domingo, 16 de abril de 2017

Comulgad con frecuencia (para que Cristo no os diga: “No te conozco”)



Discípulo. — Padre, ¿será posible la repetición de estos ejemplos de generosidad?

Maestro. — Ya lo creo; se pueden y se de ben repetir donde haya almas generosas, llenas de fe y de amor a Jesucristo.

D. –– Pero no en todas partes se encuentran párrocos tan celosos ni jóvenes de tanta virtud.

M. — Si no hay párrocos ni jóvenes tan entusiastas y cristianos, debería haberlos. La falta de ellos es por sí mismo un verdadero castigo y tal vez llega a ser prueba evidente de que Dios les ha abandonado.

Comunismo, socialismo y masonería, malas costumbres, irreligión, ¿no son pruebas evidentes del abandono de Dios y el camino cierto que a este abandono conduce?

Démonos prisa para reparar los daños; el camino más seguro es la Comunión. Lo aseguró Jesucristo por boca de su Vicario en la tierra, el Papa Pío X, llamado el Papa de la Eucaristía.

Escucha la historia. Este Papa, en pocos años, desde el 1905 al 1910, promulgó hasta ocho decretos para estimular a todos, hasta a los niños y enfermos, a que comulgaren con frecuencia, apartando dificultades y concediendo favores a todos. Pues bien, a los pocos días de lanzar el último decreto, mientras daba gracias después de la Misa, hízose en su aposento un gran resplandor, y en medio de su luz se le apareció Jesucristo, quien, congratulándose con él, le dijo: —Muy bien, mi buen Vicario; estoy contento de tu obra, de la Comunión frecuente de los niños y de los adultos.

Y haciendo hincapié sobre lo que decía, añadió: —Pero todavía no basta, debe continuar aún, porque la salvación del mundo en los tiempos que corren está basada en la Sagrada Comunión.

D. — Admirable, Padre; y ¿es fidedigno este relato?

M. — Sin duda, pues así lo ha hecho público y lo ha asegurado el Cardenal Merry del Val, entonces secretario de Estado, que presenció en parte la aparición.

Calcula, pues si después de tales testimonios nos hemos de formar una gran Cruzada de cristianos que sean generosos con la Comunión frecuente y estén siempre dispuestos a decir: —Si es voluntad de Dios, si lo quiere asi el Vicario de Jesucristo, el Papa, también nosotros lo queremos por encima de los mayores sacrificios.

Por el contrario, siendo negligentes en la Comunión frecuente, corremos el grave riesgo de que más tarde nos dirija Jesucristo en el juicio particular el terrible y bochornoso anatema: — ¡No os conozco!


Presentóse a San Juan Bosco, sin duda el Santo que más ha propagado la Comunión frecuente, uno de sus alumnos más fervorosos y devotos para contarle un sueño en el que se le había figurado que había muerto, y que inmediatamente se había encontrado en presencia de Jesucristo para ser juzgado.

Y, contaba, quedóse asombrado viendo la cara dulcísima de Jesús, inmutada y como amenazadora, al tiempo que pronunciaba estas palabras:

— ¿Quién eres tú?. . . No te conozco.
— El joven contestó en seguida, sorprendido y aterrorizado:
— ¿Cómo, Jesús mío? ¿No me conocéis, después que tanto os he amado, tanto os he servido y tantas veces he implorado vuestro amor?
 — Sí, continuó Jesucristo, lo sé; me has amado, me has servido: pero me has recibido pocas veces en la Santa Comunión.
Y casi iba a repetir el horroroso: “No te conozco”, cuando el joven, llorando, le interrumpió, diciéndole:
 — ¡Pues no volverá a suceder esto, Jesús mío!
 — Me desperté sudando a mares, seguía diciendo el muchacho lleno de espanto, y por esto vengo a usted ahora para que me tranquilice.

Don Bosco, mirándole con suma complacencia, le dijo sonriendo:

— Entonces, ¿has comprendido ahora cuál es la voluntad de Jesucristo y su deseo bien manifiesto? Frecuenta, pues, la Santa Comunión, y así no volverás a ver a Jesús en actitud amenazadora, repitiéndote el “no te conozco”.

De esta manera quedó el joven satisfecho y tranquilo.

He aquí, pues, el medio más adecuado para que Jesucristo nos reconozca y nos ame: Frecuentar la Sagrada Comunión con la mayor generosidad.

D. — Padre, ahora estoy más convencidos que nunca de la necesidad de esta generosidad amplia y desinteresada para con Jesucristo, que tan bueno es para con nosotros; pero será necesario en muchos lugares formar estas almas generosas.

M. — Es indispensable; porque, o se forman estas almas, o hay que renunciar a que Jesucristo reine, a los prodigios de la fe, a los milagros de una vida verdaderamente cristiana.

D. — Quien no siente la necesidad y el deber de unirse con Jesucristo en la Sagrada Comunión, tampoco sentirá la necesidad y el deber de vivir una vida profundamente cristiana. ¿No es así, Padre?

M. —Ya lo creo. Y otra de las cosas necesarias para que la Comunión sea estimada y apreciada por Jesús es la de procurar formar almas santas, y limpias.


“COMULGAD BIEN”

Pbro. Luis José Chiavarino


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