lunes, 25 de diciembre de 2017

La visión de Sor Dominica del Paraíso cuando tan sólo era una niña – Por San Alfonso María de Ligorio. (No se pierdan esta bella lectura)





   Se lee en la vida de Sor Dominica del Paraíso, escrita por el padre Ignacio del Niente, dominico, que en una aldea llamada Paraíso cerca de Florencia nació esta doncellita de padres pobres. Desde niña empezó a servir a la divina Madre. Ayunaba a honra suya todos los días de la semana, y después en el sábado repartía a los pobres aquella comida que se había quitado de la boca, y cada sábado iba al huerto de su casa o a los campos vecinos donde recogía todas las flores que podía, y las presentaba delante de una imagen de la santísima Virgen con el niño en los brazos, Pero volvámonos ahora a ver con cuantos favores la agradecidísima Señora compensaba los obsequios que esta su sierva le ofrecía. Estando una vez Dominica a la ventana, y era entonces de diez años, vio en la calle una mujer de hermoso aspecto y consigo un niño, que entrambos alargaban la mano en acción de pedir limosna. Va ella a tomar el pan, y he aquí que sin abrir la puerta se los ve delante, y advierte que el niño tenía heridas las ¡manos, los pies y el pecho. Por lo cual preguntó a la mujer: — ¿Quién ha herido este niño?—Respondió la mujer: ¡— Le ha herido el amor. — Dominica enamorada de la modestia y hermosura de aquel niño, le preguntó si le dolían aquellas heridas. Más él no respondió sino con una sonrisa. Entre tanto estando ya todos cerca de las imágenes de Jesús y de María, dijo la mujer a Dominica: — Dime, hija, ¿quién te mueve a coronar a estas imágenes de flores? — Ella respondió: — Me mueve el amor que tengo a Jesús y María. — ¿Y cuánto les amas?— Los amo cuanto puedo. — ¿Y cuánto puedes? — Cuanto ellos me ayudan. — Prosigue, dijo entonces la mujer, prosigue en amarlos, que bien te lo pagarán ellos; en el cielo.

   Luego la doncella percibiendo que salía de aquellas llagas un olor celestial, preguntó a la Madre con qué ungüento las ungía, y si aquel ungüento se podía comprar. Respondió la mujer: — Se compra con la fe y con las obras. —Dominica les ofreció el pan. La Madre dijo: — ¡La comida de este mi Hijo es el amor, dile que amas a Jesús y le alegrarás. — El niño apenas oyó este nombre de amor empezó a regocijarse, y vuelto a la doncellita le preguntó, cuanto amaba a Jesús. Y respondiendo ella que le amaba tanto que día y noche siempre pensaba en él, no buscaba otra cosa  más que el darle gusto cuanto podía : — Ahora bien, añadió él, ámale, que el amor te enseñará qué debes hacer para darle gusto. —Creciendo después el olor que exhalaba de aquellas llagas, exclamó Dominica: — ¡O Dios! esta fragancia me hace morir de amor. Si el olor de un niño es tan suave, qué será el olor del paraíso — Mas he aquí entonces ve mudarse la escena: La Madre apareció vestida de Reina y cercada de luz, y el niño hermoso resplandeciente como un sol, que tomando aquellas mismas flores las esparció: sobre la; cabeza de Dominica, la cual reconociendo ya en aquellos personajes a María y a Jesús, se había postrado para adorarlos. Y así dio fin la visión.

   Dominica tomó después el hábito de Santo Domingo, y murió en opinión de santa en al año 1553.


LAS GLORIAS DE MARÍA


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