miércoles, 14 de diciembre de 2016

“LAS TÁCTICAS DE PAZ DE LOS SOVIÉTICOS” Por Monseñor. Fulton J. Sheen. (Algunas lecciones del pasado para los tiempos que corren)




   Estimados amigos del blog me permito un breve comentario: Esto que  Mons. Fulton J. Sheen nos relata puede ser aplicado a múltiples situaciones del plano internacional, ya político, ya religioso. Hoy sabemos que los líderes mundiales gritan ¡¡¡paz!!! Cuando ellos mismos son los autores de grandes masacres en todo el planeta. Por eso colocamos un agregado al título entre paréntesis, así nuestros lectores pueden sacar sus conclusiones. Y  como lo vengo repitiendo desde hace años y lo haré hasta el último día de mi vida. PARA ENTENDER CLARAMENTE EL PRESENTE, DEBEMOS RECURRIR A LAS LECCIONES DEL PASADO. Hasta aquí nuestras palabras, dejemos hablar ahora a Monseñor:


   Desde el día en que los ángeles cantaron himnos de paz sobre las colinas de Belén, todos los hombres han deseado la paz. Ningún pueblo sobre la faz de la tierra la anhela más que el pueblo Norteamericano. Pero, podemos ser víctimas de una “falsa paz”. Ruskin nos ha advertido que la paz puede ser comprada o también puede ser ganada. Es ganada mediante la resistencia al mal; es comprada mediante compromisos y transacciones con el mal.

   En esta hora, en la que tanto oímos hablar acerca de la paz, será útil y oportuno que nos preguntemos: ¿Qué es la paz?

   Hay tres definiciones diversas de paz:
   1) La noción comunista de la paz.
   2) La noción burguesa de la paz.
   3) El verdadero concepto de la paz.

   La noción comunista de la paz es tanto una táctica como un objetivo. Para ningún otro pueblo de la tierra es la paz al mismo tiempo una táctica y un objetivo como lo es para los Rojos. En su dualidad de propósito reside su engaño.

   La paz como táctica significa el uso de métodos no violentos y no militares, a fin de preparar para el ataque violento y la desmoralización a otras naciones. El objetivo de la paz comunista es el completo sometimiento del mundo a la dictadura comunista. Para ellos no puede haber paz real sino cuando haya una destrucción completa de toda propiedad privada, cuando se hayan abolido la moral y la religión, cuando se haya sometido todo proceso democrático a un dictador totalitario. Tal es el objetivo, pero la táctica consiste en hablar de paz a fin de inducir a las naciones a desarmarse y convencerlas de que las revoluciones inspiradas por Moscú son puramente locales. Mediante esas astucias esperan desmoralizar al resto del mundo preparándolo para la conquista definitiva.

   El concepto burgués de la paz es una idea negativa, a saber: la paz es la ausencia de guerra. Son muchos los que se situarían en favor de esa clase de paz. Con mucha frecuencia es comprada a costa de la justicia, e incluso a costa de la libertad y del derecho. Tal clase de “paz” produce con frecuencia una guerra fría en la que todos se hallan como saltando sobre un hierro caliente. La paz no es la ausencia de guerra, así como un diamante no es la ausencia de carbón. La paz debe tener algún concepto positivo que nos lleve al verdadero concepto de paz.

   La verdadera definición de paz, es: Paz es la tranquilidad del orden. No tan sólo tranquilidad, pues los ladrones pueden tener tranquilidad en la posesión de sus presas. Con muchísima frecuencia el mar está tranquilo antes de una furiosa tormenta. La paz es la tranquilidad del orden, y orden implica justicia, y justicia implica ley y derecho. Hay paz en un individuo cuando hay en él subordinación de los sentidos a la razón, de la razón a la fe, del cuerpo al alma, de toda la personalidad a Dios.

    La paz es inseparable de la justicia. No se procura, en realidad, la paz por sí misma, es un co-producto de la justicia. Pax opus justiciae, “La paz es obra de la justicia”. Hay paz nacional e internacional cuando cada uno da a su prójimo lo que le es debido, cuando los ciudadanos reconocen y honran a Dios, al Supremo Legislador, y cuando cada nación conviene en que todos los pueblos y todas las naciones deben participar en los bienes económicos de la tierra.

   Es importante decidir cuál de estos tres conceptos debe ser adoptado por nosotros. No debe ser cosa embarazosa hacer la elección. Un vagabundo se llegó cierto día hasta un campesino dueño de una granja y le pidió que le proporcionara un poco de trabajo. El agricultor le dijo: “Vaya al depósito, allí verá una cantidad de papas. Quiero que las divida en tres montones. En uno de ellos juntará a todas las que están buenas, en el segundo a todas las malas, y en el tercer montón coloque a las que están medio buenas y medio malas”. Una hora después salió el vagabundo del depósito y le dijo al granjero: “No quiero ese trabajo... me vuelve loco el tener que tomar decisiones”.

   No es posible dejar de hacer una decisión acerca de la paz, y esa decisión debe ser la ajustada, la verdadera. Quizás sea conveniente inquirir un poco acerca de cómo nos engañamos a nosotros mismos, de cómo hemos sido engañados, y de cómo Rusia nos ha engañado.

   Nos engañamos a nosotros mismos a no hacer la distinción debida entre la filosofía del Comunismo y la política exterior de Rusia.

   Muchos norteamericanos fueron engañados en los pasados quince años porque juzgaron a los soviéticos por su política exterior más bien que por su filosofía. La política exterior de Rusia es tan sólo una táctica, una maniobra, un esquema, una estrategia y una impostura.

   Cuando la política exterior de Rusia era favorable a los Estados Unidos y a las Potencias Occidentales, muchos creyeron que el Comunismo de Rusia era bueno. Cuando la política exterior de Rusia fué desfavorable para con las Potencias Occidentales, creyeron entonces que el Comunismo era malo. Si juzgáramos a Rusia por su filosofía, entonces la política externa soviética nunca nos engañaría. Sabríamos que su filosofía es intrínsecamente mala y que tiende a la subyugación de la humanidad bajo la dictadura, aun cuando su política externa, en un momento dado, coincida con la nuestra propia.

   Un ratero entra en una joyería con una filosofía de vida que consiste en ganarse la subsistencia mediante el robo. Su primer paso consistirá en “embaucar al vendedor”, en “armar el escenario”. Ésa es su política exterior: mirará con interés a determinadas piezas y hasta entregará un depósito a cuenta de una pequeña gema que simula ser de su interés. Poco tiempo después el joyero caerá de las nubes al comprobar que ha sido robado. Podemos perder nuestra libertad exactamente en esa forma, a menos que comprobemos y caigamos en la cuenta de que Rusia, en las Naciones Unidas y en los Estados Unidos, está “embaucando al mundo”, “haciendo escenario”. Estemos alerta contra el despojo de nuestra valiosa herencia de libertad.

   La nueva táctica de los Soviéticos consiste en convencernos de que “Rusia ya no es más la misma de antes”. Hay ahora allí un nuevo dictador, su nombre es Malenkov. Desea hacer hincapié en que vivirá en paz con el mundo. Incidentalmente, el nombre ruso Malenkov significa “pequeño”, “insignificante”. La prensa nos dice que Malenkov habrá de ser “mucho más favorable para con las Potencias Occidentales, de lo que era Stalin. Si Malenkov nos ofrece una propuesta, un brindis de paz, debemos aceptarlo”. No nos engañemos, no nos dejemos engañar. Tengamos bien presente la distinción entre la filosofía del Comunismo y sus tácticas. Si Malenkov suscribe la filosofía del Comunismo, entonces tiende a la destrucción del mundo.

Volviendo al ejemplo del joyero que fué robado una vez, añadiremos que recordaba al ladrón que lo despojara: se parecía a Stalin, de modo que se dijo: “No me engañará una segunda vez”. Llegó otro ladrón, pero esta vez un amigo de lo ajeno de aspecto distinguido, de buena presencia, bien vestido. El joyero se dijo: “¡Oh!, bien, éste no pertenece a esa pandilla... es un caballero de buen aspecto. Usa monóculo y lleva airosamente un bastón”. Éste podría ser en la comparación el nuevo dictador Malenkov.

   Si el joyero fuera listo meditaría para sí, no ya acerca de cómo luce exteriormente un hombre, sino que se preguntaría: “¿Cree él en la filosofía del robo?”. Si conociera que el nuevo visitante cree en la filosofía del robo, entonces no sería engañado y despojado nuevamente.


   Nosotros los norteamericanos tenemos muy poca memoria. Volvamos a un pasado reciente y recapitulemos cómo fuimos engañados desde entonces. Recordemos cómo este país tragó Comunismo desde el año 1936 hasta el de 1939. Después de la firma del tratado Nazi-Soviético medió un interludio de sentido común. Cuando los Nazis y los Soviéticos rompieron otra vez entre sí, muchos se pasaron a Rusia. Leed las columnas editoriales de los diarios aparecidos desde 1942 hasta 1945, y os asombraréis al comprobar cuántos apoyaron a Rusia y al Comunismo. En aquellos días, un miembro del Departamento de Estado, de Relaciones Exteriores, que no sabía hablar ruso pero que se había aprendido de memoria el himno comunista “La Internacional”, lo cantó a media noche ante la estatua memorial de Lincoln en Washington.

   En aquellos días no tenía seguridad el que se atrevía a decir algo contra la Rusia Soviética o contra el Comunismo. Yo lo sé. ¡Cuántos relatos podría contar de abusos y calumnias a causa de una advertencia hecha al pueblo Norteamericano de que Rusia tenía la intención de apoderarse de toda la Europa Oriental después de la guerra! Por atreverse uno a decir tales cosas era acusado de ser anti-democrático, porque en aquellos días Rusia era alabada como “una de las grandes democracias del mundo”. Pero incluso en aquellos días, ninguno que juzgara a la Rusia Soviética por su filosofía, podía ser engañado.

   Recuerdo que preparando una alocución por radio en tiempo de Pascua, puse en el texto esta frase: “Polonia fué crucificada entre dos ladrones, siendo éstos los Nazis y los Soviéticos”. Recibí en seguida un telegrama de uno de mis censores en el que me notificaba que no se me permitía decir esa frase por radio. Le envié al mismo censor otro telegrama: “¿Estaría bien si llamara a Rusia el Buen Ladrón?” No se le ocurrió que hubiera en ello algo de humor.

   En aquellos días los comunistas se abrían camino en los colegios, las universidades, en las oficinas del gobierno, en las redacciones de los editorialistas. Durante ese período de luna de miel con Rusia iba yo a dictar mi clase en la Universidad Católica de Washington, cuando me detuvo en la puerta un señor de muy fino aspecto, de ojos grises penetrantes, que me interpeló diciendo: “Tengo que decirle algo muy importante”.

   —Ahora tengo que dictar una clase, si quiere entrar puede asistir a la misma, sentado, aguardando así que pase la hora. De lo contrario le suplico que me espere y nos veremos después.

   Asistió a la clase, y concluida que fué me dijo:

   —Me ha interesado mucho esta lección. Soy un escapado de Rusia, ruso. He aquí la historia de mi vida. Y me alcanzó un libro, añadiendo:

   —Quiero que lo lea y luego se ponga en contacto conmigo.

   Me dijo su nombre, su dirección y número telefónico. Pero yo le contesté:

   —Quizás no tenga tiempo para leerlo todo. ¿No podría exponerme lo más importante de esta obra?

   De modo que la hojeamos los dos. Pertenecía a una familia numerosa, algunos de cuyos componentes fueron asesinados durante la Revolución Bolchevique. Se plegó después al Partido Comunista, y a causa de una desobediencia sin mayor importancia fué sentenciado a confinamiento en Siberia. Después de ser puesto otra vez en libertad trabajó en la Marina Mercante Rusa. Tenía la intención de escapar del país, y una noche saltó del buque. Estaba más lejos de la costa de lo que había juzgado, y se vió a punto de ahogarse. Dijo que en tan difícil situación oró a Nuestro Señor y fué salvado. El libro concluía con esta frase: “Desde ahora en adelante me consagraré a la causa de Dios y de América”. Entonces le interrogué en esta forma:

   —¿ Cómo es que he de intervenir yo?

   —Bien. Yo deseo ayudar a usted. Estoy enterado de sus conferencias sobre el Comunismo, conozco todo lo que ha escrito sobre el tema y me agradaría viajar con usted cuando pronuncia esas conferencias. Permítame hablar, diez minutos tan sólo, después de que lo haya hecho usted, y proporcionaré a los oyentes informaciones de primera agua sobre la terrible tiranía del Comunismo, les diré también cuánto he sufrido bajo el mismo. Tengo documentos comunistas que traje conmigo desde Rusia. Los traduciré especialmente para usted. Hasta tengo alguna información interna sobre la Policía Secreta y sobre Stalin, todo esto le servirá muchísimo para sus conferencias. Ahora que he hallado un refugio en Norteamérica, ¿será usted tan amable que me permita ayudarle en esta batalla contra el Comunismo?

   —Se lo haré saber dentro de cuarenta y ocho horas.

   —¿No sería posible dentro de veinticuatro?

   —Sí, quizás pueda hacerlo.

   Tan pronto como lo dejé llamé por teléfono a la F. B. I. (Policía Secreta Norteamericana) y manifesté: “Un agente soviético acaba de conversar conmigo, éste es su nombre. ¿Podrían fijarse en su prontuario?”

   Media hora más tarde la F. B. I. me llamó por teléfono, contestándome: “Sí, es uno de sus agentes más peligrosos. Le hemos seguido los pasos a Manchuria, luego a China y finalmente a las Islas Filipinas. Ignorábamos que se encontraba en los Estados Unidos. Ese libro que le presentó fué impreso en Rusia para engañar a usted; su vida puede estar en peligro. Denos su dirección y número telefónico y ya hablaremos”.

   La infiltración de los comunistas en las instituciones norteamericanas mediante tácticas pacifistas, no era más que poner en práctica la teoría comunista de la paz. El Comunismo se apoderó de Rusia —así lo explicó Stalin—, empleando tácticas de paz. En la obra Problemas del Leninismo, Stalin dijo lo siguiente: “Utilizamos la poderosa arma de la paz. Ella creó una simpatía de masa en pro de nuestra revolución, tanto en el Oeste entre los trabajadores como en el Este entre la gente oprimida”.

   El Sexto Congreso Mundial, en el año 1928, impartió estas órdenes a todos los comunistas diseminados por el mundo: “Acelerar la deteriorización de la moral interna mediante el empleo generoso de “slogans” de paz, preparando así para la insurrección”.

   Lange, en su famoso libro El Camino a la Victoria, que todavía se usa como libro de texto en Rusia, atribuyó esta divisa al Comunismo: “Si vis bellum, garri pacem: “Si quieres comenzar una guerra, habla, más y más, de paz”.

   Como lo dijo el mismo Lenin: “Es necesario utilizar cualquier método sutil ilegal, la evasión y el ocultamiento de la verdad, por la causa de la Revolución”. Y Stalin, en su Problemas del Leninismo, nos expuso cómo era la dictadura comunista: “Dictadura significa nada más ni nada menos que el poder basado directamente en la violencia, poder que no es limitado por leyes de ningún género ni restringido por ninguna norma absoluta”

   Conciudadanos: no os dejéis engañar. Recordadlo: cuando Rusia habla de paz, emplea una táctica, es ello una preparación para la guerra. Rusia dice que anhela la paz. La paz que quiere significa apoderarse de la China, apoderarse de Hungría, apoderarse de Polonia, he ahí sus muestras de paz. Un paso por la paz dado por Rusia será el comienzo de otro Pearl Harbor.

   Si la verdadera paz ha de ser ganada, debe serlo primeramente en nuestros propios corazones. Volvamos, pues, a Dios, e implantemos la justicia en nuestras almas. Rusia perecerá porque es anti-Dios, pero nosotros no sobreviviremos si frente al Comunismo somos también antiDios. Si nos ponemos del lado de Dios, entonces ¿quién contra nosotros?


   Que Dios conserve nuestras mentes en claridad y nuestros corazones en pureza, a fin de que nunca seamos engañados por la falsa paz de los Soviéticos.

   Como lo consignó Dante: “En tu Voluntad, ¡oh Dios!, está nuestra paz”.


“LA VIDA MERECE VIVIRSE”

Por Monseñor Fulton J. Sheen.

Año 1954

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