lunes, 28 de agosto de 2017

Necesidad de la oración mental – Por San Alfonso María de Ligorio.



   La oración mental primeramente es necesaria para tener luz en el viaje que estamos haciendo a la eternidad. Las verdades eternas son asuntos espirituales que no se perciben con la vista corporal, sino sólo con la consideración de la mente. El que no hace oración no las columbra, y por esto anda difícilmente por el camino de la salvación. Por otra parte, el que no hace oración no conoce sus defectos ni los aborrece, como dice San Bernardo. No concibe tampoco los peligros en que se encuentra, y por tanto, no piensa en evitarlos. Pero aquél que hace oración descubre al momento sus imperfecciones, advierte los peligros que corre su salvación, y viéndolos procura remediarlos. San Bernardo, añade, que la meditación regula los afectos, dirige las acciones y corrige los defectos.

   En segundo lugar, sólo en la oración podemos hallar fuerzas para resistir a las tentaciones y practicar la virtud. Santa Teresa decía, que el que descuida la oración no necesita demonios que lo lleven al infierno, porque él mismo se mete en él. Esto nace porque que sin la oración mental no hay petición. El Señor está siempre dispuesto a concedernos sus gracias; pero dice San Gregorio, que para concederlas quiere que le roguemos y casi que le obliguemos a dárnoslas por nuestras súplicas perseverantes.

   Pero sin estas no tendremos fuerza para resistir a nuestros enemigos, y no podremos alcanzar la perseverancia. Palafox ha dicho: ¿Cómo nos ha de conceder el Señor la perseverancia, si no se la pedimos? ¿Y cómo se la pediremos sin la oración? Más los que se dedican a la oración son como el árbol plantado junto a la corriente de un río.

   La oración es la feliz hoguera en donde se inflaman las almas en el amor divino. Santa Catalina de Bolonia decía: La oración es el lazo que estrecha el alma con Dios.

   Introdújome el rey en la cámara del vino y ordenó en mi la caridad. Esta cámara del vino o bodega es la oración, en que de tal modo se embriaga el alma de amor divino que casi llega a perder la sensibilidad para las cosas de este mundo. Ella no ve entonces más que lo que agrada a su amado, no habla más que de su amado, ni quiere oír hablar más que de su amado: cualquier otra conversación le causa tedio y la aflige. El alma en la oración retirándose a hablar a solas con Dios, se eleva sobre sí misma. Se sentará solitario y callará, porque lo llevó sobre sí.

   Dice Sedebit: el alma sentándose, esto es, parándose a considerar en la oración cuán amable es Dios, y cuán grande el amor que le tiene, tomará gusto a Dios, se le llenará la mente de santos pensamientos, se despegará de los afectos terrenos, concebirá gran deseo de hacerse santa, y, finalmente, tomará la resolución de darse toda a Dios, ¿Y no es la oración la que ha inspirado a los Santos sus más generosas resoluciones, que los han levantado a un grado sublime de perfección?

   Oigamos lo que dice San Juan de la Cruz hablando de la oración mental:

Allí me dió su pecho,
Alli me enseñó ciencia muy sabrosa:
Yo le di de hecho
A mi, sin dejar cosa:
Allí le prometí de ser su esposa.

   Pero San Luis Gonzaga decía que jamás llegaría a un alto grado de perfección, quien no llegue a tener mucha oración. Dediquémonos pues a la oración, y no la abandonemos jamás por fatigosa que pueda parecernos. Este tedio que suframos por Dios, ya nos lo pagará, El largamente.

   Perdonad, Señor, mi pereza. ¡Cuántas gracias he perdido por haber descuidado tantas veces la oración! En adelante dadme fuerza para seros fiel en continuar acá hablando con vos, con quien espero conversar eternamente en el cielo. No pretendo que me regaléis con vuestros consuelos: no los merezco, bástame que me admitáis a estarme a vuestros pies para recomendaros a mi pobre alma, la cual se encuentra tan pobre porque se ha alejado de vos Allí, ¡Oh Jesús crucificado! el solo recuerdo de vuestra sagrada pasión me arrancará de la tierra y me unirá a vos. Virgen Santa María, socorredme en la oración.



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