miércoles, 3 de mayo de 2017

Comulgando a menudo, temo escandalizar a las personas que me conocen –– Por Monseñor de Segur.




   ¿Hablas de los cristianos a medias, es decir, de esa multitud de gente que no entiende ni pizca de las cosas de Dios, por más que observen algunas prácticas de religión? Sabes tan bien como yo qué cosa se debe hacer de sus crítica Deja que digan cuanto quieran; las censuras de esa clase de gente, son casi un elogio.

   ¿Se trata, por el contrario, de personas piadosas? Puedes estar seguro de que no las escandalizarás viviendo como corresponde a un cristiano que lo sea de veras. ¿Sabes qué es lo que escandaliza en una persona que comulga a menudo? ¿Crees que son sus comuniones? No por cierto, sino su negligencia y flojedad en reprimir su mal genio en conformar su vida ordinaria con las prácticas religiosas a que se dedica: lo que escandaliza son sus impaciencias, sus murmuraciones, sus glotonerías, el regalo con que se trata, las exageradas precauciones que toma por conservar su salud, y finalmente, una multitud de defectos e imperfecciones, que no pueden escapar a las miradas de una conciencia  algo solícita de su santificación.

   Si te reconocieses en este retrato, (Dios no lo permita) sería necesario que aplicases si demora un remedio eficaz a este mal que es muy real. Convendría, no que dejases de comulgar  sino que te armases de mayor decisión, para llevar una vida más santa y digna de Nuestro Señor Jesucristo.

   Ya sé que, hasta entre los buenos cristianos, hay personas tampoco ilustradas que se escandalizan de niñerías. Sin dejar de evitar lo que pueda darles un motivo más o menos fundado de escándalo, no debes preocuparte demasiado de lo que dirán: pues por más que hagas lo que hagas, no lograrás contentar a todo el mundo. Procura agradar a Dios; proponte una vida recta y honesta en todo lo que hicieres, acepta con humildad los diversos juicios y apreciaciones que tu conducta merezca a las personas honradas, y aprovéchate de ellos de ellos, si es posible, para enmendarte. Cuando tengas alguna duda, dirígete a un sacerdote ilustrado y práctico en las vías del Señor, consúltale con sinceridad, y sigue sus consejos.

   Este era también el sentir del sabio y piadoso Fenelón, que tan alto proclamaba la utilidad y conveniencia de la Comunión frecuente, “Debemos acostumbrarnos, decía: a ver fieles que cometen pecados veniales, a pesar de sus sinceros deseos de no cometer ninguno, y que, no obstante, comulgan con fruto cada día. No deben causarnos tanta extrañeza y espanto las imperfecciones que Dios permite en ellos para hacerlos más humildes, que no veamos al mismo tiempo las faltas más graves y peligrosas de que les preserva este remedio cotidiano”

   “¿Por qué hemos de escandalizarnos a ver a buenos y virtuosos seglares que, para alcanzar más completa victoria sobre sus imperfecciones y resistir mejor a las tentaciones de un mundo corrompido y corrompedor, se alimentan del Pan de los fuertes, de aquel Pan que bajado de cielo, es fuente purísima de toda perfección y santidad?”

   “Despreciad los juicios de reformadores siempre dispuestos a escandalizarse de cualquier cosa y a criticarlo todo seguid más bien los consejos de un director experimentado que os trace el verdadero camino según el espíritu de la Iglesia”

   Vigila, pues, cuidadosamente sobre tí mismo guárdate tanto de los escrúpulos como del relajamiento; renueva cada día tus buenos propósitos, y prescinde todo lo posible del qué dirán.


“LA SAGRADA COMUNIÓN”


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