domingo, 25 de junio de 2017

Algunos dicen que comulgar diariamente es una exageración, y además es casi imposible ponerlo en práctica – Por Monseñor de Segur




   Estáis completamente en un error al creer cosa semejante, porque no solamente es posible  sino es muy fácil de ponerlo en práctica, como te lo están probando infinidad de piadosos fieles; la exageración está toda de parte de los jansenistas o de los semi-jansenistas que piden, para acercarse a recibir la sagrada Comunión, disposiciones casi imposibles de alcanzar. ¿Qué haríamos, pues, nosotros los pobres sacerdotes, que tenemos la santa costumbre de celebrar todos los días la misa? ¿No estamos por ventura sujetos, como los demás fieles, a miserias, imperfecciones y debilidades diarias? Ningún sacerdote, notadlo bien, está obligado a celebrar diariamente el santo sacrificio de la misa, ni aun las mismos párrocos están obligados a ello más que los domingos y fiestas de guardar. ¿Será pues, un abuso nuestra comunión diaria? ¿Quién se atreverá a afirmarlo? ¿No es evidente que a pesar de la imperfección, por desgracia muy frecuente en nuestras disposiciones, la celebración del santo sacrificio de la misa y la Comunión diaria son nuestra principal salvaguardia, nuestra salud, el principio de todas nuestras fuerzas, el secreto de nuestra castidad, la fuente de nuestro celo, y nuestro sostén en los peligros y tentaciones diarias? ¿Quisiéramos acaso tener dos pesos y dos medidas, una para nosotros, otra para nuestros hermanos? ¿Hay alguno de entre nosotros que, imitando a los fariseos del Evangelio, quiera imponer a sus hermanos cargas u obligaciones, no sintiéndose él con fuerzas suficientes para llevarlas?

   Todo cuanto nos enseña y aconseja la Iglesia católica es muy fácil de ponerlo en práctica y nada tiene de exagerado; porque ella nos enseña la verdad en lo que respecta a la piedad, y el escucharla es escuchar al mismo Dios Nuestro Señor; menospreciar sus consejos, es despreciar la luz de Dios.

   Muy extraño se hace observar como algunos católicos, a veces hasta sacerdotes, hacen tan poco caso de una autoridad divina. Sé lógico en tus creencias, y por consiguiente también en todas sus consecuencias prácticas. Así crees tú, sabes muy bien que Jesucristo te habla por medio de la Iglesia, así, pues, no te contentes con escucharle y darle tu asentimiento; no te detengas en mitad del camino, llega a la práctica.

   Deja que murmuren aquellos que no quieren conocer la verdad. Déjales también que hagan ostentación de lo que ellos creen ser respeto hacia el santo Sacramento, y que en el fondo no es otra cosa que un temor servil que denota muy claramente poco o ningún conocimiento de los misterios de Jesucristo, a la par que mucho apego a sus ideas personales. En cuanto a tí, verdadero hijo de la Iglesia, sigue en paz el camino que te han trazado los Santos y después de los Apóstoles, de los Mártires, y de todos, no temas ni la exageración ni el error: todos los primitivos fieles después de San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo, San Agustín; después de San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura; después de San Felipe Neri, San Cárlos Borromeo, San Ignacio, San Cayetano, San Francisco de Sales y san Alfonso María de Ligorio; después de Bal Armiño, Fenelón, Bourdalone y otros que han exaltado á porfía la frecuente Comunión, la Comunión diaria, la verdadera Comunión católica; ¡no temas ni la exageración ni el error!



“LA SAGRADA COMUNIÓN”

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