martes, 27 de septiembre de 2016

Las cuatro principales puertas del infierno (El robo) ¿Cuál es tu puerta?



   Consideremos otra puerta  del Infierno (la tercera), por la cual entra gran número de personas. Esta puerta es el robo. Hay hombres que adoran, por decirlo así, el dinero, mirándolo como a su Dios y su último fin. (Ps., CXIII, 14.) Pero dictada está su condenación: los ladrones no poseerán el Cielo. (I Cor. VI, 10.) Verdad es que el robo no es el pecado más grave, pero es el más peligroso para la salud eterna, dice San Agustín; pues para obtener el perdón de los otros pecados basta tener de ellos un verdadero arrepentimiento; más para el robo es indispensable, además, la restitución, que es siempre difícil. Cada día lo vemos por experiencia: los hurtos son innumerables, y rarísimas las restituciones.

   Guardaos bien de tomar o de retener los bienes de otro; si lo habéis hecho, por desgracia, restituidlos de poco en poco, si no podéis todo de golpe.

   El bien ajeno os hace pobre en esta vida, y desgraciado en la otra. Vos habéis despojado a los otros, y los demás os despojarán a su turno. (Hab., II, 9.)

   El bien de otro lleva consigo la maldición sobre la casa que le conserva (Zach., V, 3); es decir, que quien posee el bien de su prójimo perderá, no solamente lo que ha robado, sino también lo que posee suyo. El bien ajeno es un fuego que devora todo lo que encuentra.

   Atended, madres y esposas, si vuestros hijos o vuestros maridos introducen en la casa bienes de otro; lamentaos de ello; guardaos de aplaudirlo, ni aun con el silencio. Habiendo oído Tobías un cordero que daba balidos en su casa, “Cuidado, dijo, que no sea robado: devolvedle”.  Hombres hay que toman el bien de otro, y que procuran después aquietar su conciencia por medio de limosnas.

   San Crisóstomo dice que el Señor no quiere ser honrado con lo que pertenece a otros.

   Los robos de los ricos consisten en los actos de injusticia, en los daños que ocasionan con la injusta detención de lo que es debido a los pobres; éstos son también robos que obligan a la restitución; mas ésta es, por desgracia, muy difícil de practicar; así es que muchos se condenan por causa de los robos.


San Alfonso María de Ligorio.

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