Esta publicación es una colaboración de: Fátima de Jesús
LAS NOVENAS
Los devotos de María ponen gran empeño en
celebrar con fervor las novenas que preceden a sus festividades; y en éstas, la
Virgen es todo amor al otorgar innumerables y muy especiales gracias. Vio Santa Gertrudis una multitud que la
reina del cielo cobijaba y a la que miraba con inefable ternura, y entendió que
eran fieles que se habían preparado con ejercicios devotos a la fiesta de la Asunción.
En las novenas se pueden practicar
ejercicios como éstos:
I) Hacer
oración mental por la mañana y por la tarde, con la visita al Santísimo
Sacramento y rezar nueve veces el Padrenuestro, Ave María y Gloria.
II)
Visitar alguna imagen de María,
agradeciendo al Señor las gracias concedidas a ella, pidiéndole a la Virgen
cada vez alguna gracia especial. En alguna de estas visitas rezar la oración
propia de la novena o de la fiesta.
III)
Hacer muchos actos de amor a Jesús y a
María, cien o cincuenta al menos, ya que no podemos hacer cosa que más le
agrade que amar a su Hijo, como ella lo manifestó a Santa Brígida: Si quieres tenerme favorable, ama a mi Hijo Jesús.
V) Hacer
alguna mortificación corporal, como abstenerse de algún manjar más delicado,
ayuno o abstinencia en las vigilias de las fiestas. Pero lo mejor de todo son
las mortificaciones internas, como abstenerse de miradas curiosas, estar
retirado, no hablar innecesariamente, obedecer y no responder con impaciencia,
soportar las contrariedades y cosas semejantes. Todo esto se puede hacer sin
peligro de vanagloria, con mayor mérito y sin tener que andar pidiendo permiso
al Director espiritual.
Todavía
será más útil proponerse al principio de cada novena luchar contra algún
defecto en que se cae con más frecuencia. Será de mucho provecho, en las
visitas de que hemos hablado, pedir perdón por las pasadas caídas, renovando la
resolución de no volver a caer, implorando para todo el auxilio de María.
Pero
el obsequio más agradable a la Virgen será imitar sus virtudes. Y para esto,
proponerse en cada novena la práctica de alguna virtud especial de María más
adaptada al misterio que se celebra, como, por ejemplo, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, la pureza de intención; en
la de la Presentación, el despego de alguna
cosa a la que nos sintamos más apegados; en la de la Anunciación,
la humildad al soportar los desprecios, u otras; en la Visitación,
la caridad con el prójimo, dando limosnas, rogando por los pecadores; en la Purificación, la obediencia a los superiores y
finalmente, en la de la Asunción,
ejercitarse en el desprendimiento de las cosas de la tierra y prepararse para
una santa muerte, acostumbrándose a vivir como si cada día fuera el último de
la vida. Así, las novenas resultarán provechosas.
VI)
Además de asistir a la santa Misa y comulgar el día de la fiesta, hacerlo
también durante los días de la novena. Decía el P. Segneri que la mejor manera de honrar a María es uniéndose a
Jesús. No se le puede ofrecer nada más santo que la santa comunión. En ella
Jesús recoge el fruto de su sagrada Pasión. La Virgen María está
deseando que sus hijos comulguen, diciéndoles: “Venid, comed mi pan y bebed el
vino que he preparado para vosotros” (Prov. 9, 5).
VII) Por último, el día de la fiesta, después de
la comunión, ofrecerse a servir a esta Madre de Dios, pidiéndole la gracia y
virtud que se había propuesto en la novena u otra gracia especial. Y estaría
bien destinar cada año, entre las fiestas de la Virgen, aquélla a la que
tengamos más tierna devoción, para dedicarnos y consagrarnos a ella de manera
muy especial a su servicio, reiterándola que la tenemos por nuestra Señora,
Abogada y Madre. A la vez le pediremos perdón por nuestros descuidos en
servirla durante el año transcurrido y le pediremos, en fin, que nos tenga bajo
su protección y nos obtenga una santa muerte.
“LAS
GLORIAS DE MARÍA”
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