lunes, 12 de marzo de 2018

SOBRE LAS CRUCES – Por Cornelio Á Lápide (Parte II)





Las cruces vienen de Dios.


   Los sufrimientos, las cruces y las pruebas no deben atribuirse al demonio, ni a la carne, ni a un enemigo cualquiera, sino a Dios; pues, desde toda la eternidad, Dios las ha previsto, preparando a cada cual las suyas: a uno le prepara unas, a otro otras, a fin de que por medio de ellas todos nos asimilemos a Jesucristo, que sufrió, murió y resucitó.

   A Dios atribuye el Real Profeta todas las cruces: Nos habéis probado, experimentado, Señor; nos habéis acrisolado al fuego, como se acrisola la plata. (I.XV. 10). Hemos pasado por el fuego y por el agua; más nos habéis conducido a un lugar de refrigerio. (L.XV. 12). Nos habéis ceñido con una faja de dolor. (LXV.11) ¿Hasta cuándo nos has de alimentar con pan de lágrimas, y hasta cuándo nos darás a beber lágrimas con abundancia? (LXXIX. 6).

   Dios me ha dado bienes, dice Job, y él me los ha quitado; ha sucedido lo que el Señor ha dispuesto: bendito sea el nombré del Señor. (I. 21). No dice Job: Dios me ha dado bienes, y el demonio me los ha quitado; sino: Dios me ha dado, Dios me ha quitado...

   Manifestaré a Pablo, dijo el Señor, cuánto ha de sufrir por mi nombre. (Act. IX. 16). El que obraba contra el nombre de Jesucristo, dice San Agustín, debía sufrir por este sagrado nombre: ¡Oh severidad llena de misericordia! (De laudib. Paul).

   Las cruces que Dios envía en el tiempo, vienen siempre de su misericordia: si Dios no entregase la humanidad a los sufrimientos en la tierra, comenzaría su justicia eterna y terrible...

   Que padezcan los malos, dirá alguno, es justo; ¿pero los buenos?

   Los buenos nacen culpables; con las cruces se purifican más y más y aumentan el número de sus coronas; sin las cruces se volverían malos, y no hallaríamos ya conformidad entre ellos y Jesucristo; los buenos sufren para obtener la conversión de los malos y para expiar sus pecados.

Por otra parte, suele tenerse mala idea de las cruces. Las cruces son un tesoro. Nada es malo sino el pecado. El trabajador a quien el amo paga su jornal, ¿puede hallar a mal que le hayan hecho trabajar? El soldado ¿puede hallar injusto quo le ejerciten y le envíen a la batalla?




“TESOROS DE CORNELIO Á LÁPIDE”

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