiera.» «Que sea mi consuelo el desear carecer de todo humano consuelo.” “Y si también me veo privado de tus consuelos, que mi más dulce consuelo sea tu voluntad y las justas pruebas a que me sujetas.” “Porque no será eterna tu ira, ni tampoco tus amenazas” (Sal 102, 9).


“LA IMITACIÓN DE CRISTO”

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