domingo, 28 de mayo de 2017

LOS TRES EFECTOS DEL ESPIRITU SANTO – POR SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA.




El espíritu santo, al venir al mundo, esto es, al corazón que se ha entregado al mundo, obra tres efectos:

   1) Convencernos del pecado, mostrándonos su fealdad.

   2) Hacernos ver la belleza de la justicia, enseñándonos toda la verdad.

   3) Elevar nuestros afectos, con la consideración de los bienes o castigos futuros, esto es, nos enseña las cosas que han de venir.


   CONVENCE DEL PECADO. Sera como fuego fundido y como leña de batanero, y se pondrá a fundir y depurar la plata…, y la depurara como se depura el oro (Malaquías. 3,2). Así obra el Espíritu Santo en nuestros corazones, quemando todo lo que sea vicio y pecado. Estos sus reproches interiores son un signo de su amor, mayor inclusive que los castigos materiales, que no tienden más que a hacernos advertir tales reproches. Cuando el Hijo se ha marchado de nosotros, ha ido al Padre para excusar nuestros pecados; cuando el Espíritu Santo viene, es para echárnoslos en cara y que los conozcamos. El uno y el otro nos excusan, y los dos trabajan para una sola cosa, para salvarnos.

   Miserables los que no conocen su pecado, porque se creen tan ricos que no necesitan a nadie, cuando en realidad no pasan de ser ciegos y desnudos (Apoc. 3,17). Me avergüenzo de ver a un mundo en la iniquidad, viviendo alegre y tranquilo. Ya está la segur en la raíz del árbol (Lc. 3,9).   Pasan los días, y en un momento caeréis en el infierno. Vivís en una paz bien amarga (Is. 38,17), porque no vivís en la paz de la virtud, sino en la paz de la inconsciencia, de las tinieblas del espíritu, la deformidad del corazón y la falta de la luz divina. Cuando Dios se aleja del corazón, descienden sobre él las tinieblas y el endurecimiento, y los pecados se convierten en castigo del pecador.

   ILUMINA LA INTELIGENCIA. Os enseñará toda verdad (Juan. 16,13). ¡Oh doctor, cuyo púlpito está en el cielo y los alumnos en la tierra; que en un momento nos instruye y da toda ciencia! Yo quisiera ver aquellos antiguos maestros que fueron profetas, a quienes ilumino el Espíritu santo, junto a aquellos niños y pastores convertidos en salmistas, a aquel perseguidor convertido en doctor de las naciones, a aquel publicano en evangelista. Pero todavía me admira más lo que los apóstoles y santos han hecho después que el Paráclito descendió sobre la tierra, Enséñenos a todos este mismo Espíritu y repártanos el olor de su perfume.

   ANUNCIA EL PORVENIR. Todo hombre es un profeta. Su vida anuncia el cielo. No considerar las cosas que se ven, sino las que no se ven; vivir de la fe y no de la tierra, es también profetizar. El solo hecho de huir de los bienes presentes es anunciar las delicias del cielo y hacer temer los tormentos del infierno. Los que se mortifican profetizan la eternidad.


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